¡Qué bien me lo pasé! Pilar Adón es una persona de lo más entrañable, encantadora, daba gusto escucharla hablar, ¡cómo nos transmitió su amor por la lectura! Me llamó muchísimo la atención su ritmo de lectura: nos contó que, de adolescente, iba a la biblioteca de su barrio, sacaba el máximo de libros permitido —tres— y al cabo de tres semanas los devolvía leídos, y así durante años. Además iba llenando las páginas de un cuaderno grande con sus impresiones de cada libro, y si no recuerdo mal contó que conservaba varios de aquellos cuadernos, llenos de principio a fin con impresiones de sus lecturas.
Y madre mía, todo lo que sabe... Sus conocimientos sobre literatura parecían no tener fin, y además los iba soltando con humildad, como sin darse cuenta, como si fuera lo más normal del mundo. Hay que tener en cuenta que, además de ser una lectora incansable, trabaja en la editorial Impedimenta junto al propietario, su marido Enrique Redel. Vamos, que en esa casa se respira literatura por cada uno de sus poros.
La charla, por cierto, la condujo Jesús Marchamalo, un escritor a quien yo no conocía y que no podía haber sido mejor maestro de ceremonias: también con mucho mundillo literario, hacía las preguntas acertadas y plagó la entrevista de anécdotas y comentarios divertidos. Como me llevé tan buena impresión de él y es un escritor a quien no conocía, investigué un poco su obra y me he anotado estos libros interesantísimos para hacerme con ellos en cuanto se me pongan a tiro:
Las bibliotecas perdidas: Recopilación de varios artículos que Marchamalo publicó en el suplemento cultural del ABC, todos ellos relacionados con el mundillo literario; las dedicatorias en los libros, los oficios que algunos escritores tuvieron que ejercer al no poder vivir de sus letras, sobre matrimonios de escritores... Parece que es un libro ligero con capítulos cortos, pero que bastan para satisfacer la curiosidad de los amantes de la lectura.
Tocar los libros: Parece que es también un libro ligero pues, en su origen, fue una conferencia que dio el propio Marchamalo que luego publicó en forma de libro (ojo, al parecer hay una segunda edición ampliada, convendría hacerse con ella y no con la primera). Habla de bibliotecas personales, del afán de acumular, de no poderse deshacer de los libros, de las costumbres y manías que tienen algunos escritores en torno a sus bibliotecas personales, de cómo ordenar las colecciones de libros...
Donde se guardan los libros: Un recorrido por las bibliotecas de veinte escritores españoles contemporáneos, como Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez-Reverte, Juan Manuel de Prada, Javier Marías, Antonio Gamoneda, Luis Landero, Andrés Trapiello, Fernando Savater... Entiendo que visitó los hogares de todos estos escritores, curioseó e hizo fotos, de la misma manera que hizo en la casa de Pilar Adón para prepararse para esta conferencia. Me resulta de lo más tentador este libro.
Los reinos de papel: Es como una segunda parte del libro anterior: otras veinte visitas a bibliotecas de escritores como Bernardo Atxaga, Julio Llamazares, Elvira Lindo, Rosa Montero o Miguel Delibes. Tremendo, ¿no? Aquí el índice y un fragmento:
http://www.siruela.com/archivos/fragmentos/LosReinosDePapel.pdf
44 escritores de la literatura universal: Conocer la vida de los autores, sus más íntimas obsesiones, sus manías, sus preocupaciones, ayuda a los lectores a acercarse a su obra y, en muchos casos, a entenderla mejor. Estas 44 semblanzas de escritores universales, y sus retratos, nos harán ver hasta qué punto la manera de vivir de los escritores influye en su obra.
En fin, que de una charla a la que me apunté un poco a última hora descubrí no solo a Pilar Adón sino también a Marchamalo, ¡de quien no puedo esperar a leerme ya alguna obra!
Y por último, un par de líneas sobre El mes más cruel, el libro de relatos de Pilar Adón: creo que lo leí en un momento equivocado. Acababa de terminar el libro de Natascha Kampusch, que había leído a un ritmo infernal, y pretendí devorar el libro de Pilar Adón de la misma manera, como hago yo a veces, leyendo en la cocina mientras se me cuece la verdura o caminando por la calle de camino al colegio de mi hija. Este libro no es para leer así. Hay que prestarle la debida atención, porque está plagado de detalles y las historias te dejan todas pensando, porque las terminaba con la sensación de si no me habría perdido algo de la trama. Y así lo terminé, leyendo un poco con prisas, dejándome llevar por el ritmo febril de anteriores novelas. Tendré que volver a él y dedicarle todo el tiempo que se merece, porque la prosa cuidada y pausada de Adón bien lo merece.