14 de noviembre de 2023

Cuentos rusos (VV. AA.)

No a todo el mundo le gustan los libros de relatos, pero a mí rotundamente sí. Por un lado te permiten «catar» autores que no habías leído antes y, si la selección está bien escogida, las antologías resultantes pueden ser auténticas joyas. 

En esta recopilación llamada Cuentos rusos, Gadir nos propone obras de Tolstói, Chéjov, Gógol, Pushkin, Dostoievski y Turguéniev. Me ha permitido justo lo que contaba antes: tantear la obra de autores que no conocía y obtener una especie de caleidoscopio de obras rusas que, en mi opinión, están muy bien escogidas.

Las tres preguntas, de Tolstói, está escrito en forma de parábola y narra la historia de un rey que quiere encontrar la respuesta a las que él considera las tres preguntas más importantes en la vida. En esencia, el cuento habla de cómo vivir la vida con la intensidad que merece.

Karma, también de Tolstói, es la versión que hizo el autor ruso de un cuento popular hindú, que refleja las creencias sobre el bien y el mal de los budistas, que, como dice el propio Tolstói, son muy parecidas a las del cristianismo.

Son dos relatos muy agradables y que se leen como una especie de parábolas, pero me dejaron un poco confundida, pues no me esperaba el tema que tratan.

Kashtanka, de Anton Chéjov, es sin duda el relato que más me ha gustado. Está narrado desde el punto de vista de un perro al que le pasan una serie de catastróficas desdichas. Vive con un ebanista, pero un día se extravía y acaba en casa... de un payaso de circo, aunque eso solo se descubre hacia el final del relato, pues todo se narra desde el punto de vista del inocente perrito. Me ha parecido muy original y me ha dejado pensando... He leído que Chéjov tiende a evitar los finales tanto felices como desgraciados, y este desde luego es uno de ellos, que no termina mal pero sí con unas notas melancólicas.

Historia de una anguila, también de Chéjov, habla de unos hombres empeñados en sacar a una anguila del río, pero el animal no tiene ninguna intención de salir de ahí.

La nariz, de Gógol, habla de un barbero que se encuentra una mañana, dentro de la hogaza que se iba a desayunar... ¡una nariz! Y no una nariz cualquiera. La reconoce perfectamente porque es la de uno de sus clientes. A continuación vemos el punto de vista del dueño de la nariz, que está aterrado tras descubrir que en el centro de la cara, en vez de su apéndice nasal, tiene una superficie tan fina y lisa como un blini. Acaba persiguiendo a su propia nariz por toda la ciudad. 

Este cuento también me ha gustado mucho; se suceden situaciones tan absurdas que no puedes dejar de reírte.

—¿A quién le has cortado esa nariz, animal? —empezó a gritar fuera de sí—. ¡Bribón! ¡Borracho! ¡Yo misma te entregaré a la policía! ¡Menudo bandido! A tres personas he oído decir que cuando afeitas tiras de tal modo de las narices que por poco no se desprenden.

El cuento del gallo de oro, de Pushkin, también tiene el aire de un relato oriental, como los dos primeros. Trata de un rey, agobiado por los ataques que sufren sus fronteras, al que le regalan un gallo de oro que le ayudará a protegerlas. Pero una vez conseguido esto, se olvida de las promesas que hizo para lograr la paz...

El cocodrilo, de Dostoievski, es otro relato que roza el absurdo, como el de la nariz. Va de un hombre que va a una galería comercial a ver un cocodrilo que hay expuesto... pero acaba en la tripa de dicho animal. Lo único es que, pasada la tragedia inicial, casi parece que el hombre está muy cómodo ahí dentro...

—¡Está perrdido, ahora va a reventarr porque se ha zampado un funcionario entero! —gritó el dueño.

La pequeña codorniz es un relato muy breve de Turguéniev que me ha parecido de lo más conmovedor y que refleja la afición que tenía su autor por la caza.

De todos, me quedo con La nariz y Kashtanka, son los que más me han calado, pero todos ellos conforman un librito de relatos muy logrado: los hay muy breves, los hay más largos, unos conmovedores, otros alocados, otros con moraleja... pero desde luego todos reflejan muy bien la época en que fueron escritos y te transportan a la Rusia de hace más de cien años.

Tengo que ponerle un pero, eso sí: pese a que las traducciones me han parecido fabulosas, la edición no lo es tanto: a veces se junta un diálogo con el párrafo siguiente, otras veces hay sangrías en medio de una frase, la primera parte de la introducción está copiada dos veces... En realidad son detallitos muy tontos que desmerecen la lectura pero que se habrían podido pulir con una lectura atenta.

¡Ah! Un último detalle: aunque esta recopilación es muy interesante, si os han llamado la atención relatos sueltos, he visto que Gadir vende la mayoría de ellos en distintas ediciones por separado. Como veis, ¡no será por falta de opciones!