Un chico, una fuga, una llanura inacabable, un sol inclemente, la sed, el miedo, la desconfianza, la exacerbación de sentimientos y la vida reducida a las necesidades físicas fundamentales. De los personajes de este libro nunca llegaremos a saber el nombre, como tampoco el de los lugares que transitan. Se puede intuir que es Andalucía, o Extremadura, la tierra del autor, o quizá la meseta castellana; en cuanto a la época, aquella en la que el único coche del pueblo lo tenía el alcalde. El protagonista, un chico de corta edad, decide escaparse de casa por unos motivos que poco a poco se irán dejando entrever. Sin embargo, no teme que lo encuentre su familia (al contrario, ellos no le buscan); de lo que tiene auténtico miedo es de verse frente a frente de nuevo con el alguacil. El chico nunca ha salido del pueblo, y más allá de los olivares no sabe lo que va a encontrar, pero igualmente decide emprender la marcha; sin embargo, lo que sí conoce el alguacil es los pocos sitios en 10 kilómetros a la redonda de la inclemente planicie en los que el chico va a poder esconderse. ¿Cómo podrá sobrevivir en una llanura sin agua ni apenas víveres y bajo un sol de justicia?
Si bien la trama no parece demasiado original, sí lo es el desarrollo. La característica más destacable de este libro, que ha recibido críticas y elogios por igual, es el estilo descarnado del autor y un vocabulario riquísimo en torno al mundo rural. La narración además apela totalmente a los sentidos: son tan vívidas las descripciones que el lector puede llegar a sentir el gaznate áspero como un papel de lija y el sol azotando la piel en medio de un entorno natural indiferente. La narración avanza prácticamente a golpe de descripciones; los diálogos son pocos y muy escuetos. Pero que ello no desanime al lector, porque este es un libro construido con maestría y con una voz poco habitual en los escritores jóvenes de hoy (y menos aún, noveles).
Un punto que me ha gustado mucho es que, pese a la violencia que se adivina en muchos pasajes de la novela, apenas hay hechos explícitos: el autor prefiere dejar en manos de la imaginación del lector lo que ocurre en muchos pasajes y ese me ha parecido un recurso poderosísimo. Él lo explica mucho mejor que yo:
Creo que la evocación o la sugerencia pueden producir un efecto incluso mayor que la explicitación del hecho mismo. La imagen incompleta provoca en el receptor una especie de impulso que tiende a completar lo inacabado. Existe, por tanto, un terreno intermedio entre el texto y el lector en el que este se apropia de lo escrito y, en cierto modo, lo finaliza.
Jesús Carrasco ganó con este libro el galardón del Gremio de Libreros de Madrid al Libro del Año 2013. Es una novela breve pero poderosa, que se desmarca de los planteamientos actuales, y desde luego con ella Carrasco demuestra que tiene oficio pese a tratarse esta de su primera obra. No es un libro que gustará a todo el mundo —la prosa, como digo, es muy particular y la trama no resulta amable—, pero a mí sí que me ha convencido por la capacidad narrativa del autor, su manejo del lenguaje (no me ha parecido impostado en absoluto), por haber sabido mantener la tensión y por haberme tenido sentada al borde de la silla y devorándome las uñas estos últimos dos días.
Y un último apunte: creo que no hay título mejor que este para la novela. Intemperie. Porque así es como se encuentra el protagonista, al aire libre, sin ningún techado ni protección, ni física ni emocional.
Aquí os dejo el link a una entrevista con ABC, muy recomendable y sin spoilers, de la que he extraído la cita de arriba.
Y, ya puestos, os dejo esta otra de El País, en la que Jesús Carrasco se explaya un poco más. Me parece muy sensato todo lo que dice este hombre, la verdad.