2 de abril de 2013

Te escucho


Diego Tribeca, desarraigado e inestable, trabaja para la Lonely Planet actualizando guías, profesión que le lleva a pasar largas temporadas de viaje y le ayuda a estar continuamente huyendo de su propia vida. Un desprendimiento de retina le obliga a volver a Italia, a la casa de sus padres, ya fallecidos, y a quedarse unos días encerrado entre cuatro paredes hasta recuperarse. Durante su convalecencia, un fallo en la línea telefónica hace que, cada vez que suena el teléfono y descuelga, oiga las conversaciones que tienen los vecinos de su edificio. De esta manera empieza a ser testigo mudo de las vidas que se desarrollan a su alrededor, en concreto las de cuatro mujeres: Marta, que tiene una grave enfermedad pero se ha aislado de su entorno y se empeña en no decírselo a nadie; Agnese, que vive una relación tormentosa con su novio Pietro; Giulia, o la Garza, una adolescente anoréxica a quien su madre prácticamente ignora, e Irene, una mujer que quiere ser madre por encima de todo y piensa que cuenta con el apoyo de su pareja. 

Poco a poco Diego no solo es testigo en la sombra del pequeño teatro que se desarrolla a su alrededor, sino que no puede evitar pasar a formar parte activa de él cuando empieza a interactuar con las cuatro mujeres. Intenta ayudarlas desde fuera pero se involucra cada vez más en sus historias, hasta que al final la trama toma un giro muy inesperado y Diego acaba descubriendo la verdad sobre su propio pasado.

Esta es una novela de sentimientos, de amor, de sexo, de secretos y de mentiras. También de soledad, y de relaciones de pareja difíciles. Toca además un tema con el que más de uno habremos fantaseado: la posibilidad de escuchar conversaciones ajenas. A mí no me gusta mucho curiosear en las vidas de los demás y, sin embargo, a veces es inevitable pararse a escuchar esa conversación entre la pareja de al lado en el autobús, o la discusión de los vecinos que se oye en el patio interior del vecindario. La verdad es que a Diego Tribeca apenas se le plantean dilemas morales al respecto: llama a la compañía telefónica para asegurarse de que nadie va a venir a reparar su teléfono y se dispone a pasar los siguientes días olvidándose de su vida y dispuesto a sumergirse en las ajenas.

Este libro se lee rápido porque la escritura es bastante sencilla, con muchos diálogos, y no hay fragmentos pesados o que se desvíen mucho de la trama. A medida que avanza vamos siguiendo la evolución del personaje, que de estar totalmente perdido pasa a hacerse con las riendas de su vida y a tomar además algunas decisiones. De todas formas, no me parece que Diego viva una evolución moral muy drástica; tiene un carácter errático y algo inmaduro que también se aprecia en el desenlace, así que no me parece que Te escucho sea precisamente una novela de aprendizaje.

No puedo decir que este libro no me haya gustado, pero tampoco lo he terminado entusiasmada. No he empatizado mucho con la forma de pensar de los protagonistas: para mí no son ese tipo de personajes a los que coges cariño y quieres seguir y seguir leyendo sus historias. El principal protagonista me ha parecido melodramático (como sería la voluntad de la autora, puesto que lo pone en boca de Agnese hacia el final de la novela) y muchas de las situaciones que propiciaba también eran melodramáticas: no puedo decir que haya encontrado a Diego Tribeca adorable. El personaje que sí me ha parecido interesante es el de Marta, y sin embargo hacia la mitad de la novela, incomprensiblemente, pasa a un segundo plano y no se la rescata hasta casi el final. Una lástima... En definitiva, una novela que me ha entretenido durante unos días, pero que no sé si recordaré de aquí a un año.

«Durante estos años, en todos mis viajes, he estado haciendo fotos con una digital de parejas entre las que el silencio se interponía de forma palpable como una cortina de hierro. Tengo una foto de una joven pareja en el aeropuerto de Saigón; están sentados uno junto al otro, saliendo o llegando, y parecen dos entidades diferenciadas, dos personas que nunca hayan querido conocerse y, sin embargo, es evidente que están juntos, sobre todo es evidente porque, de alguna manera, se parecen. Las parejas acaban pareciéndose. Son un poco como los perros con sus dueños, se corresponden. […] Pero hoy, al volverlas a ver, me he dado cuenta de que las hice por envidia. Tenía envidia de los que se amaban, de los que se cogían de la mano, de los que ya no se sentían solos, y entonces intenté demostrarme a mí mismo que la pareja equivale a la soledad, a lo inexpresivo, a algo que he probado y me ha dado tanto miedo, que he estigmatizado el amor como el final de un individuo.»
«Esto de pensar que el amor es un lugar mágico, no contaminado, este escuchar que no eliges, que te eligen, como si se tratara de una llamada del más allá. En la idea habitual del amor hay algo de católico, de evangélico. El amor es otra cosa, se basa en las necesidades, en las proyecciones, en las obsesiones. Los encuentros sacan a relucir de nuevo cosas ya acaecidas, son historias de fantasmas, suponen la posibilidad de limitar tu parte oscura, quiero decir, los amores que funcionan. Los demás son jaulas. Todas estas cosas quisiera decirle, pero permanecemos en silencio unos segundos más hasta que ella empieza a compadecerse para consolarse de su soledad, porque entiende que aquí hay un espacio en el que no hay que disimular que uno está a toda costa. Luego dice que tiene que irse, que quiere hacer algo urgente y añade que, sin embargo, no logra acordarse de lo que es.»

2 comentarios:

  1. No casa mucho con mi estilo, por lo que este me parece que lo dejaré pasar. Buena reseñas de todos modos.
    Un saludo.

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  2. ¡Hola, Godor! Haces bien, este no te lo recomiendo mucho, ¡hay libros mejores por ahí! Un saludo.

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