29 de agosto de 2016

Un juego peligroso

En poco menos de un año, Jenny ha pasado de ser una joven normal que acude al instituto de su pueblo, en la isla sueca de Gotland, a convertirse en una cotizada modelo de renombre internacional. Sin embargo, en su agencia de modelos se suceden varios hechos macabros y todo parece apuntar a que el culpable tiene una extraña fijación con ella.

En paralelo, conocemos la historia de Agnes, una joven exmodelo internada en una clínica, donde intenta superar la grave anorexia que padece. Pero ella se las ingenia para seguir con sus antiguos hábitos pese a la supervisión del personal de la clínica. ¿Conseguirá Agnes curarse de tan terrible enfermedad?

Un juego peligroso es el octavo libro de la serie de Gotland, en el que se repasa la cara menos amable del mundo de la moda de la mano del detective Anders Knutas. Se trata de una novela negra sueca al uso, que podría considerarse una lectura ágil para las tardes de verano. Ofrece una trama que gira en torno a un tema interesante, el de las modelos de alta costura y la anorexia. Unos personajes bien perfilados pueblan una historia narrada en capítulos cortos, con lo que la lectura es muy rápida.

Como digo, es un buen libro para las tardes relajadas de piscina, pero no se le puede pedir mucho más. He visto fallos en la trama, como el hecho muy traído por los pelos de que Jenny fuera a visitar a Agnes a la clínica, o que Jenny no considerara importante contarle a la policía detalles vitales para la investigación (como que la luz de la cabaña se apagó poco antes de que ella llegara, lo que situaría al asesino en el lugar del crimen a una hora determinada). El malo me ha parecido bastante descafeinado, y hay muchos otros detalles que no contaré aquí para no destripar la trama, pero que en su conjunto desmerecen un poco la valoración total del libro. Ah y un fallo bien gordo es que el asesino envía por carta un mensaje, pero no se ha traducido igual en los diferentes capítulos del libro: lo que al principio se ha traducido como «Sois unos asesinos», luego se convierte en «Vosotros matáis». Muy mal. Además no era difícil de detectar, porque los personajes aluden más de una vez al número de palabras que contiene el mensaje...

Sin embargo, lo que menos me ha gustado de este libro es lo siguiente: muchos capítulos se cierran con un golpe de efecto que pretende dejar al lector con la boca abierta e impelerle a seguir leyendo el siguiente capítulo. No obstante, unas páginas después descubrimos que ese golpe de efecto era más bien una trampa (por ejemplo, el hombre que asalta a la pareja de españoles, que tiene pinta de ser el asesino pero acaba resultando un simple viandante más bueno que un angelito). Como lectora me siento timada y frustrada ante tamañas trampas para mantener viva la atención del lector, y lo peor es que se repiten una y otra vez.

Lo que sí es un gran punto a favor es el análisis que hace Jungstedt del mundo de la moda y cómo centra parte de la trama en explicar la anorexia desde el punto de vista de una paciente, sus luchas diarias, los pensamientos obsesivos que le pasan por la cabeza, sus ideas distorsionadas... Como punto final, decir que si este libro puede ayudar a alguna joven a desmitificar el mundo de la moda y a no caer en las redes de la anorexia, esta lectura bien habrá valido la pena.

17 de agosto de 2016

Morir no es tan fácil

Una sala de disección de cadáveres donde Patrick, un joven con síndrome de Asperger, estudia anatomía.

Otra sala, esta vez la de un hospital, donde personas en coma yacen ni vivos ni muertos, como varados entre dos mundos.

Un enfermo en coma que ve el mundo a su alrededor pero no tiene forma de comunicarse con él.

Tracy, una enfermera pechugona e interesada que solo busca pescar un buen marido (léase «rico») entre quienes acuden a visitar a sus familiares en coma.

La espiral de alcoholismo en el que una madre, la de Patrick, lleva años sumida.

Y un cadáver que intenta «gritarle» a todo el mundo que en realidad murió asesinado.

Hay que admitir que la trama no parece muy alegre, pero en realidad Belinda Bauer aborda estos temas tan delicados con un fino humor macabro a través de varias voces que dotan a la narración de gran dinamismo: la inocencia y franqueza de Patrick, que tiene Asperger y pretende utilizar las clases de anatomía para ver qué hay más allá de la muerte; el miedo de Sam, que acaba de despertar del coma y se pregunta quién es esa mujer que llora a los pies de su cama; el ombliguismo de Tracy, una enfermera poco interesada por los enfermos, pero que saca hasta su última arma de mujer para conquistar a ese pobre hombre que llora a su mujer en coma; Sarah, la madre de Patrick, que no tiene fuerzas para levantarse cada mañana de la cama y enfrentarse al día a día con su hijo. Y Meg, compañera de Patrick en las clases de anatomía que hace todo lo posible para acercarse a él pese a las reticencias del chico a todo contacto físico o emocional.

Este libro me tocó en un concurso (vamos, que se presentó en mi lista de pendientes sin haberlo elegido yo), y lo único que sabía de él era una cita que había en la contra: «Desde el principio tendrás la sensación de estar leyendo algo completamente nuevo». Yo pensé que eso estaba por ver —los departamentos de marketing siempre están ahí tratando de hacer su trabajo—, pero me he llevado una sorpresa al ver que la historia sí tiene un punto original. Quizá no por el tema del Asperger (esta novela se ha comparado mucho con El curioso incidente del perro a medianoche), pero sí por el tema de la sala de disecciones y la sala de los pacientes en coma.

Se trata de una novela de misterio cuyo trasfondo es la comunicación, o más bien la falta de ella: Patrick tiene problemas para entender a los demás y, lo que él ve lógico, para quienes lo rodean no lo es tanto. Sam es un paciente en coma en buen estado mental, pero incapaz todavía de hablar y preguntarle a alguien todas las dudas que le asaltan desde que se despertó del coma. La madre de Patrick apenas se comunica ya con él, y a su hijo le exasperan las continuas obviedades que ella dice cuando trata de entablar conversación. Y la propia evolución de Patrick, que poco a poco sale de su cascarón, aprende a interpretar las reacciones de los demás y siente los subidones de adrenalina que le da estar viviendo por primera vez.

Por otra parte, no olvidemos que la novela se desarrolla en buena parte en una sala de disecciones y no se corta en dar detalles, con lo cual quizá algunos fragmentos no sean del agrado de todo el mundo. No obstante, hay que decir que están narrados con ese fino humor macabro que comentaba antes y por eso se hacen más digeribles. En ese sentido, este es el tipo de libro con detalles gore pero un trasfondo en cierto modo amable que me hubiera encantado leer con 17 años.

Mi impresión final ha sido muy positiva: me lo he pasado muy bien con esta lectura. Una pega es que quizá el malo confesó con demasiada facilidad (no me pareció del todo bien hilada esa parte), y lo mejor del libro es sin duda el final, donde aparecen un par de vueltas de tuerca que no vi venir para nada y me dejaron con la boca abierta. ¡Sobre todo el final de la historia de Tracy Evans!

Por cierto, la traducción de Julia Osuna y la edición de Roca Editorial son muy buenas. Me suelo fijar mucho y me han encantado muchos de los giros de vocabulario que han escogido. Siempre es de agradecer y es justo reconocerlo cuando las editoriales hacen bien su labor.


1 de agosto de 2016

Dile a Marie que la quiero

Dile a Marie que la quiero es una novela articulada en torno a la Segunda Guerra Mundial y que gira en torno a una historia de amor, la de Mathilde, una joven aristócrata que vive entre algodones en Berlín, y Erik, un actor judío. Repudiada por su familia por haberse casado con un judío, Mathilde decide abandonar su vida acomodada por amor y ambos emprenden la huida; a partir de ahí, a través de su historia se narra la persecución, las humillaciones y las penurias a la que se vieron sometidos los judíos durante toda la guerra. Con el tiempo nace una hija del matrimonio, Marie, que servirá de hilo conductor del resto de la historia, entretejida con las vidas de otros muchos personajes. Se trata de una novela emocionante, que mantiene al lector en vilo y que no se corta a la hora de relatar las crudezas de la guerra.

Entre los puntos positivos de este libro está la prosa ágil, clara y muy amena de Jacinto Rey; se nota que está muy documentada, pero no abruma al lector con datos, y además explica bien todos los personajes y hechos históricos. Los capítulos son muy breves, con lo que se lee bastante rápido. Por último, la edición de Suma de Letras me ha parecido muy buena; he encontrado el texto prácticamente impecable.

A mí, sin embargo, no ha llegado a convencerme: por un lado la guerra no es mi tema favorito (puesto que no dejo de pensar que todo lo que cuenta la trama pudo haber ocurrido perfectamente y no disfruto mucho durante la lectura). Por otro lado, este es el típico libro en el que «los buenos» sufren prácticamente hasta la última página, y ese tipo de libros cada vez me gustan menos (pero entiendo que son gustos totalmente personales). También le criticaría que algunos giros de la trama no me han parecido nada creíbles, sobre todo a medida que el libro avanza y llegamos al final. Y, por último, el final no me ha gustado nada. Lo dejo ahí para no destriparle la trama a nadie, pero no, me ha dejado un sabor agridulce. Y eso que ya sabemos lo que pasa desde el primer capítulo...

De todas formas, independientemente de mis gustos, creo que es un buen libro que recomendaría a quien le guste leer sobre historia y sobre guerras, pues la pluma ágil de Jacinto Rey hace la lectura muy amena.