El punto de partida de la novela es el siguiente: en el Museo de Historia Natural de Londres un día desaparece misteriosamente un calamar gigante, incluido el enorme tanque de formol en el que flota la criatura. Quien descubre semejante robo misterioso es Billy, el conservador encargado de preservar al animal. A medida que se desarrolla la trama, todo apunta a que detrás de la desaparición puede haber una secta adoradora del calamar gigante, que piensa que el fin del mundo está cerca y que el cetáceo juega un papel clave en este apocalipsis. ¿Dónde está el calamar? ¿Es él el responsable de que se acerque el fin del mundo? ¿Podrá Billy detener esta locura? A medida que nos adentramos en la compleja trama descubrimos el submundo mágico lleno de sociedades secretas que se oculta tras las calles de Londres, ciudad que es tan protagonista como Billy en esta historia...
Debo decir que los primeros capítulos de este libro fueron lo más prometedor que he leído en muchísimo tiempo: me encantaron los planteamientos iniciales y la forma de narrarlos, y la trama me tenía enganchadísima. Sin embargo, a medida que avanzaba en la lectura admito que algunos fragmentos se me hicieron algo pesados, y es que no lograba seguir la trama: por un lado el inglés que Miéville usa es tremendamente complicado, y por otro es tal la profusión de personajes y acontecimientos que cuesta seguir el ritmo. Y, sin embargo, lo he disfrutado como una enana. La trama es una sucesión de invenciones a cual más alocada, pero están contadas de tal modo que es facilísimo creérselas y meterse por completo en la historia. Por no hablar de la ironía que subyace en todo el texto, que está pensado más como una comedia que otra cosa...
Miéville con su kraken particular. |
Mis conclusiones finales fueron un poco contradictorias: me dio la sensación de ir muy por detrás de Miéville en la trama (había trozos enteros que no lograba entender, aunque por lo que leí después eso le ha pasado incluso a los nativos que leyeron el libro en inglés). Sin embargo, me gusta su capacidad para construir historias y los temas que plantea, así que creo que volveré a Miéville, pero con una apuesta más segura (he leído que quizá La cicatriz sea una buena opción...).
Por cierto, por las fechas en que me leí el libro estuve en el Museo de Historia Natural de Londres, donde se desarrolla una parte de la acción (es el edificio que sale en la portada), y en un momento dado mi hija descubrió entre las figuras talladas en las paredes «un kraken pequeñito». Me temo que le di mucho la brasa con este libro...
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