Acabo de terminar Matar a un ruiseñor y estoy llorando como una magdalena. Si es que los clásicos siempre son apuesta segura cuando uno busca una historia que llegue bien adentro... ¡Y pensar que lo empecé hace veinte años y lo abandoné aburrida a la tercera página!
Ya sabéis que me gusta comenzar a leer los libros sin saber absolutamente nada de la trama, y en esta novela vale especialmente la pena dejarse sorprender por lo que va pasando. Primero, por la voz narradora, la de la inolvidable Scout, una niña de seis años a quien acompañaremos durante dos o tres veranos en sus andanzas por un pueblo de Alabama en la década de 1930 junto con su hermano Jem y su amigo Dill. Por un momento no sabemos muy bien por dónde irá la historia; se intuye la presencia amenazadora de un vecino encerrado en su casa, al que nadie ha visto en años, y poco a poco cobra protagonismo otro personaje: Atticus Finch, el padre de Scout, abogado de profesión. Sin embargo, durante unas cuantas páginas la cosa parece que no va más allá de una colección de momentos vividos durante la infancia de los niños, narrados de una forma especial, eso sí, pues Scout es una niña muy perspicaz, con una manera de ver y contar las cosas que me ha parecido muy graciosa. Sin embargo, poco a poco vamos viendo pinceladas del tema principal de la novela: el abismo que mediaba entre blancos y negros en un estado sureño durante la Gran Depresión. Y es ahí donde de repente cobra relevancia el trabajo como abogado de Atticus Finch.
Si bien el tema principal de la novela es la desigualdad entre negros y blancos, ofrece muchísimo más: la preciosa relación entre hermanos de Scout y Jem, que tan pronto se dan una buena tunda como se van a casa de la mano; esas interminables tardes de verano que los niños pasan inventándose mil juegos en la calle; el misterio de Boo Radley, un vecino con un pasado oscuro a quien Jem y Scout nunca han visto y que se cierne como una presencia en ocasiones amenazadora y en ocasiones casi amable; Atticus Finch, un hombre viudo que trata de criar a sus hijos libres de prejuicios con la única ayuda de una cocinera negra, por lo que a menudo se las tiene que ver con las miradas ceñudas de la gente del pueblo; y también la evolución de Jem, que poco a poco abandona la infancia y pasa a ser un joven con un gran sentido de la justicia que sufre y se rebela ante las sinrazones que ve a su alrededor.
Uno de los aspectos que más me ha gustado es que, pese a que uno de los temas principales que trata es el racismo (y es un tema duro), todo el libro está contado con la inocencia y alegría de una niña de 6-8 años ajena a un tema como ese, y se entremezcla con el firme sentido de la justicia de un padre cariñoso como Atticus, por lo que el final del libro queda un poso de optimismo y uno ve renovada su fe en el ser humano.
Harper Lee se basó en sus vivencias de la infancia para escribir esta novela, la única que publicó en 50 años. Ella también creció en un pueblo de Alabama; su padre era abogado y tuvo que defender a unos chicos negros acusados de un delito contra un blanco. La figura de Dill está inspirada en Truman Capote, que era vecino de Lee en el pueblecito de Alabama y compañero de juegos, si bien esta relación de amistad entre ambos escritores no acabó del todo bien. Por lo que he leído, Harper Lee ayudó a Truman Capote a documentarse para escribir A sangre fría, visitó el pueblo con él y trabó amistad con los vecinos para obtener más información, cosa que a Capote le estaba costando mucho, y Capote solo la mencionó en la dedicatoria del libro, sin darle el crédito que ella merecía. Esto acabó distanciando a estos amigos de la infancia.
En fin, Matar a un ruiseñor es un clásico de la literatura estadounidense por méritos propios que recibió el Pulitzer en 1961, un libro que evoca los veranos infantiles de juegos interminables al tiempo que hace reflexionar sobre la bondad, la justicia, el perdón, la desigualdad, la naturaleza moral de las personas (¿somos buenos o malos por naturaleza?), los prejuicios... Un clásico que me alegro muchísimo de haber leído y que recomiendo encarecidamente.
Esta reseña participa en la iniciativa:
Apartado: Todo es posible en América.
En la trama interviene un abogado.
En Matar a un ruiseñor los crímenes y delitos no tienen un protagonismo estricto (sí, pero no... En la primera parte ni aparecen). Sin embargo, he decidido incluir este libro en el reto porque Atticus Finch es el abogado por antonomasia, y su figura ha llegado a estudiarse y ponerse como ejemplo en Facultades de Derecho. Así pues, era ineludible...