Hoy nos remontamos a finales del siglo XIX y viajaremos a tierras andaluzas, al triángulo comprendido entre Cádiz, Antequera y Málaga, de la mano de Marta Abelló y su novela Tierras de niebla y miel. ¿Os venís?
La novela se inicia en el vapor Montevideo, que parte de Nueva Orleans rumbo a Cádiz con una joven a bordo que pretende romper con su pasado: Martina de Icaza huye de un matrimonio precipitado que resultó no ser tan bueno como parecía. De hecho la primera frase del libro es contundente:
Decidió marcharse el día del eclipse, bajo el influjo de la luna roja. Compró un nombre falso, fingió su muerte y con el miedo en las entrañas huyó de Nueva Orleans. A sus veintitrés años y quebrando su destino, Martina de Icaza regresaba a Cádiz.
Sin embargo, al llegar descubre que sus padres han fallecido y la casa familiar está en manos de su aún esposo, que la cree muerta. Así las cosas, Martina acaba en La Gaviota, la pensión de su tía Balbina, donde se pone a trabajar tratando de discurrir cuáles serán sus siguientes pasos. Pero una persona cercana desaparece y, siguiendo su pista, Martina acaba como institutriz en la hacienda de Alejandro Baena, donde nada es como parece. Por el camino, secuestros de bandoleros, asesinatos de muchachas pelirrojas, una monja sin vocación que escapa a su destino, ritos masones, señoritos de campo, un sacamantecas, un ama de llaves a la altura de la señora Danvers y el inesperado protagonismo del dolmen de Menga.
Cuento esto y, no obstante, me da la impresión de que no consigo hacerle justicia del todo al libro, porque esta novela me ha parecido extraordinaria en muchos aspectos: por un lado, la capacidad de Marta Abelló de tejer una novela tan compleja, con tantas capas y tantísimos personajes, y dotar a cada uno de ellos con una voz tan singular, por ejemplo Dorita cantando «La Taraaara, sí; la Taraaara, no...», o Gaspar con su característica forma de hablar, que la edición del libro reproduce a la perfección: «Uno, do, tre ¡y cuatro! ¡La curiosidá mató ar gato!». La autora utiliza recursos nada habituales que confieren un carácter muy particular a la novela, que me ha conquistado totalmente. Como digo, cada personaje tiene una forma de hablar característica (no me gustan esos libros en los que todo el mundo habla igual, sin importar el origen social, la edad o el carácter que tengan), pero no solo eso, sino que tanto las descripciones como las costumbres de los personajes y el vocabulario que utilizan consiguen transportarte a finales del siglo XIX, y eso me ha parecido un recurso logradísimo.
Todos los personajes me han parecido memorables, desde las entrañables Erlinda y Milagros, con la que me partía de la risa, hasta los villanos (Simona, Conrado y el singular personaje que es Gaspar). Y el peso de la novela lo lleva sin problemas un personaje fuerte y vulnerable a la vez como es Martina de Icaza, una mujer que luchó por librarse del maltrato en una época en que las mujeres de cierta posición no eran sino complementos («jarrones» las llegan a llamar en la novela) del marido.
—Sabes que tienes mucho que perder, querida —continuó diciendo—. Este es un mundo de hombres en el que rige una justicia hecha también por hombres.
Sin embargo, Martina no se deja doblegar pese a lo difícil de su posición, y cita unas palabras de Juana Eyre (me encanta que utilice el nombre traducido, como era muchas veces costumbre en las primeras traducciones publicadas de esa novela):
«No soy un pájaro y ninguna red me atrapa.»
También me ha gustado cómo la autora describe el lacerante contraste entre los señoritos que toman champán en copas de cristal y el té en tacitas con cucharas de plata, y los jornaleros, que comen gachas en cuencos de madera. Esta diferencia de clases es protagonista a lo largo de toda la novela y me ha parecido muy bien descrita.
Como digo, la novela tiene multitud de personajes y subtramas y en ocasiones reconozco que andaba perdida en ese «quién es quién», pero pese a ello la novela, estructurada en capítulos muy cortos y nada menos que 36 partes, no se lee sino que se devora. Quizá me hubiera gustado que los personajes fueran menos, para evitar esa sensación de ir un poco perdido en algunas partes de la trama, y también creo que hay escenas que podrían haberse suprimido sin afectar al ritmo general de la novela, pero son dos temas menores. Es una novela que se disfruta mucho y con la que he aprendido un montón acerca de una zona tan desconocida para mí como es el Torcal de Antequera. Los escenarios de esta novela son muchos y muy variados, y la autora consigue dejarte con ganas de saber más y más acerca de todos ellos.
El Cortijo Jurado, la casa en la que se inspiró Marta Abelló para crear su Casa Baena, la «casa blanca de las flores negras»Una escena real en el Cortijo Jurado, con mujeres que parecen haber inspirado más de una escena de esta novela |
En definitiva, una novela que no voy a dudar en recomendar, con dosis de aventura, misterio, historia, amor y desamor, al tiempo que retrata magníficamente una época que no nos queda tan lejana y que incluso cuenta con algún que otro personaje que existió en la realidad. A ver si sabéis quién es...
Esta reseña participa en la iniciativa:
La víctima o el asesino pertenecen a la clase baja o marginal.