Todas las historias verídicas encierran una enseñanza, aunque en algunos casos es posible que cueste encontrar el tesoro y, al hallarlo, puede resultar tan minúsculo que ese fruto seco y marchito apenas compensa el esfuerzo empleado en romper la cáscara. Sin embargo, no creo que yo sea la persona más adecuada para juzgar si ese es el caso de mi historia o no. A veces pienso que mi relato podría resultar de utilidad a algunas personas y entretenido a otras, pero será el mundo quien lo juzgue. No me asusta contarlo protegida por mi propio anonimato, el paso de los años y algunos nombres inventados, y compartiré con el público muy sinceramente lo que no le confesaría ni a mi amiga más íntima.
Así comienza Agnes Grey, la primera novela que escribió la pequeña de las Brontë. Con un inicio tal, me dije que esta es una lectura que me resultaría muy agradable y, con bastante tiempo por delante por esto del coronavirus, emprendí la lectura totalmente enfrascada.
Las primeras páginas me gustaron muchísimo, sobre todo por la voz de la narradora, Agnes Grey, una muchacha que decide irse de su casa para ganarse la vida trabajando de institutriz pese a su juventud e inexperiencia. En los primeros capítulos relata su procedencia, los apuros económicos en los que se vio sumida su familia debido a la mala fortuna en los negocios y la primera familia a la que fue destinada como institutriz. La verdad es que Agnes tuvo mala pata, porque los niños que le cayeron en suerte eran unos tremendos maleducados y sus padres, adinerados y obtusos, no le dejaban imponer disciplina.
Tras dos o tres capítulos en los que se narran los desdichados episodios que le suceden a Agnes Grey con esta familia que tan mal la trata, uno empieza a preguntarse si la trama lleva a algún lado o si solo vamos a saber de sus infortunios. Por suerte, pronto cambia de familia y una espera que ahí el ritmo de la lectura cambie también un poco, pero lo cierto es que es más de lo mismo.
Agnes Grey es una novela de marcado carácter autobiográfico en la que Anne Brontë refleja los sinsabores que le depararon sus experiencias como institutriz a lo largo de su corta vida. En efecto, en esta novela no vemos la experiencia positiva que tuvo Jane Eyre (la protagonista de la novela que escribió su hermana Charlotte) en un puesto similar, con una pupila un poco superficial y mimada pero nada maleducada. Agnes Grey tiene un carácter más realista y una intención didáctica, y solo aparece una historia de amor muy en segundo plano.
Tampoco hay giros inesperados en la trama, como ocurre en Jane Eyre, ni los elementos góticos que caracterizan la novela de Charlotte Brontë (mansiones oscuras, elementos sobrenaturales, naturaleza amenazante, ruinas, la cárcel simbolizada en la habitación roja y el orfanato, el terror que produce oír unas risas siniestras en medio de la noche...).
Como digo, nada de esto ocurre en Agnes Grey, y tampoco creo que fuera la intención de la autora. Sin embargo, si la intención era escribir una novela realista en torno a la figura de una institutriz victoriana, creo que ese personaje central debería ser muy potente; de lo contrario la novela no se sustenta. Y ese creo que ha sido el fallo para mí: Agnes Grey es una protagonista muy poco memorable. Da la impresión de que, para que Agnes destaque, la autora ha tenido que crear a todo un elenco de personajes desagradables a su alrededor, pero son todos tan malos que parecen caricaturas. Sus reacciones y sus diálogos me han parecido muy exagerados, todos pensados para que Agnes Grey se erija en mártir. Además en cada escena parece que Agnes juzga a todo el mundo de manera implacable, con arrogancia y aires de superioridad, y cargada de moralinas. He aquí un ejemplo de esto:
Como ser irracional, Matilda era estupenda, una muchacha llena de vida, vigor y energía; como ser racional, era terriblemente ignorante, intratable, despreocupada e ilógica, y, en consecuencia, resultaba agotadora para la persona encargada de cultivar su inteligencia y reformar su conducta [...] Moralmente, Matilda era insensata, obstinada, violenta y poco razonable. Una prueba de su lamentable estado mental era el hecho de que, siguiendo el ejemplo de su padre, había aprendido a blasfemar como un carretero.
También debo decir una cosa: mientras duró la lectura estuve enganchadísima, porque es un libro que se lee muy fácil y tiene su inevitable historia de amor (un poco sosaina, a la altura de la prota, pero la verdad es que me ha gustado). Además deja entrever que no todas las institutrices tienen una experiencia tan positiva como la de Jane Eyre; las malas experiencias que pasa Agnes probablemente tenían muchos más visos de realidad. En conjunto puedo decir que la lectura ha estado bien, pero no es una novela que plantee giros emocionantes ni personajes carismáticos que la hagan memorable. Aun así, la recomiendo.
Por cierto, me encanta la portada que ha elegido Alba para su edición. Refleja muy bien muchas de las escenas de la novela, en las que Agnes acababa hasta el moño de la tropa de energúmenos que tenía como pupilos, jeje...
Así comienza Agnes Grey, la primera novela que escribió la pequeña de las Brontë. Con un inicio tal, me dije que esta es una lectura que me resultaría muy agradable y, con bastante tiempo por delante por esto del coronavirus, emprendí la lectura totalmente enfrascada.
Las primeras páginas me gustaron muchísimo, sobre todo por la voz de la narradora, Agnes Grey, una muchacha que decide irse de su casa para ganarse la vida trabajando de institutriz pese a su juventud e inexperiencia. En los primeros capítulos relata su procedencia, los apuros económicos en los que se vio sumida su familia debido a la mala fortuna en los negocios y la primera familia a la que fue destinada como institutriz. La verdad es que Agnes tuvo mala pata, porque los niños que le cayeron en suerte eran unos tremendos maleducados y sus padres, adinerados y obtusos, no le dejaban imponer disciplina.
Tras dos o tres capítulos en los que se narran los desdichados episodios que le suceden a Agnes Grey con esta familia que tan mal la trata, uno empieza a preguntarse si la trama lleva a algún lado o si solo vamos a saber de sus infortunios. Por suerte, pronto cambia de familia y una espera que ahí el ritmo de la lectura cambie también un poco, pero lo cierto es que es más de lo mismo.
Agnes Grey es una novela de marcado carácter autobiográfico en la que Anne Brontë refleja los sinsabores que le depararon sus experiencias como institutriz a lo largo de su corta vida. En efecto, en esta novela no vemos la experiencia positiva que tuvo Jane Eyre (la protagonista de la novela que escribió su hermana Charlotte) en un puesto similar, con una pupila un poco superficial y mimada pero nada maleducada. Agnes Grey tiene un carácter más realista y una intención didáctica, y solo aparece una historia de amor muy en segundo plano.
Tampoco hay giros inesperados en la trama, como ocurre en Jane Eyre, ni los elementos góticos que caracterizan la novela de Charlotte Brontë (mansiones oscuras, elementos sobrenaturales, naturaleza amenazante, ruinas, la cárcel simbolizada en la habitación roja y el orfanato, el terror que produce oír unas risas siniestras en medio de la noche...).
Como digo, nada de esto ocurre en Agnes Grey, y tampoco creo que fuera la intención de la autora. Sin embargo, si la intención era escribir una novela realista en torno a la figura de una institutriz victoriana, creo que ese personaje central debería ser muy potente; de lo contrario la novela no se sustenta. Y ese creo que ha sido el fallo para mí: Agnes Grey es una protagonista muy poco memorable. Da la impresión de que, para que Agnes destaque, la autora ha tenido que crear a todo un elenco de personajes desagradables a su alrededor, pero son todos tan malos que parecen caricaturas. Sus reacciones y sus diálogos me han parecido muy exagerados, todos pensados para que Agnes Grey se erija en mártir. Además en cada escena parece que Agnes juzga a todo el mundo de manera implacable, con arrogancia y aires de superioridad, y cargada de moralinas. He aquí un ejemplo de esto:
Como ser irracional, Matilda era estupenda, una muchacha llena de vida, vigor y energía; como ser racional, era terriblemente ignorante, intratable, despreocupada e ilógica, y, en consecuencia, resultaba agotadora para la persona encargada de cultivar su inteligencia y reformar su conducta [...] Moralmente, Matilda era insensata, obstinada, violenta y poco razonable. Una prueba de su lamentable estado mental era el hecho de que, siguiendo el ejemplo de su padre, había aprendido a blasfemar como un carretero.
También debo decir una cosa: mientras duró la lectura estuve enganchadísima, porque es un libro que se lee muy fácil y tiene su inevitable historia de amor (un poco sosaina, a la altura de la prota, pero la verdad es que me ha gustado). Además deja entrever que no todas las institutrices tienen una experiencia tan positiva como la de Jane Eyre; las malas experiencias que pasa Agnes probablemente tenían muchos más visos de realidad. En conjunto puedo decir que la lectura ha estado bien, pero no es una novela que plantee giros emocionantes ni personajes carismáticos que la hagan memorable. Aun así, la recomiendo.
Por cierto, me encanta la portada que ha elegido Alba para su edición. Refleja muy bien muchas de las escenas de la novela, en las que Agnes acababa hasta el moño de la tropa de energúmenos que tenía como pupilos, jeje...