En este libro autobiográfico, la escritora neoyorquina Elizabeth Gilbert narra el año sabático que se tomó a los 35 años para superar un divorcio traumático. Así, el libro se divide en tres partes, en las que Liz nos cuenta el periplo que la llevó a pasar cuatro meses en Roma (eat, para experimentar el placer en su máxima expresión y aprender italiano), cuatro meses en la India (pray, para encontrar a Dios) y otros cuatro meses en Bali (love, siguiendo la predicción de un anciano que le leyó la palma de la mano).
Cuajado de anécdotas y con un estilo que impele al lector a pasar página tras página, leemos acerca de las semanas que pasó en Roma, practicando italiano con una entrega y pasión absolutas y dándose a los placeres gastronómicos, pues cató todas las pizzas y helados en kilómetros a la redonda (Liz admite que engordó varios kilos en esos pocos meses). A continuación, la protagonista se dirige a un ashram en la India (una especie de monasterio) para un retiro espiritual que consistió en trabajos físicos durante varias horas al día, largas sesiones de meditación, yoga, comida vegetariana y días de silencio, todo ello en jornadas que se extendían desde las tres de la mañana a las nueve de la noche. Su intención era pasar seis semanas en el ashram y recorrer luego otros puntos de la India, pero su experiencia allí fue tan completa que decidió consumir todo su tiempo y permaneció los cuatro meses. Por último, Bali, adonde se dirigió sin ningún plan en absoluto y sin tener muy claro el motivo: solo sabía que un anciano de esa isla le había leído las manos años atrás y había predicho que volvería a visitarle. Y allí, superado el divorcio y más feliz y centrada que nunca, encontró el amor.
Sí, admito que el libro me ha gustado. Elizabeth Gilbert es para mi gusto muy buena narradora y no aburre en ningún momento: combina sin ningún esfuerzo la narración de su nuevo día a día fuera de Nueva York con sus recuerdos del pasado y torbellinos de emociones, todo ello salpicado de bastantes notas de humor. Muy recomendado si os gustan las narraciones de viajes combinadas con historias de superación personal. ¿El pero? Le pondría uno, y es que algunas escenas suenan un poco peliculeras, como si hubiera ido aportando toques de imaginación aquí y allá para hacer la historia más interesante. Además reproduce frases de amigos suyos palabra por palabra y una de dos, o iba viajando por ahí cuaderno de notas en mano sabiendo que todo eso luego lo escribiría en un libro (lo que le resta un poco de naturalidad al asunto), o un 30% es lo que se dijo realmente y un 70% lo que ella recuerda (por lo que podría ser fruto de su imaginación).
No he visto la película, por lo que a priori no tenía ni idea de la historia. Y ahora que he buscado las fotos de los protagonistas por Internet y he puesto cara a todo el mundo, la verdad es que no quiero que estos pasen a ser en mi cabeza Julia Roberts y Javier Bardem… Cómo odio, por cierto, las ediciones de libros que utilizan imágenes de la película en la portada. Pero ya sabéis que siempre subo la cubierta de la edición exacta que tengo yo (esta, adquirida en una charity, por lo que no pude ponerme tiquismiquis), y no podía faltar aquí a la costumbre.
6 de febrero de 2016
Mistery in White
El otro día le iba contando a mi hija el argumento del libro que me estaba leyendo: un tren sale de la estación londinense de Euston el día de Nochebuena en dirección al norte del país. Por el camino, cae una tremenda nevada y el tren se queda parado en medio de la nada sin poder avanzar... Varios pasajeros deciden buscar una solución y caminan por parajes nevados hasta llegar, agotados, a una casa, completamente vacía pero con el fuego encendido y una cena servida en la mesa. Se diría incluso que un misterioso anfitrión les estaba esperando.
«Eso es muy tú... ¡y encima en un libro!», fue lo que me contestó mi hija. Y sí, yo no podía estar más de acuerdo. El argumento era perfecto; la edición, preciosísima y tremendamente evocadora; y, además, ya hacía días que le había echado el ojo a la colección entera en la mesa de lecturas destacadas de Waterstones. No me digáis que no resultaba tentadora:
El principio era inmejorable; ambientado allá por los años treinta o cuarenta, en un mismo compartimento de un tren de vapor se reúnen varios personajes de diferentes orígenes y caracteres. El clima no parece muy favorable y, efectivamente, llega un momento en que cae tal nevada que el tren no puede avanzar. Hasta ahí, todo perfecto. Sin embargo, a medida que la trama avanza un poco más y los personajes salen del tren y se refugian en una misteriosa casa, la cosa dejó de fluir: sobre todo, por los diálogos de los personajes, que no resultaban muy interesantes, y porque la trama se desvía constantemente con acciones que resultan de nulo interés. Llega un momento en que te da igual lo que les pase a los protagonistas, no empaticé con ninguno de ellos y, hacia la mitad del libro, la decepción fue tan grande que decidí dejarlo. No suelo dudar a la hora de abandonar novelas que no estoy disfrutando, pero admito que con esta tuve reparos porque quería que me gustara. ¡Por Dios, era el libro perfecto! Pero no, admito que pudo conmigo...
La verdad es que me hacía ilusión pensar que había descubierto toda una serie de autores (los de la foto de arriba) que escribían tramas muy del estilo de Agatha Christie, y me dije: ¿pero cómo no habré oído hablar de ellos antes? Bueno, pues este es el motivo por el que tales autores no alcanzaron la misma popularidad. Christie era toda una maestra a la hora de presentar a los personajes, desarrollar las tramas, ir dando pistas y detalles con cuentagotas y mantener la intriga hasta el final sin que el interés decayera en ningún momento, ¡y presentando tramas perfectamente creíbles! Es precisamente al leer libros que fallan en el intento cuando me doy cuenta de que lo que hacía Agatha Christie no era nada fácil (pese a que una profesora de lengua que tuve afirmara que la suya era literatura de segunda).
Si habéis leído alguno de los de arriba, ¿cuál me recomendáis? A los pocos días encontré en una charity de Portobello otro libro de esta serie por cuatro duros (A Scream in Soho, de John Gordon Brandon), pero, la verdad, decidí no llevármelo a casa ante la duda de si me llevaría una nueva decepción. En su lugar, voy a invertir el dinero en una colección facsímil preciosa de Agatha Christie que he descubierto aquí, publicada por Harper Collins. Esta foto no hace justicia a la edición, que era justo lo que andaba buscando: una colección bonita de los libros de la reina del crimen pero con tintes vintage. Cada uno de los títulos tiene una portada y un diseño distintos (reproducen, de hecho, las de ediciones originales) y son en tapa dura. Recomendadísimos si os gusta esta autora:
«Eso es muy tú... ¡y encima en un libro!», fue lo que me contestó mi hija. Y sí, yo no podía estar más de acuerdo. El argumento era perfecto; la edición, preciosísima y tremendamente evocadora; y, además, ya hacía días que le había echado el ojo a la colección entera en la mesa de lecturas destacadas de Waterstones. No me digáis que no resultaba tentadora:
Así pues, mi alegría fue tremenda cuando un día me encontré justo el libro que más me gustaba de la colección en una charity cerca de mi casa, nuevecito y por 75 peniques. Lo cierto es que quería leerlo en Navidad para disfrutar al máximo el tema del libro y estábamos ya a finales de enero, pero ¡qué demonios! Me lo llevé a casa y lo empecé ese mismo día.
El principio era inmejorable; ambientado allá por los años treinta o cuarenta, en un mismo compartimento de un tren de vapor se reúnen varios personajes de diferentes orígenes y caracteres. El clima no parece muy favorable y, efectivamente, llega un momento en que cae tal nevada que el tren no puede avanzar. Hasta ahí, todo perfecto. Sin embargo, a medida que la trama avanza un poco más y los personajes salen del tren y se refugian en una misteriosa casa, la cosa dejó de fluir: sobre todo, por los diálogos de los personajes, que no resultaban muy interesantes, y porque la trama se desvía constantemente con acciones que resultan de nulo interés. Llega un momento en que te da igual lo que les pase a los protagonistas, no empaticé con ninguno de ellos y, hacia la mitad del libro, la decepción fue tan grande que decidí dejarlo. No suelo dudar a la hora de abandonar novelas que no estoy disfrutando, pero admito que con esta tuve reparos porque quería que me gustara. ¡Por Dios, era el libro perfecto! Pero no, admito que pudo conmigo...
La verdad es que me hacía ilusión pensar que había descubierto toda una serie de autores (los de la foto de arriba) que escribían tramas muy del estilo de Agatha Christie, y me dije: ¿pero cómo no habré oído hablar de ellos antes? Bueno, pues este es el motivo por el que tales autores no alcanzaron la misma popularidad. Christie era toda una maestra a la hora de presentar a los personajes, desarrollar las tramas, ir dando pistas y detalles con cuentagotas y mantener la intriga hasta el final sin que el interés decayera en ningún momento, ¡y presentando tramas perfectamente creíbles! Es precisamente al leer libros que fallan en el intento cuando me doy cuenta de que lo que hacía Agatha Christie no era nada fácil (pese a que una profesora de lengua que tuve afirmara que la suya era literatura de segunda).
Si habéis leído alguno de los de arriba, ¿cuál me recomendáis? A los pocos días encontré en una charity de Portobello otro libro de esta serie por cuatro duros (A Scream in Soho, de John Gordon Brandon), pero, la verdad, decidí no llevármelo a casa ante la duda de si me llevaría una nueva decepción. En su lugar, voy a invertir el dinero en una colección facsímil preciosa de Agatha Christie que he descubierto aquí, publicada por Harper Collins. Esta foto no hace justicia a la edición, que era justo lo que andaba buscando: una colección bonita de los libros de la reina del crimen pero con tintes vintage. Cada uno de los títulos tiene una portada y un diseño distintos (reproducen, de hecho, las de ediciones originales) y son en tapa dura. Recomendadísimos si os gusta esta autora:
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