De este libro solo sabía que era peculiar en un sentido positivo y que la editorial Penguin me lo había recomendado cuando les pregunté por un libro semejante a Rebecca (mi novela favorita de todos los tiempos). Partiendo de esas dos premisas lo empecé con mucha cautela, porque no quería crearme grandes expectativas y que luego ese libro, pese a ser bueno, me decepcionara.
Ahora que lo he terminado puedo decir que me costó un poco meterme en materia, que efectivamente es peculiar, pero que en su conjunto me gustó mucho y no me ha decepcionado. La trama gira en torno a Mary Catherine (Merricat) y Constance, dos hermanas que viven solas junto con su tío Julian, enfermo y en silla de ruedas. Ambas pertenecen a los Blackwood, una familia de terratenientes de buena posición social que viven sin aprietos económicos. Sin embargo, como nos dirá Merricat ya en el primer párrafo del libro, todos los demás miembros de su familia han muerto.
Los tres viven en su caserón aislados del resto del pueblo, que les da la espalda debido a unos hechos sucedidos tiempo atrás. Y en ese caserón se desarrolla casi toda la novela, una casa llena de recuerdos familiares que las dos hermanas cuidan con mucho mimo, aunque es Constance la que lleva el peso de las tareas del hogar; a Merricat hay muchas cosas que no le están permitidas, como cocinar, pero sí es ella la encargada de ir dos veces por semana a hacer la compra y a sacar libros de la biblioteca; ese es el momento de la semana en que se enfrenta a las miradas reprobatorias de todos los habitantes del pueblo. Pese a la evidente tensión que hay con estos, los tres miembros de la familia Blackwood viven en un frágil pero duradero equilibrio. Sin embargo, un día ese equilibrio se ve afectado por la llegada del primo Charles, que parece dispuesto a instalarse en la casa sin fecha de partida...
Como digo, me costó meterme en materia, ver las relaciones que tienen establecidas unos personajes con otros, ir adivinando lo que ocurrió en el pasado, hasta finalmente darme cuenta de lo que ocurrió en realidad, que es uno de los puntos fuertes de la novela: cómo de repente te paras a pensar y te das cuenta de que uno de los personajes no es peculiar, lo que ocurre es que está como una cabra...
Al igual que en Rebecca, la casa aquí casi adquiere un papel protagonista. Si en Rebecca era una entidad misteriosa, amenazadora, sofocante y plagada de recuerdos del pasado, aquí es una presencia protectora, un símbolo de seguridad, un entorno casi delicado que hay que proteger. También influye el hecho de que la casa está aislada, de que el difunto señor Blackwood la rodeara con una cerca, cerca que Merricat abre y cierra ritualmente cada vez que sale o entra para asegurarse de que nadie más puede traspasarla, lo que causa una distancia física con el resto del pueblo, distancia que también es emocional, pues Merricat siente que su familia es superior a los demás habitantes. Y esta cerca física se complementa con los elementos de pensamiento mágico que Merricat pone en marcha a modo de ritual para protegerse:
I decided that I would choose three powerful words, words of strong protection, and so long as these great words were never spoken aloud no change would come. I wrote the first word–melody–in the apricot jam on my toast with the handle of a spoon and then put the toast in my mouth and ate it very quickly. I was one-third safe.
La naturaleza también está muy presente en sus pensamientos a la hora de establecer esta red de seguridad. Dejo este fragmento que me hizo mucha gracia, pero debo destacar en general la manera tan bonita en que Merricat describe la naturaleza.
I was thinking of [him]. I could turn him into a fly and drop him into a spider's web and watch him tangled and helpless and struggling, shut into the body of a dying buzzing fly; I could wish him dead until he died. I could fasten him to a tree and keep him there until he grew into the trunk and bark grew over his mouth. I could bury him in the hole where my box of silver dollars had been so safe until he came; if he was under the ground I could walk over him stamping my feet.
Es un libro que en la superficie parece muy amable, como en los constantes fragmentos en que las dos hermanas se dicen que se quieren:
"Good morning, my Merricat," she said.
"Good morning, my Constance. Is Uncle Julian better today?"
"Much, much better. And the sun is going to shine after yesterday's rain. And I am going to make a chocolate mousse for your dinner, my Merricat."
"I love you, Constance."
"And I love you. Now what will you have for breakfast?"
Sin embargo, pasada esa cara amable de la historia se observa un trasfondo mucho más siniestro, sobre todo a medida que avanza la historia y el lector se va dando cuenta de lo que está ocurriendo en realidad. Y ese es el punto verdaderamente fuerte del libro: el contraste entre la diligencia y buena voluntad de Constance, el aire aniñado y carente de obligaciones de Merricat, y los vericuetos por los que vemos que se adentra su mente. Es un libro en apariencia muy sencillo, pero con un tremendo trasfondo detrás. Muy, muy recomendable.
“I would have liked to come into the grocery some morning and see them all, even the Elberts and the children, lying there crying with the pain of dying. I would help myself to groceries, I thought, stepping over their bodies, taking whatever I fancied from the shelves, and go home, with perhaps a kick for Mrs. Donell while she lay there. I was never sorry when I had thoughts like this; I only wished they would come true."