Noviembre llega a su fin y yo termino un poco in extremis el libro de relatos Insomnio, que me comprometí a reseñar durante este mes como parte de un reto que organizó la incansable Laky.
La fama de este libro lo precede, así como las buenas críticas, y como a mí me encantan los relatos me pareció que Insomnio estaba hecho para mí. Sin embargo, no sé si han sido las altas expectativas o que ahora que llega diciembre me invade el espíritu gruñón de Scrooge; el caso es que este libro no ha acabado de convencerme del todo.
Puedo entender el éxito de este autor, pues Juan Manuel Peñate escribe con soltura y crea unos diálogos bastante decentillos. Admito que no las tenía todas conmigo por ser una edición de Círculo Rojo (hace mil años, compré un libro de un autor autoeditado que al parecer no había pasado por ninguna corrección y aquello no había quien lo leyera); pero no, este libro está bastante bien editado, aunque se han colado cosillas (¡esos años con punto!). De todas formas, la primera impresión que causa el libro es buena. Pasemos a los diferentes relatos.
«En el cine» habla sobre un chico que pone todo tipo de excusas a su novia para no acudir al cine. Para saber qué le lleva a portarse de forma tan rara tendremos que retrotraernos a un viaje a Ucrania que marcará la vida del chaval. El relato no está mal y tiene un agradable saborcillo a película de terror, aunque el momento cumbre no terminó de engancharme del todo. Además tengo una manía, y es que no me gusta que los protagonistas tengan nombres ingleses si el autor es español (manía que adquirí con los libros de Carlos Sisí, quizá sea irracional pero no puedo con ello). Y luego la frase que me encontré al inicio del relato: «Curiosa por naturaleza, como toda mujer...». Really, George?
Hablando de eso, me ha parecido que todas las mujeres de estos relatos tenían un papel un poco secundario, un poco florero. La recepcionista con la que todo el mundo coquetea, la rubia buenorra de la oficina que luego no vale la pena conocer más... Incluso los personajes femeninos con más peso parecen un poco encorsetados. Pero volvamos a los relatos...
«Insomnio» es una historia que no me ha convencido mucho; se me ha hecho algo pesada. Además tenía anacronismos que me sacaban de golpe de la lectura, como que el buen Peacock se dé una ducha en 1779 (juraría que la ducha se inventó casi un siglo más tarde). Y, bueno, el relato tiene un final de esos de vengahombreporfavor.
«Vacaciones en el infierno» diría que es el relato que más me ha gustado, aunque no me creo que la plana mayor del Ejército no pillara a los dos protagonistas en su mentira. Dejando eso aparte (y que me cuesta imaginar a un soldado americano en Vietnam diciendo algo tan castizo como «¡Qué alegría verte, macho!»), me ha parecido un buen relato y me ha entretenido mucho.
En cuanto a «La casita de piedra sobre la colina», es el que menos me ha gustado. La historia que transcurre en el pasado, en Inglaterra, me ha parecido predecible y ñoña. Pero es que luego la acción da un salto al año 2319, ¡dentro de 300 años!, y la ambientación no consigue trasladarte para nada al futuro. Este fragmento, por ejemplo, incluso tiene un aire arcaico de mediados de 1980 (y se supone que tiene que sonar futurista):
Sonó el despertador a las seis de la mañana. Se levantó sin ningún entusiasmo, como cada lunes, y se arrastró hasta la estación más cercana, todavía de noche. Tomó el tren de las siete hacia su trabajo, donde le esperaba una larga jornada, y una hora más tarde ya estaba sentado en su mesa [sic] frente al ordenador. Una de las ciento cincuenta mesas de la gigantesca oficina redonda, en una de las noventa plantas del rascacielos donde más horas pasaba a lo largo del día.
Pero peor me ha parecido este fragmento:
[...] prácticamente había de todo, desde multimillonario playboy en los Estados Unidos de los 90, o narcotraficante colombiano en los 70, hasta estrella del rock en los 50 de ese mismo siglo XX, desde shériff en el Lejano Oeste hasta agente secreto o espía del gobierno británico en la Primera Guerra Mundial, pasando por conde en la Edad Media, poeta en la Antigua Grecia, senador en la Antigua Roma...
A ver, que estamos en el año 2319 y habla de «los Estados Unidos de los 90». A qué año se refiere, ¿a 2290? Sí, más adelante añade lo del siglo XX, pero para mí ya no lo arregla. Y para dar veracidad al asunto se podrían haber añadido a esa lista de experiencias varios hechos decisivos inventados que hubieran ocurrido desde el 2018 al 2319, ¿no?
De todas formas hay más ejemplos, como médicos que ofrecen a los pacientes «un vaso de plástico con una pajita» (¿de verdad en 300 años seguirán existiendo?), el protagonista está apoltronado en el sofá y apaga la tele con el mando a distancia (qué prosaico sigue siendo todo dentro de tres siglos), y después de fumar lavan el cenicero en el fregadero y abren las ventanas para ventilar la habitación. De verdad que no me puedo creer que el mundo sea así en el futuro lejano. También es verdad que me estoy leyendo Crónicas marcianas, donde Ray Bradbury consigue realmente transportar al lector, donde crea una realidad paralela con una cantidad de detalles abrumadores, donde el cambio de escenario se refleja en los hogares, en los paisajes, en la forma de hablar de la gente, incluso en sus acciones. Así que detalles como los que he mencionado arriba me sacaban abruptamente de la ficción.
De todas formas, como digo siempre, lo mejor es que os hagáis con el libro y os forméis vuestra opinión. No he leído ni una sola reseña negativa de este libro en las redes (y las he buscado); en definitiva, no me hagáis mucho caso. Además puedo entender que este libro haya gustado mucho y seguramente sería un buen regalo de Navidad, pues los relatos no se centran en una sola temática, por lo que pueden gustar a muchos lectores. Yo ya sabéis que soy una Scrooge de la vida y mis gustos literarios a menudo son muy cuestionables...