El futuro. Después de haber pasado una guerra civil, España se ha convertido en 2072 en una potencia científica mundial. Un ejemplo de esa pujanza es Deux ex machina, el proyecto que pretende comunicar un mensaje en tiempo cero con cualquier parte del universo, que se halla en manos de una joven científica, Hipatia. Sin embargo, los enigmáticos resultados del proyecto apuntan hacia algo que su creadora no es capaz de concebir, incertidumbre que se agrava al encontrarse en mitad de una relación sentimental que provoca que todo su mundo se tambalee y de una conspiración con demasiadas incertidumbres. Una novela que, con hechuras de thriller, recupera lo mejor del pulp de ciencia ficción, con ecos de Arthur C. Clarke o Philip K. Dick, en la que la ciencia y la metafísica parecen tener más en común de lo que podríamos creer. ¿Al margen de las supersticiones religiosas, tiene cabida dios en un universo dominado por las leyes racionales de la ciencia?
La tetera de Russell nos lleva al año 2072, un futuro en el que España acaba de sufrir una guerra civil en la que ha derrotado a Cataluña, que pretendía la independencia. Además, se ha convertido en la primera potencia científica mundial, por delante de los países del norte de Europa, gracias a sus políticas de educación, tecnología y ciencia (ya se empieza a notar el fino tonillo irónico que imbuye toda la novela, ¿no?). El mundo árabe ha desaparecido y Alemania (que ahora se llama Germania) está sumida en la regresión social y el oscurantismo religioso; de allí huyen los espaldas mojadas para trabajar en nuestro país. En este contexto, la matemática Hipatia y su ayudante Nabokov pretenden revolucionar las comunicaciones a distancia desde el Centro Tecnológico de Plaza Castilla, en Madrid, con un experimento que consiste en enviar cuatro mensajes al espacio esperando respuesta. La idea es transmitir un mensaje por el universo en tiempo cero. Para su sorpresa, reciben cinco mensajes de vuelta en lugar de cuatro...Puede parecer un futuro esperanzador para nuestro país, pero lo cierto es que el progreso y los avances científicos traen consigo el control férreo de la población, a través de policía y drones. Está prohibido trabajar fuera del horario laboral (bajo pena de cuantiosas multas) y se aconseja informar a tu jefe incluso cuando inicias una relación sentimental.
Con este escenario de futuro distópico de fondo, destaca el personaje de Hipatia, una matemática brillante y guapa pelirroja a la que le gusta tener todo bajo control, y que avanza por la trama a golpe de teorías matemáticas y amoríos con un inmigrante germano. Me ha encantado la fortaleza de este personaje y cómo la ha plasmado la editorial en la sobrecubierta.
El autor utiliza al filósofo y matemático Bertrand Russell como hilo conductor de la novela, tanto su teoría conocida como «la tetera de Russell» (que juega con la existencia de Dios) como un montón de citas interesantísimas que sirven para titular cada uno de los capítulos. Estas son algunas de ellas, pero me han encantado todas:
Lo más difícil de aprender en la vida es saber qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar.
El ser capaz de llenar el ocio de una manera inteligente es el último resultado de la civilización.
Una vida sin riesgo es una vida gris, pero una vida sin control probablemente será una vida corta.
Es una novela diferente a lo que estoy acostumbrada a leer, una historia que plantea la diferencia entre ciencia y religión y pretende demostrar científicamente la existencia de Dios. Esta novela se explaya en explicaciones matemáticas y en planteamientos teológicos y filosóficos, como la idea de los multiversos dimensionales. Tiene notas de thriller, pero el ritmo, sobre todo en la primera mitad, se ve demasiado lastrado para mi gusto por el planteamiento de este mundo que ha imaginado el autor. De todas formas, los protagonistas me han parecido interesantes y bien perfilados, y la ironía subyace en toda la trama. Una propuesta interesante que me ha sacado de mi zona de confort, pero que no estoy segura de haber disfrutado del todo.