Los que me conocéis sabéis que no soy de leer bestsellers ni tampoco libros que encuentran su hueco en el mercado a golpe de promoción, en lugar de dejar que sea el boca a boca de los lectores el que haga el trabajo. Reconozco que mi experiencia con este tipo de libros ha sido casi siempre nefasta (recordemos, por ejemplo, La verdad sobre el caso Harry Quebert). Sin embargo, este libro sí quería leerlo porque hay varias coincidencias que me unen a la autora; por ejemplo, que las dos somos de la misma ciudad oscense y me apetecía apoyar el trabajo de una escritora local. La casualidad quiso que no hace mucho consiguiera el libro gracias al blog Pero qué locura de libros y justo hoy lo he terminado después de una lectura maratoniana.
A estas alturas seguro que todos habéis oído hablar de la gran apuesta de Planeta de este año, que además ha sido noticia porque Morir no es lo que más duele es la primera novela que escribe su autora, Inés Plana. Y, si ya es difícil que una gran editorial llegue a publicar tu libro, que lo presenten como lo más destacado de la temporada es toda una proeza.
Morir no es lo que más duele presenta el asesinato de un apacible profesor de literatura (un hombre al que encuentran ahorcado y con los ojos arrancados), lo que nos permite conocer también a Sara Azcárraga, una correctora editorial traumatizada por su pasado. Aparentemente no hay relación alguna entre ellos, pero el nombre de Sara aparece anotado en un papel en el bolsillo del muerto. La tarea de desentrañar el misterio corresponde al teniente de la Guardia Civil Julián Tresser y al inexperto cabo Guillermo Coira, entusiasmado por encontrarse ante su primer caso importante que le apartará del tedioso papeleo. A partir de ahí, la investigación tendrá que remontarse casi cuarenta años atrás para tratar de desentrañar una madeja que acabará implicando a uno de los guardias civiles de un modo más que profesional.
¿Qué me ha gustado de esta novela? En primer lugar, para ser una ópera prima creo que está muy bien construida y redactada; además, la edición se ha cuidado bastante y eso es de agradecer (en el sentido de que apenas hay erratas). He leído en algunas reseñas que el ritmo no está bien resuelto, pero a mí en ese sentido sí que me ha gustado; no me ha aburrido en ningún momento y la trama está aderezada con continuos giros que sorprenden cada vez más (casi demasiado, pues llega un momento en que uno deja de creerse que todo pueda estar tan bien entramado).
Los personajes no están mal perfilados, pero no he logrado empatizar con ninguno de ellos y en algunas ocasiones caen un poco en clichés. Además, la autora ha querido dibujar a un personaje principal homófobo, machista, malhumorado, borde, circunspecto... Que sí, que personas así existen, pero ¿por qué hacer de ellas el personaje principal de tu libro? En la trama se mete a una gata con calzador para suavizar al personaje de Tresser y dotarlo así de un poco de ternura, pero me parece que el recurso no acaba de funcionar del todo bien porque la pobre minina no pega en la trama ni con cola y la pobre se ve metida en una caja de cartón varias veces para llevarla de acá para allá según avanza la historia; al final, Tresser prácticamente tiene que regalarla porque no puede ocuparse de ella. Y luego personajes interesantes como el de Sara Azcárraga, que tanto peso tiene en los primeros capítulos, acaba relegada a un segundísimo plano, lo cual creo que es una lástima.
La trama en líneas generales me ha gustado, aunque a medida que avanzaba el libro me iba desinflando. En primer lugar, porque en el libro se tratan algunos temas que me resultan desagradables (los que tienen que ver con niños, en concreto lo de la rama, qué necesidad había... Y por otro lado lo de los ojos arriba y abajo, que cuando acabaron metidos en un táper me dieron ganas de decir apaga y vámonos) y, si llego a saberlo, directamente no leo el libro. Que sí, que es ficción, que por algo es una novela negra, pero hay temas sobre los que me niego a leer. De hecho, tenía muchas ganas de recomendarle este libro a mi madre y creo que ya no lo voy a hacer, porque sé que la mujer lo pasará mal también leyendo sobre temas tan escabrosos acerca de niños. Luego, el motivo sobre el que se asienta todo el libro (por qué el que el asesino remueve todo el tema cuarenta años después) me parece muy traído por los pelos y no he acabado de creérmelo. Finalmente, las últimas páginas en las que se plantea la resolución del caso me parecieron, no sé, un poco tomadura de pelo (¡el globo!, ¡la enfermedad!). Me ha dejado atónita que tanto la autora como la editorial consideraran que esa era una forma lógica de resolver las cosas.
De todo esto me quedo con una conclusión: quería recomendar este libro a muchas personas de mi entorno y ahora que lo he terminado, francamente, creo que no voy a hacerlo. O quizá les avise de la cantidad de temas escabrosos que toca el libro como si tal cosa y de sus puntos flojos para que cada cual decida.
Curiosamente, hace poco leí un libro que tiene algunos paralelismos con este (una novela policíaca con una pareja de guardias civiles como protagonista, una chica atormentada, un secreto del pasado) que me ha gustado mucho más y pronto publicaré reseña: El santo al cielo.
Lo tengo ahí, ahí... que no termino de decidirme para cogerlo
ResponderEliminarQuizás en vacaciones
Besos
Sí, este tipo de libros se suelen leer bien en vacaciones, lecturas rápidas y que no te complican mucho, ideales para el jaleo de un aeropuerto, por ejemplo. Pero vamos, seguro que tienes pendientes lecturas mejores, ya ves que a mí no me entusiasmó. ¡Un beso!
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