7 de febrero de 2020

El show de las marionetas (M. W. Craven)

No puede ser que este sea el libro que todo el mundo alaba en redes, el que ha ganado un premio Gold Dagger al mejor thriller del 2019. ¿En serio hemos leído la misma novela? Siendo sincera, me está costando pensar en algo bueno que decir de El show de las marionetas. Veamos: la premisa de un asesino en serie que quema vivas a sus víctimas no me atraía mucho a priori, pero bien llevado podría haber resultado interesante. Sin embargo, ese tema con sus descripciones gráficas ha resultado todo lo desagradable que cabía esperar. Supongo que, para darle más chicha a la historia, el autor no se corta a la hora de describir el estado de los cadáveres o la forma en que un cuerpo humano se derrite cuando es quemado, pero para mí es solo una técnica efectista que está de más y encima no funciona si el resto del libro es flojo.

De los personajes no se salva ni uno. No tienen carisma, son muy prototípicos, y me ha irritado en especial Tilly Bradshaw, la jovencísima colaboradora que apenas ha salido antes de su casa, es un genio de las matemáticas y manda whatsapps a su madre para contarle lo que ha cenado. Tiene pinta de que su síndrome es Asperger, pero el autor no lo dice, solo comenta que ha estado «muy protegida». Ya, para empezar, se nota a la legua que el autor quiso poner a un personaje «distinto» para aportar dinamismo a la novela, pero de verdad, no funciona para nada, Tilly parece una caricatura, y todas las escenas en las que aparece me han parecido tremendamente impostadas (las escenas en las que Poe defiende a Tilly resultaban falsísimas, vamos, nadie se comporta así salvo en las novelas malas). Por no hablar de los diálogos, muy de libro de detectives también. Como Tilly tiene Asperger, es el típico personaje que suelta cosas sin filtro porque no se da cuenta de que hay cosas que no se dicen, pero las escenas son tan malas que rozan el sonrojo:

—¿Tiene té de frutas, Nicholas?
—Me parece que a la señora Oldwater le gusta un té de regaliz de vez en cuando. ¿Le vale con eso?
Bradshaw negó con la cabeza.
—No, gracias, Nicholas, el regaliz me da diarrea.
«Ay, Dios...»
El obispo sonrió.
—Tiene razón, señorita. Evidentemente, a mi edad, ya no tengo ese tipo de problemas.
—Cierto, Nicholas. El estreñimiento es un problema habitual entre los ancianos.
Poe la miró horrorizado.
—¿Qué? —dijo ella, al ver su expresión—. Lo es. El treinta por ciento de la población de la tercera edad hace menos de tres deposiciones por semana.
Poe hundió la cabeza entre las manos. Se volvió hacia el obispo y dijo:
—A veces cuesta un poco conseguir que Tilly no diga lo que piensa, Nicholas.

Y luego la forma de escribir del autor no me ha gustado nada, el desarrollo de la acción me ha parecido confuso, y los personajes llegan a conclusiones que no veo lógicas con la información de que disponen; no entiendo las «revelaciones» que tienen y que les hacen avanzar en la investigación. Un ejemplo: la forma que tienen los detectives de llegar al reloj y todo lo que sigue después ha sido muy rápida y está totalmente metida con calzador.

Por último, lo peor que le puede pasar a un thriller: me ha parecido aburrido. Bien sabe Dios que en una novela policiaca no me importa que la acción se desarrolle despacio (ahí está el In The Woods de Tana French para demostrarlo), pero esto es otra cosa. En definitiva, que a este libro no le puedo dar ni el aprobado: ni está bien ejecutado ni aporta nada nuevo al género.

Venga, terminemos la reseña con algo positivo: me ha gustado mucho que la novela esté ambientada en Cumbria. Las descripciones de los parajes resultaban muy evocadoras, dan ganas de ir a verlo. ¡Algo positivo tenía que tener!


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