La cuestión es que ni había leído el libro de Charlie y la fábrica de chocolate ni había visto la película cuando mi hija me dijo que se había convertido en su libro favorito (lo estaban leyendo en el colegio) y que TENÍA que hacerle un hueco. ¿Y cómo voy a hacer yo caso omiso de una recomendación literaria que me haga mi hija? Jejeje... Así que enseguida lo busqué y sí, ¡acabé tan entusiasmada con esta historia como ella!
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Lo primero que pensé al terminar este libro fue el derroche de imaginación del que hace gala el autor. Es increíble, no solo por la cantidad de cosas disparatadas que ocurren en el libro, sino también por el vocabulario que se inventa (una palabra detrás de otra) y la sucesión de escenas alocadas que tienen lugar dentro de la fábrica. Por no hablar de todas esas puertas con nombres curiosísimos, sobre todo las que no llegan a abrirse. Yo me quedaba pensando en qué podría haber detrás de ellas... Desde luego, para un niño tiene que ser divertidísimo y alucinante leer un libro así.
Una de mis escenas favoritas es la de los «square sweets that look round» que aparecen en una sala de la fábrica de chocolate: me pareció un juego de palabras brillantísimo y no hacía más que preguntarme cómo lo habrían solucionado en la versión traducida (y fue así: «caramelos cuadrados que se vuelven en redondo». ¡Me pareció una traducción bastante acertada!).
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The square sweets that look round. |
Sin embargo, el libro no se limita solo a ofrecer una trama entretenida, sino que condena temas que hoy siguen siendo vigentes, como la gula, la avaricia, la mala educación en los niños, mascar chicle, el exceso de televisión, los padres que consienten a sus hijos en exceso... En general la novela castiga a los niños que se portan mal y premia a los que se portan de manera ejemplar. Y pensar que el libro se escribió hace más de cincuenta años y todos esos temas siguen estando a la orden del día...
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Fragmento de una de las canciones de los oompa-loompas que aboga por tirar la tele a la basura y, en su lugar, leer un libro. |
Pese a encajar totalmente en la categoría de literatura infantil (para niños de 6 o 7 años en adelante, más o menos), los adultos también lo disfrutarán y de hecho quizá capten más matices en el libro, como el hecho de que Willy Wonka es un personaje bastante siniestro: no se puede decir que sienta mucha empatía por las cosas que les pasan a los niños en la fábrica y, de hecho, va poniendo a prueba las debilidades de cada uno mediante «trampas» maquiavélicas para ver quién es un digno sucesor de llegar al final del recorrido. De hecho, hay páginas que apuntan a que la fábrica en realidad utilizaba a niños como materia prima para fabricar los dulces y golosinas. Ese detalle se me había escapado, pero leyendo la teoría que se explica ahí, ¡tiene todo el sentido! Y los oompa-loompas también presentan un lado siniestro, puesto que entonan sus cantos moralizantes después de que el niño en cuestión haya cometido un error, ¡no antes, para advertirles! Podrían compararse con los esbirros de un matón, que son los que ocultan las pruebas y entierran el cadáver... Yo admito que Willy Wonka no me cayó bien en ningún momento: un carácter brusco; cero empatía; despide a todos los trabajadores de su fábrica y se va a un país lejano a traer a cientos de peones que viven en su fábrica y están a sus órdenes; todo el rato metiendo prisas y no dejando que nadie disfrute del recorrido... ¡Me pareció un personaje más bien odioso, la verdad!
De todas formas, no resulta extraño que Charlie y la fábrica de chocolate tenga un lado oscuro. Roald Dahl escribió también historias macabras para adultos, caracterizadas por su tono siniestro y su negro sentido del humor que a menudo terminaban con un desenlace inesperado. Hay varias antologías publicadas con estos relatos, como por ejemplo Kiss Kiss, que tengo en casa y me han dado ganas de releer para recordar esta otra faceta de Dahl menos conocida. ¿Habéis leído vosotros estas historias?
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Ilustración de Quentin Blake para Charlie y la fábrica de chocolate. El libro está lleno de frases para enmarcar. |
Me encanta. La canción de los Oompa-Loompas sobre la tele, de la que traes un fragmento en la reseña, es una verdadera obra maestra de humor y rima.
ResponderEliminarsaludos
¡A mí también me parece una obra maestra y toda una virguería! De hecho me planteé ponerla aquí entera, pero es tan larga que me pareció demasiado. :) Gracias por pasarte y un saludo.
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