16 de mayo de 2013

Panteón

Me temo que no me voy a sentir muy cómoda escribiendo la reseña de hoy. La situación es la siguiente: hace unos meses descubro una novela que me entusiasma (tanto, que declaro que es el mejor libro que he leído en el 2012; hablo de La hora del mar); conecto con el autor por las redes sociales y resulta ser amabilísimo, inteligente, encantador; compro ávida su siguiente novela con ganas de devorarla y... ¡ay! Esa novela no me gusta en absoluto. ¡Menudo batacazo! Así pues, escribo esta reseña con la intención de ser sincera pero también con cierto reparo, pues lo que menos pretendo es echar por tierra el trabajo o el esfuerzo de un escritor al que sigo admirando. Ese trabajo que conlleva escribir una novela es lo primero que valoro y lo que le agradezco a Carlos Sisí. La reseña no pretende en absoluto ser destructiva, pero también he querido enfocarla con total neutralidad, sin tener en cuenta el flechazo que sentí con su novela anterior. Vamos allá, pues, y empiezo con el resumen que figura en la contra:

La Tierra, el planeta original, explotó hace algo más de diez mil años. Por aquel entonces el hombre ya había iniciado su periplo por el espacio. En esta nueva Era, la guerra y la paz son elementos de una misma balanza que se equilibran cuidadosamente desde La Colonia, el enclave científico por excelencia. Desde allí, la controladora Maralda Tardes detecta actividad bélica en un planeta alejado de cualquier ruta comercial, y decide iniciar un protocolo estándar de inspección. 

Mientras tanto, Ferdinard y Malhereux, dos jóvenes chatarreros, esperan pacientemente en el subsuelo de dicho planeta a que acabe la guerra en la superficie para saquear los restos del combate y extraer un suculento beneficio. Entre los restos de la batalla encuentran un extraño artefacto que parece pertenecer a una civilización antigua y desconocida y tras el que van los atroces mercenarios sarlab y los científicos de La Colonia por igual. Poco se imaginan Mal y Fer que lo que tienen en su poder podría ser la llave para liberar una amenaza más antigua que la galaxia.

Confieso que no fue un amor a primera vista. Apenas he leído ciencia ficción y tampoco he visto las películas más representativas del género (ni las menos), pero sí diría que empecé la lectura con una mente abierta, dispuesta a sumergirme entre las páginas de esta novela ambientada en el espacio en un futuro muy lejano. Sin embargo, pasaba las páginas y veía que no me convencía. La hora del mar me conquistó porque Carlos Sisí supo tejer su tela de araña lentamente desde el principio de la novela. Se tomó su tiempo en ir construyendo todo el entramado sobre el que se asentaría después la acción. Para cuando esta empezó, yo ya estaba irremediablemente enganchada.

En Panteón, sin embargo, el autor parece que tiene prisa por que empiecen a pasar cosas. Pone al corriente al lector a toda velocidad de lo que hay que saber, y venga: acción, acción, acción. Antes de que la trama haya conseguido atraparme ya hay que andar corriendo detrás de los personajes, y confieso que he avanzado por la historia como de mala gana, como una niña a la que su madre coge de la mano para que camine más rápido y tiene que ir medio arrastrándola.

Desde el primer momento la trama me pareció poco creíble. En primer lugar por los diálogos, por el vocabulario utilizado. El autor no puede llamar la atención sobre este punto poniendo en boca de los protagonistas interjecciones como "¡Sagrada Tierra!" o "por los Nueve...", como adaptándose a lo que se dirá dentro de diez mil años, para alternarlas con un "¡coño!" o un "¡pringados!", que te trasladan de golpe, qué sé yo, al Madrid de Malasaña (por no mencionar palabras tan contemporáneas como "¡bingo!", "tronco" o "yuyu"). ¿En serio dentro de diez mil años la gente dirá "le tocaría bastante los cojones que aquella estúpida zorrita le sobreviviera" o "esa pava me estará apuntando desde arriba"?  No digo que el autor tuviera que haberse inventado un lenguaje nuevo, evidentemente, pero si no va a meterse en ese jardín, mejor no atraer la atención sobre el tema poniendo cuatro expresiones aquí y allá que lo único que consiguen es resultar cansinas a fuerza de repetirse y de codearse con expresiones demasiado contemporáneas. Creo que lo idóneo hubiera sido buscar un lenguaje más atemporal, uno que no llamara la atención en un escenario tan futurista. Y que conste que la idea era buena, que, evidentemente, detrás de ese "¡Sagrada Tierra!" está el hecho de que, en ese futuro lejano, la gente cuando maldice ya no invoca a Dios, pero, como digo, creo que el recurso queda cojo. Por cierto, no dirán "¡Dios mío!", pero sí que sueltan algún "¡Jesús!"...

Siguiendo con el lenguaje, aparte de que hay más erratas de lo que sería deseable (pero esto es más culpa de la edición, supongo), Sisí vuelve a escribir muchas expresiones que suenan a malas traducciones (esto ya lo comenté en La hora del mar). Ejemplos –extraídos del libro– como "Esa cosa… ¡es jodidamente pesada!" o "¡Sólo sácalo!" me parece a mí que solo las dicen en malas traducciones del inglés. Vamos, nadie está trabajando tranquilamente al ordenador, levanta de repente la vista y espeta: "Este texto... ¡es jodidamente enrevesado!", ¿no? De esas hay a montones y, sinceramente, me decepciona verlas en un original en español.

Por otra parte, muchos aspectos de la trama me sonaban terriblemente contemporáneos. Por ejemplo, en una escena determinada se describe una sala de ordenadores que parecen haber montado rápidamente y de manera un poco improvisada, y se describen unos "cables colgando de esos ganchos rudimentarios". ¿En serio que dentro de diez milenios los ordenadores, si los hay, seguirán teniendo cables, y se seguirán haciendo apaños agrupándolos en ganchos? Y como estas me he encontrado unas cuantas. 

En cuanto a los personajes, me pareció que Sisí los perfiló mejor en La hora del mar. En este libro no he acabado de sentir empatía por ninguno de los protagonistas. Por ejemplo, no he sabido distinguir en ningún momento entre Mal y Fer; nunca sabía quién era quién. Creo que en las primeras páginas se dan unas pinceladas de los rasgos del carácter de cada uno, pero no se retoman más adelante y, en mi opinión, en ocasiones los dos parecen la misma persona. En cuanto a Maralda, ¿de verdad había que señalar lo sexy que es y lo mucho que el traje espacial le marca el culo? (En forma de corazón invertido, por cierto; esto lo habrán sacado de Nueve semanas y media.) A las lectoras nos podrían haber recreado con el culo de Tarven For, digo yo, o, en su defecto, con una mínima descripción física de los personajes masculinos… El único en el que el autor se recrea es en Jebediah, y por exigencias del guión. (Vale, lo del culo de Maralda sé que es un detalle puntual y que tampoco tiene más importancia, pero igualmente ¿por qué no se describe el físico de Mal y Fer en ningún momento? Creo que es al final del libro cuando me entero de que uno de ellos tiene los ojos claros...)

En las últimas páginas, se suceden escenas cada vez más increíbles. Por comentar solo una, uno de los protagonistas (no digo el nombre, pero ojo, podría ser un spoiler) «… aún respiraba, aún era capaz de sentir. Quizá estuviera al borde de un coma o algo peor, pero aún no se había ido». Sin embargo ¡alehop!, en la página siguiente este protagonista «ya se había puesto en pie» (sin ningún motivo aparente; más que nada porque la trama dictaba que había que huir de los malos).

En resumen, el problema para mí es que, cuando a un libro le falla el andamiaje, la historia en sí de repente pasa a un segundo plano. A Panteón se le ve el entramado y con ello la magia de la ficción se desmorona un poco. Debo de ser una lectora jodidamente puñetera, porque me fijo muchísimo en detalles como los que he comentado en párrafos anteriores y con eso, para mí, las tripas de la novela quedan al descubierto. Así pues, hacia la página 45 ya me había olvidado de la trama y me estaba cuestionando si se sostenía todo lo que iba leyendo o si pegaba utilizar tal o cual expresión. 

No obstante, hey, acabemos con dos notas positivas: este libro ha ganado el premio Minotauro de este año (que se otorga a la mejor novela inédita de ciencia ficción, terror o fantasía), y la gran mayoría de las reseñas que he leído por la red alaban entusiasmadas el Panteón de Carlos Sisí, así que, como suelo decir, recomiendo leerla y que cada cual juzgue por sí mismo.




2 comentarios:

  1. Ante todo darte la enhorabuena por la reseña, has hecho lo que pienso que debe hacer un bloger@, contar sus impresiones sin tratar de tapar lo que ha sentido y por supuesto dando datos de cada cosa que no te ha gustado. Si algún día me topo con una novela que no me gusta espero poder hacerlo la mitad de bien que tú.

    La ciencia ficción es complicada y más si como has contado trata algo como el retrofuturismo (La mención de de la red de ordenadores con cables). Pienso que tal vez haya querido abarcar más géneros de los debidos, si es bueno con el terror no debería cambiar tan a la ligera.

    En la ciencia ficción se utilizan comentarios como tu comentas como "madre tierra" mezclado con términos actuales y antiguos o palabras mal expresada adrede para expresar un desligamiento de las colonias con el planeta central. Tal vez no haya sabido equilibrar y digo tal vez porque no lo he leído.

    En cuanto a la velocidad pienso lo mismo que tú, por referencia a los caminares, que primero te mete en situación y después actúa. Tal vez no haya medido bien donde empezar con la acción.

    No digo que no lo lea por como habrás notado me encanta la ciencia ficción.

    Es el comentario más largo que te he dejado con diferencia y espero no haberme pasado con el.

    Un abrazo.

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  2. ¡Hola, Godor! Muchas gracias por tus comentarios (puedes hacerlos todo lo largos que quieras, faltaría más). No sé, ya ves que estoy muy decepcionada con esta novela; para mí hay unos básicos que todo libro debería cumplir: corrección en la ortografía y en el estilo, y saber construir la trama para atrapar al lector en ella. En mi opinión, Panteón no lo consigue. De todas formas, me gustaría mucho comentarlo contigo si llegas a leerlo, que desde luego sabes mucho más que yo sobre ciencia ficción. ¡Un abrazo!

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