Una de las últimas propuestas de #SoyYincanera junto con la editorial Maeva nos trajo Incluso la muerte miente, de Julio César Cano. Y cuando me enteré de que este autor sitúa sus novelas en Castellón, supe que tenía que leerlo. Estudié allí los cuatro años de la Universidad (que fueron fantásticos) y desde entonces no he vuelto, así que imaginaos el ataque de nostalgia que me entró al saber que con esta novela recorrería de nuevo sus calles. Y este viaje literario a Castellón no podría haberme gustado más...
El libro comienza con la voz de un pirómano, que nos va narrando en breves fragmentos de una página lo que le llevaba a prender fuego al monte y qué sintió la primera vez que hubo víctimas en sus incendios. Son fragmentos estremecedores con tremendos visos de realidad. Como podéis ver por la foto de portada, el fuego es uno de los protagonistas en este libro.
En paralelo, conoceremos a tres amigos que se reencuentran en Castellón después de años sin haberse visto. Ana, Rubén y Álex eran inseparables en bachillerato, y tal vez lo que los unía era que los tres sufrían acoso por parte de los típicos matones de instituto. Sin embargo, ninguno de los tres tiene claro para qué se han dado cita de nuevo ni si son las mismas personas que compartían momentos años atrás. Ana ha cambiado mucho físicamente y ahora se dedica a la tanatopraxia (maquilla a personas fallecidas); Rubén vive de las rentas de sus padres, pero se lo está fundiendo todo en drogas; por su parte, Álex es un estudiante brillante que acaba de volver de Santiago de Compostela para poner en marcha un proyecto teatral (supuestamente).
En estas, en una discoteca de Castellón se produce un incendio y, tras sofocarlo, los bomberos descubren un cadáver. Sin embargo, esa persona no ha muerto debido al humo o a las llamas, sino que tiene una herida incisiva en el cuello. El inspector Monfort es el detective protagonista de las novelas de Julio César Cano y con este homicidio lo introduce en la novela.
¿Qué puedo decir de Incluso la muerte miente? Pues que creo que me ha gustado todo de este libro: los inspectores de policía están magníficamente caracterizados, desde el emblemático Monfort hasta la subinspectora Silvia Redó y su ayudante Robert Calleja; la trama me ha parecido muy bien desarrollada, con las dosis perfectas de acción y momentos tranquilos (esas charlas junto al mar en casa de la abuela Irene...); los diálogos me han parecido muy naturales y convincentes (odio los diálogos impostados); y lo mejor, lo mejor, es que efectivamente con esta lectura es como volver a pasear por las calles de Castellón; hasta se menciona el bar Urbano, que lo tenía oculto en lo más profundo de mi memoria. Qué recuerdos... Creo que es una lectura ideal para pasar un fin de semana en esa ciudad, porque además los personajes visitan varios restaurantes y el autor va recomendando platos de la carta (dan ganas de hacer una ruta y probarlos todos). Miré algunos por curiosidad en Google y efectivamente, tienen una pinta bárbara y son platos que más de una persona recomienda en caso de comer en ese restaurante.
En definitiva, una novela negra que os recomiendo muchísimo, que entretiene un montón y con un final que no me esperaba para nada (aunque sí adiviné de antemano quién es el pirómano; tuve que volver a leer sus textos desde el principio para confirmar mis sospechas). Desde luego, Julio César Cano ha sido todo un descubrimiento y no dudaré en buscar los demás libros de la serie del inspector Monfort (este que traigo hoy es el quinto, pero por lo que he comprobado no hay problema en leerlos de manera independiente).