Paradójico, ¿verdad? Sin embargo, me ocurre algo con lo que más de uno se sentirá identificado. En muchos momentos del día me entran ganas de leer, pero no siempre tengo el tiempo necesario ni la disposición para ponerme con la novela que lleve entre manos en ese momento. Por ejemplo, cuando mi hija se echa a dormir después de haberle contado el cuento, me pide que me quede con ella hasta que concilie el sueño. En esos 10 o 15 minutos no me suele apetecer leer la novela de turno, más que nada porque cuando me he concentrado y he retomado el ritmo, ella ya se ha dormido y me toca dejar el libro y seguir haciendo cosas por casa.
Lo mismo me ocurre a veces por la mañana: en ocasiones saco ratos muertos mientras hago cosas por casa y me entra el gusanillo de leer, pero son ratitos aislados y no puedo permitirme el lujo de estar una hora enganchada a una trama.
Ayer caí en la cuenta de que tengo en marcha tres libros que leo así, a ratos muertos, y que me costará tanto terminarlos que no sabía si llegaría a reseñarlos nunca aquí. No obstante, como se trata de lecturas algo atípicas he decidido hacerles un hueco también fuera de lo normal en mi blog. Son tres libros que comparten una característica: no hace falta concentrarse en exceso ni leerlos de un tirón o de manera lineal. Y tienen otro rasgo en común: me costaron cuatro duros. En cada reseña doy los detalles:
10 YEARS YOUNGER NUTRITION BIBLE
Aquí en Inglaterra es habitual que las bibliotecas tengan una pequeña sección en la que ponen a la venta los libros que han descatalogado por un motivo u otro. La razón no la tengo clara, porque muchos de los libros que exilian a esta sección están en perfecto estado y son actuales (hace un par de semanas adquirí El nombre del viento en esta edición por 10 peniques; estaba en relativamente buen estado y no se puede decir que sea un libro que ya no interesa). El caso es que en esos estantes se encuentran auténticas joyas.
Ayer encontré allí este manual sobre nutrición y me lo llevé porque me pareció claro, ameno y directo al grano; además me interesa mejorar un poco mi alimentación, así que decidí que aquí encontraría buenas pistas. Llevo ya 45 páginas y tengo claro que ha sido una buena compra.
Ya decía Hipócrates en la noche de los tiempos: «Que tu alimento sea tu medicina», y eso es precisamente lo que aboga la dietista autora del libro. Según ella, no solo es posible rejuvenecer unos cuantos años cambiando nuestra alimentación, sino que es lo más sensato. Por mucho que actualicemos la forma de vestir, nos hagamos un corte de pelo favorable o nos compremos la crema más cara del mercado, todo ello no servirá de nada si no lo acompañamos con una alimentación adecuada. Es más, si «somos lo que comemos», lo que de verdad tiene sentido es buscar ese proceso de transformación desde el interior. Y en realidad no se trata solo de aparentar menos edad de la que uno tiene, sino de sentirse bien, y tan loable objetivo es el que pretende cubrir este libro.
LOST CLASSICS
Los editores de una revista literaria de Toronto decidieron publicar uno de sus artículos con el título de «Lost Classics». Preguntarían a los autores que suelen colaborar con ellos cuál es ese libro que adoraron un día y al que perdieron la pista, libros fantásticos que nunca alcanzaron notoriedad o ediciones que se agotaron hace tiempo. Así, autores como Margaret Atwood, Jeffrey Eugenides o John Irving cuentan historias personales de libros que de alguna manera les dejaron marcados y que hoy están perdidos o son difíciles de encontrar.
Fueron las palabras de la introducción las que me enamoraron de este libro y aquí las copio por si ejercen el mismo efecto en alguien más...
"A book that we love haunts us forever; it will haunt us, even when we can no longer find it on the shelf or beside the bed where we must have left it. After all, it is the act of reading, for many of us, that forged our first link to the world. And so lost books–books that have gone missing through neglect or been forgotten in changing tastes or worst of all, gone up in a puff of rumour–gnaw at us. Being lovers of books, we've pulled a scent of these absences behind us our whole reading lives, telling people about books that exist only on our own shelves, or even just in our own memory. This is what was on our minds one rainy afternoon in Toronto, as we sat around a dining-room table where the four of us, every few months, make manifest a sporadic but long-lived magazine called Brick: A Literary Journal."
Este libro también lo compré en la biblioteca por unos 80 peniques. El epílogo, por cierto, es de Javier Marías.
LONDON'S STRANGEST TALES
Este libro lo encontré en la sección de saldos de Waterstones, que es un cajón al que van a parar los restos de serie y los libros que se han estropeado en la propia librería (por ejemplo, cuentos de la sección infantil que los niños acaban rompiendo al echarles un vistazo o al jugar con ellos). Este que me llevé yo estaba en muy buen estado pero un poco tieso, como si se hubiera humedecido un poco en el viaje de la imprenta a la librería. Estaba a mitad de precio, tres libras y media.
Y bueno, se trata de un volumen (como cientos hay en el mercado ya) que recopila leyendas, relatos y anécdotas relacionadas con hechos curiosos e históricos de Londres. Típica lectura para luego contarles anécdotas sobre la ciudad a las visitas. :-)
Cada uno de los relatos ocupa de una a tres páginas, así que es perfecto para leer incluso cuando no se tiene nada de tiempo…
14 de septiembre de 2012
6 de septiembre de 2012
Let the Right One In
Let the Right One In transcurre en Blackeberg, un barrio residencial de Estocolmo, a principios de la década de 1980. El protagonista es Oskar, un niño de 12 años con un gran problema escolar: sufre acoso. Su gran miedo es encontrarse a solas con los dos compañeros que le acorralan y ridiculizan, y eso, por otra parte, hace que los demás chicos lo dejen de lado. Una noche conoce a una chica solitaria, extraña, con quien sin embargo parece conectar bien. Poco a poco traban amistad, pero en un momento determinado Oskar hace un descubrimiento aterrador: su amiga Eli es en realidad un vampiro de más de 200 años, y está sembrando el terror en Estocolmo…
Esta novela no debería encasillarse como «otra de vampiros». Es cierto que hay unos cuantos hematófagos en la trama, pero, curiosamente, Lindqvist construye a su alrededor unos personajes tan cotidianos y creíbles que es fácil sumergirse en sus historias dejando la sangre en un segundo plano. No es una novela fácil, pues la narración es prolija en descripciones y datos y alterna las diferentes historias de los personajes, que son muchos. No obstante, la trama no llega a decaer y el ritmo se mantiene muy bien durante toda la novela.
Quiero subrayar lo bien que ha perfilado Lindqvist a sus personajes, tanto los protagonistas como los secundarios. Casi todos son personas grises, sin muchas expectativas, derrotados de antemano por la vida, autómatas. Se presentan tremendamente humanos, vulnerables a menudo, y en ocasiones sus comportamientos rozan lo patético. No es esta una novela de acciones heroicas o escenas estereotipadas «a la americana». Ni siquiera lo que podría haber resultado previsible, que es la historia entre Oskar y Eli, roza en ningún momento los tópicos: no hay escenas edulcoradas ni diálogos en la línea de Crepúsculo (por fortuna). Pero todo ello hace que el lector empatice enseguida con las historias y sufra con cada vuelta de tuerca que da la trama.
Quienes hayan visto la película se sorprenderán al leer el libro, pues va mucho más allá de lo que se reflejaba en pantalla, en el sentido de que abundan pasajes que casi rozan lo repulsivo. Esta diferencia es mucho más notable en la segunda mitad de la novela, que es también donde se dan los detalles más gore. Desde luego, si se hubiera hecho una adaptación fiel del libro, más de uno se habría levantado de la butaca y muchas escenas habrían acabado censuradas en ciertos países.
Un libro sin ninguna duda recomendado para quienes disfruten con las tramas originales, bien narradas, sin sensiblerías, con personajes reales con quienes uno empatiza de inmediato, tramas que te mantienen hasta las tantas de la madrugada devorando páginas como un poseso, mientras vigilas por encima del hombro... por si acaso.
En España lo publicó Espasa-Calpe con el título Déjame entrar.
Esta novela no debería encasillarse como «otra de vampiros». Es cierto que hay unos cuantos hematófagos en la trama, pero, curiosamente, Lindqvist construye a su alrededor unos personajes tan cotidianos y creíbles que es fácil sumergirse en sus historias dejando la sangre en un segundo plano. No es una novela fácil, pues la narración es prolija en descripciones y datos y alterna las diferentes historias de los personajes, que son muchos. No obstante, la trama no llega a decaer y el ritmo se mantiene muy bien durante toda la novela.
Quiero subrayar lo bien que ha perfilado Lindqvist a sus personajes, tanto los protagonistas como los secundarios. Casi todos son personas grises, sin muchas expectativas, derrotados de antemano por la vida, autómatas. Se presentan tremendamente humanos, vulnerables a menudo, y en ocasiones sus comportamientos rozan lo patético. No es esta una novela de acciones heroicas o escenas estereotipadas «a la americana». Ni siquiera lo que podría haber resultado previsible, que es la historia entre Oskar y Eli, roza en ningún momento los tópicos: no hay escenas edulcoradas ni diálogos en la línea de Crepúsculo (por fortuna). Pero todo ello hace que el lector empatice enseguida con las historias y sufra con cada vuelta de tuerca que da la trama.
Quienes hayan visto la película se sorprenderán al leer el libro, pues va mucho más allá de lo que se reflejaba en pantalla, en el sentido de que abundan pasajes que casi rozan lo repulsivo. Esta diferencia es mucho más notable en la segunda mitad de la novela, que es también donde se dan los detalles más gore. Desde luego, si se hubiera hecho una adaptación fiel del libro, más de uno se habría levantado de la butaca y muchas escenas habrían acabado censuradas en ciertos países.
Un libro sin ninguna duda recomendado para quienes disfruten con las tramas originales, bien narradas, sin sensiblerías, con personajes reales con quienes uno empatiza de inmediato, tramas que te mantienen hasta las tantas de la madrugada devorando páginas como un poseso, mientras vigilas por encima del hombro... por si acaso.
En España lo publicó Espasa-Calpe con el título Déjame entrar.
2 de septiembre de 2012
La vida sale al encuentro
Este libro me marcó de adolescente y hoy, veinte años después de leerlo por primera vez, sigue gustándome como el primer día. La vida sale al encuentro narra precisamente esa etapa: el paso de la infancia a la edad adulta de un joven de quince años y los bandazos que se producen a esa edad incierta en la que uno ya no es niño pero tampoco ha alcanzado la madurez todavía.
Ignacio Sáez de Ichaso es un joven gallego que vive, en 1950, en el seno de una familia muy acomodada y profundamente religiosa. Su padre es un marino experimentado, Segundo en la Escuela Naval, e Ignacio ha heredado su pasión por el mar. Tiene dos hermanos: Mito, con quien mantiene las trifulcas propias de hermanos adolescentes, y Cheché, el pequeño, que sufrió una enfermedad con 7 años que lo dejó inválido de una pierna. Es conmovedora la relación entre Ignacio y Cheché, que se compenetran a la perfección y se protegen mucho el uno al otro. Además está Patri, su prima hermana, y Karin, una chica alemana de la misma edad que Ignacio que vive con la familia de Patri desde que ella quedara huérfana años atrás.
En paralelo, vivimos el año escolar de Ignacio, que pasa interno en un colegio jesuita. Allí el lector sigue sus andanzas, peleas y travesuras en compañía de los amigos: el incondicional Pancho, Azufre, Héctor, Jaime... Ignacio se ve arropado por el Padre Urcola, amigo de la madre de Ignacio desde la juventud y que asume el papel de educar a Ignacio y ayudarle en ese paso de niño a hombre en un año en el que, además, tendrá que enfrentarse a la experiencia más dura de su vida.
Lo que hace este libro especial es el vibrante tono narrativo que emplea el autor. Ignacio es un personaje impulsivo, apasionado, incapaz de controlar los bandazos que pega su carácter, pero con un corazón de oro. Para mí, este ritmo narrativo que impone el protagonista y su manera tan peculiar de contar las cosas, de escribirlas, hacen de esta lectura algo adictivo. Y eso que esta es la quinta o la sexta vez que lo devoro… Otro recurso que me parece precioso es el uso constante de metáforas acerca de la mar que emplean todos los personajes: es, en efecto, un libro muy marinero. Hay párrafos enteros (como el que describe el naufragio que vivió un personaje, el Grumete) que habrían sido imposibles de describir tan al detalle para alguien ajeno al mundo del mar. Y es que hay mucho del autor en este libro: José Luis Martín Vigil estudió con los jesuitas de su ciudad natal, Oviedo, y luego Ingeniería Naval; con 29 años ingresó en la Compañía de Jesús y se ordenó sacerdote en 1953 (años después lo abandonaría). Este libro se inspiró en su experiencia como educador durante dos años en el colegio Apóstol Santiago de Vigo, el mismo en el que se desarrolla la trama de este libro. De hecho, todo apunta a que el Padre Urcola es el álter ego del autor.
Evidentemente no es un libro que vaya a gustar a todo el mundo, porque algunos detalles hoy suenan tremendamente pasados de moda, en concreto los que conciernen a la religión (chavales de 15 años rezando de rodillas a los pies de su cama...). Sin embargo, lo que resulta realmente atemporal en esta historia es la forma que tiene Martín Vigil de tratar los sentimientos: el amor, la nobleza, la lealtad incondicional a los amigos o los grandes ideales de la adolescencia. Puede que este libro guste más o menos, pero lo que resulta innegable es que Martín Vigil sabía construir personajes y narrar historias.
«– Mira en torno, Nacho, sin salir de la División… Unos más, otros menos, pero todos, hombreando un poco, cada cual a su manera; según su audacia y posibilidades. No lo dudes. ¿Palabras un tanto fuertes…, tacos declarados…, vocabulario grueso?: afán de ser hombre. ¿Ademanes de gangster…, andar cachazudo…, posturas de galería?: afán de ser hombre. ¿Fumar, fumar para los que miran…, fumar a destajo?: afán de ser hombre. ¿Alardear, yo vi…, yo leí…, yo hice?: afán de ser hombre. Lo vas a entender. Despierta en vosotros la virilidad, y está bien; pero despierta dando aldabonazos. En un momento queréis liquidar la infancia, que aún está presente en muchas cosas, créeme; y en el afán por ser hombres que os acomete, no vais a la raíz; no ponéis los cimientos, no. Miráis en torno y veis hombres hechos ya. Los veis y os lanzáis a imitarlos. ¿Pero, qué imitáis?… Imitáis cuatro exterioridades que os entran por los sentidos… los modales, el vocabulario, los pitillos. Y ¿eso es ser hombre?… Piensa esto: entonces yo, nosotros, ¿no somos hombres?»
«No me vieron llegar. Caí como un tigre sobre el primero, y volviéndolo de un tirón de izquierda, le encajé, en corto, un directo al ojo, que creí sacarle el puño por la nuca. Me fui entonces a los otros como un jabato. Ellos se las piraban a vela llena, y uno de los dos, un Freire, tiró el bastón para correr mejor. Yo, la verdad, es que entonces no pensé nada, pero en cuanto agarré el bastón, allá le fue como un venablo. Eso, el que le pegara en la cabeza con la contera, no lo pude calcular yo. Entonces vino el revuelo, porque había sangre y ya se sabe.Lo vi que sangraba, pero estaba yo de buen humor para amedrentarme.»
«– Hoy es un día grande para ti. Tienes a proa un rumbo arduo y difícil. Tienes buena brújula para seguirlo. No te falta brazo para dominar la rueda. El puerto que pretendes depende de tu esfuerzo para mantenerte en ruta… Ya lo entiendes. Es un viaje de años, para desembarcar con un carácter, una carrera, una integridad… ¿Comprendes todo esto tú, Ignacio?»
Ignacio Sáez de Ichaso es un joven gallego que vive, en 1950, en el seno de una familia muy acomodada y profundamente religiosa. Su padre es un marino experimentado, Segundo en la Escuela Naval, e Ignacio ha heredado su pasión por el mar. Tiene dos hermanos: Mito, con quien mantiene las trifulcas propias de hermanos adolescentes, y Cheché, el pequeño, que sufrió una enfermedad con 7 años que lo dejó inválido de una pierna. Es conmovedora la relación entre Ignacio y Cheché, que se compenetran a la perfección y se protegen mucho el uno al otro. Además está Patri, su prima hermana, y Karin, una chica alemana de la misma edad que Ignacio que vive con la familia de Patri desde que ella quedara huérfana años atrás.
En paralelo, vivimos el año escolar de Ignacio, que pasa interno en un colegio jesuita. Allí el lector sigue sus andanzas, peleas y travesuras en compañía de los amigos: el incondicional Pancho, Azufre, Héctor, Jaime... Ignacio se ve arropado por el Padre Urcola, amigo de la madre de Ignacio desde la juventud y que asume el papel de educar a Ignacio y ayudarle en ese paso de niño a hombre en un año en el que, además, tendrá que enfrentarse a la experiencia más dura de su vida.
Lo que hace este libro especial es el vibrante tono narrativo que emplea el autor. Ignacio es un personaje impulsivo, apasionado, incapaz de controlar los bandazos que pega su carácter, pero con un corazón de oro. Para mí, este ritmo narrativo que impone el protagonista y su manera tan peculiar de contar las cosas, de escribirlas, hacen de esta lectura algo adictivo. Y eso que esta es la quinta o la sexta vez que lo devoro… Otro recurso que me parece precioso es el uso constante de metáforas acerca de la mar que emplean todos los personajes: es, en efecto, un libro muy marinero. Hay párrafos enteros (como el que describe el naufragio que vivió un personaje, el Grumete) que habrían sido imposibles de describir tan al detalle para alguien ajeno al mundo del mar. Y es que hay mucho del autor en este libro: José Luis Martín Vigil estudió con los jesuitas de su ciudad natal, Oviedo, y luego Ingeniería Naval; con 29 años ingresó en la Compañía de Jesús y se ordenó sacerdote en 1953 (años después lo abandonaría). Este libro se inspiró en su experiencia como educador durante dos años en el colegio Apóstol Santiago de Vigo, el mismo en el que se desarrolla la trama de este libro. De hecho, todo apunta a que el Padre Urcola es el álter ego del autor.
Evidentemente no es un libro que vaya a gustar a todo el mundo, porque algunos detalles hoy suenan tremendamente pasados de moda, en concreto los que conciernen a la religión (chavales de 15 años rezando de rodillas a los pies de su cama...). Sin embargo, lo que resulta realmente atemporal en esta historia es la forma que tiene Martín Vigil de tratar los sentimientos: el amor, la nobleza, la lealtad incondicional a los amigos o los grandes ideales de la adolescencia. Puede que este libro guste más o menos, pero lo que resulta innegable es que Martín Vigil sabía construir personajes y narrar historias.
«– Mira en torno, Nacho, sin salir de la División… Unos más, otros menos, pero todos, hombreando un poco, cada cual a su manera; según su audacia y posibilidades. No lo dudes. ¿Palabras un tanto fuertes…, tacos declarados…, vocabulario grueso?: afán de ser hombre. ¿Ademanes de gangster…, andar cachazudo…, posturas de galería?: afán de ser hombre. ¿Fumar, fumar para los que miran…, fumar a destajo?: afán de ser hombre. ¿Alardear, yo vi…, yo leí…, yo hice?: afán de ser hombre. Lo vas a entender. Despierta en vosotros la virilidad, y está bien; pero despierta dando aldabonazos. En un momento queréis liquidar la infancia, que aún está presente en muchas cosas, créeme; y en el afán por ser hombres que os acomete, no vais a la raíz; no ponéis los cimientos, no. Miráis en torno y veis hombres hechos ya. Los veis y os lanzáis a imitarlos. ¿Pero, qué imitáis?… Imitáis cuatro exterioridades que os entran por los sentidos… los modales, el vocabulario, los pitillos. Y ¿eso es ser hombre?… Piensa esto: entonces yo, nosotros, ¿no somos hombres?»
«No me vieron llegar. Caí como un tigre sobre el primero, y volviéndolo de un tirón de izquierda, le encajé, en corto, un directo al ojo, que creí sacarle el puño por la nuca. Me fui entonces a los otros como un jabato. Ellos se las piraban a vela llena, y uno de los dos, un Freire, tiró el bastón para correr mejor. Yo, la verdad, es que entonces no pensé nada, pero en cuanto agarré el bastón, allá le fue como un venablo. Eso, el que le pegara en la cabeza con la contera, no lo pude calcular yo. Entonces vino el revuelo, porque había sangre y ya se sabe.Lo vi que sangraba, pero estaba yo de buen humor para amedrentarme.»
«– Hoy es un día grande para ti. Tienes a proa un rumbo arduo y difícil. Tienes buena brújula para seguirlo. No te falta brazo para dominar la rueda. El puerto que pretendes depende de tu esfuerzo para mantenerte en ruta… Ya lo entiendes. Es un viaje de años, para desembarcar con un carácter, una carrera, una integridad… ¿Comprendes todo esto tú, Ignacio?»
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