22 de junio de 2018

La madre perfecta (Aimee Molloy)


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Este libro pintaba francamente bien: la cubierta en particular me parece muy sugerente, como de algo que se hace añicos. Y la historia no es original quizá, pero me apetecía leer un thriller así: un grupo de jóvenes madres de Brooklyn que se han conocido a través de un foro de internet empiezan a quedar para compartir las dudas de esas primeras semanas tras convertirse en mamás. «A Will le ha salido una erupción, ¿qué creéis que puede ser?», «No me sube la leche, estoy desesperada». Un día deciden dejar a sus bebés en casa por primera vez y, con algo de sentimiento de culpa, salir juntas a tomar unas copas. Sin embargo, cuando el bebé de una de ellas desaparece mientras ellas están de bares, unas y otras empiezan a hurgar en el pasado y se dan cuenta de que en realidad apenas se conocen las unas a las otras.

A priori, pues, pintaba bien, y si un libro así está bien ejecutado es de los que se disfrutan y se devoran en un par de días. Además, consulté Goodreads y tiene un montón de buenas puntuaciones, por lo que emprendí la lectura con ganas.

El libro gira por completo en torno a la maternidad, a la presión que sienten muchas madres de que tienen que hacerlo todo perfecto, no solo en lo relativo al bebé, sino que también deben recuperar el cuerpo de antes del embarazo, no tener ojeras, llevar una relación marital completamente satisfactoria y volver al trabajo sin rechistar cuando toca (que en Estados Unidos es prontísimo). Así pues, si la maternidad no interesa, este es un libro que no recomiendo, porque además llega a hacerse cansino con el tema. De principio a fin no habla de otra cosa más que de los agobios de unas madres primerizas y prácticamente no refleja nada de los aspectos positivos de tener un bebé, con lo que después de 300 páginas uno está deseando pasar a otra cosa.

Las madres me han parecido todas un poco plastas, y ya cuando empiezan a jugar a ser detectives me daban ganas de decirles lo mismo que dice un policía en un momento determinado de la trama: «Señora, váyase a casa y deje de molestar». Además se parecen mucho unas a otras y resulta difícil saber quién es quién; muchos de los personajes responden a clichés y acaban siendo un poco caricaturescos. Y, cuando al final se desvela lo que pasó, tampoco acaba de cuadrar mucho, yo sentí como que era en cierto modo un engaño, y con la sensación de que tenía que volver a leer ciertas partes para terminar de entender.

Durante la lectura, también pensé que quizá el problema de que la trama no me enganchara estaba en la edición en español. El libro tiene algunas faltas sonrojantes (como un «coje») y algunas expresiones han sido traducidas de forma rara. El libro habla, por ejemplo, de «recipientes de Tic Tac», cuando se está refiriendo a los caramelos, que vienen en cajitas. O «pega fuerte las palmas a la taza de café que tiene entre las manos»; creo que un estilo más elegante habría sido decir «se aferró a la taza que tenía entre las manos», o algo así... No digo que sea culpa del traductor, pero quizá el proceso de corrección sí que podría haber sido más esmerado...

En fin, que de nuevo he terminado la lectura con la sensación de haber leído un libro muy comercial, pensado para devorarse en dos días pero que apenas ofrece nada a cambio y que se olvida en cuanto se llega a la última página.

Para que no se diga, aprovecho para recomendar dos obras maestras que giran en torno a la maternidad y que se leen con el corazón encogido de principio a fin: La semilla del diablo y Tenemos que hablar de Kevin.

Gracias a Edición Anticipada por el ejemplar.


10 de junio de 2018

Adiós a Cinecittà (Julian Comas)

Roma, 2017. Un periodista experto en cine llega a la capital italiana para escribir un reportaje sobre el cierre de la mítica Cinecittà, el lugar donde Fellini y De Sica rodaron algunas de sus obras maestras. Allí conoce a Gino, un anciano que ha trabajado toda su vida en los estudios y que le empieza a contar sus recuerdos del turbulento rodaje de Adiós a las armas.

Roma, 1957. La acción retrocede a los primeros días del rodaje, cuando John Huston deja en la estacada al todopoderoso y tiránico productor David O. Selznick. Mientras el director Charles Vidor viaja desde Nueva York para hacerse cargo de la película, Jennifer Jones ve en el filme la última oportunidad de relanzar su carrera y Rock Hudson vive un apasionado romance con un joven italiano cuando sale del plató.

Mientras tanto, el joven Gino —el mismo que seis décadas más tarde narrará su historia al periodista— se enamora de una de las chicas del departamento de vestuario. Así, el lector vivirá al mismo tiempo las peripecias de las estrellas de Hollywood que se han instalado en Roma para el rodaje y el día a día de los trabajadores de a pie, la verdadera alma de Cinecittà.


Bueno, este es el libro que acabo de terminar y arriba he copiado el resumen que puede leerse en la página de la editorial. Mi opinión la resumo rápido: ¡qué poco me ha gustado! Y eso que la idea era buena: armar una novela en torno al mundo del cine en la Italia de 1950, llevar el glamour de los actores americanos a una ciudad como Roma y propiciar romances entre italianos y americanos, al tiempo que la narración se salpica de anécdotas cinematográficas. ¿Qué mejor premisa para un libro?

Sin embargo, para mi gusto, en la práctica no acaba de funcionar. Julián Comas (pseudónimo que ha escogido el lector profesional de guiones Jordi Solé) introduce muchísimos personajes, demasiados, que hacen que la acción se diluya y sea difícil seguir los vericuetos de la trama. Innumerables anécdotas de cine; tantas, que parecen metidas con calzador, como para que el autor pueda presumir de todo lo que sabe. Montones de frases en italiano, pero algo exagerado, y no todas resultan transparentes (en estos casos siempre me acuerdo de mi madre, a quien no le gusta nada que en los libros pongan frases en otro idioma sin una traducción al pie; le parece muy desconsiderado para con el lector). Que le da saborcillo al libro, sí, pero en mi opinión se ha abusado demasiado de este recurso, hasta el punto de que algunas frases son absurdas: «Eso no ha cambiado: los americani aún seguís podridos de dollari». Las dotes narrativas de este autor tampoco me han gustado mucho, pero claro, acabo de leerme La estrategia del pequinés, una novela negra redonda en todos los sentidos, y en comparación las escenas negras de este libro eran una auténtica caricatura. La historia... bueno, como decía antes, la idea era buena, pero la forma de desarrollarla no me ha gustado y los personajes me han dado un poco igual todos. 

Supongo que es un libro pensado para los verdaderos amantes del cine, pero uno tiene que saber mucho del cine de la década de 1950 (incluidos directores y productores) para que esta historia llegue a calarte. Y, bueno, la historieta de amor de fondo palidece en comparación con los grandes romances de Hollywood, así que ni eso...

En fin, no se puede acertar siempre. Gracias de todas formas a Edición Anticipada por el ejemplar.

2 de junio de 2018

El papel amarillo (Charlotte Perkins Gilman)

El otro día estuve en la librería La Sombra, de Madrid, un sitio más que recomendado no solo por lo bonita que es (la sala abovedada del piso de abajo es una gozada), sino por su selección tan particular de libros: allí no suelen encontrarse los últimos best-sellers, esos que copan las estanterías de cualquier librería al uso. No, en La Sombra hacen hueco a las editoriales independientes, a las apuestas arriesgadas, a las propuestas originales. Y fue curioseando por allí el otro día cuando encontré esta joya de libro: El papel amarillo, de Charlotte Perkins Gilman.

El relato ya lo conocía (lo busqué por Internet y lo leí de un tirón una noche del verano pasado, después de leer en algún sitio buenas críticas de él). Es una historia muy cortita, pero impacta: la protagonista es una mujer con tendencia a sufrir de los nervios, a quien su marido médico receta curas de reposo sin ningún tipo de actividad intelectual. Se acaban de mudar de forma temporal a una casa aislada y ella acaba recluida en el cuarto infantil de la planta superior, empapelado con un inquietante papel amarillo. La protagonista pasa cada vez más tiempo sola y, a falta de otras actividades que hacer, acaba observando durante horas el papel amarillo y se obsesiona con lo que cree descubrir en él.

                                           



Charlotte Perkins Gilman sabía bien de lo que hablaba, pues ella misma había sufrido de los nervios y de depresión posparto, y un médico llegó a recomendarle que no llevara a cabo actividades intelectuales. Era 1898, una época difícil para las mujeres con enfermedades nerviosas. Tanto la comunidad médica como sus seres queridos solían tratar a estas mujeres con condescendencia y no se las tomaban en serio; se limitaban a recetarles «curas de descanso». En este libro plasmó todo eso de forma magistral: la condescendencia de médicos y allegados, el aislamiento, el esconder los cuadernos en los que se escribe por miedo a que tu marido se enfade, y el irse perdiendo cada vez más en un tortuoso mundo interior.

La historia me gustó muchísimo, pero es que esta edición la eleva a los altares. Es el primer libro de ficción publicado por una nueva editorial, Bestia Negra, y si han hecho este trabajo con su primera obra publicada no puedo esperar a ver lo que nos deparará en el futuro. Las ilustraciones son impactantes, en tonos amarillos, blancos y negros, firmadas por Maria Picassó, una ilustradora con un estilo vectorial muy particular. Además, esta edición no solo incluye El papel amarillo: también tenemos un prólogo en el que se cuenta la vida de la autora y que permite entender mejor el contexto en el que se escribió este relato, y una carta de Charlotte Perkins titulada Por qué escribí El papel amarillo. Por último, también se incluye el relato en su versión original en inglés. En definitiva, una de esas obras que recomendarías sin dudarlo a todo el mundo, un libro que encajas con orgullo en tu biblioteca, de esos que se hojean, se acarician y se sacan con mimo de la estantería una y otra vez...