Ah, tener 17 años, conocer a tu primer amor y pasar ese primer verano en una especie de burbuja en la que no existe nada ni nadie... Eso es lo que le ocurre a Wiley, un chaval que vive en una caravana con su padre alcohólico. No tienen una mala relación, pero Wiley lleva en general una vida bastante solitaria junto con su perra Rhea: clases en el instituto, paseos por la naturaleza y mañanas de pesca en el arroyo («the creek») que discurre por detrás de su casa. Un día de verano conoce a Ruby, una chica de su misma edad que acaba de mudarse a la finca vecina: descubren que son almas gemelas y, como suele pasar entre los adolescentes, pronto se convierten en imprescindibles el uno para el otro. Pero junto con Ruby se ha mudado no solo su familia, sino toda una comunidad con tintes sectarios de la que Wiley pronto empieza a formar parte, porque allá donde esté Ruby irá él...
De este libro me enamoré en Twitter solo con ver la preciosa cubierta; luego leí que era una breve novela de terror sobre sectas y amor adolescente y supe que tenía que hacerme con ella. Parecía un libro imposible de conseguir en Europa, pero los tentáculos de Amazon se pusieron a trabajar y en menos de una semana lo tenía en casa (intento evitar Amazon a toda costa, pero en casos como este es innegable el poder que tiene en el mundo del libro, que en este caso imprime el propio Amazon, por cierto).
Como digo, la cubierta me resultó tremendamente evocadora, pero abres el libro y esa sensación te sigue acompañando: la maquetación, el tacto de las páginas, unas pocas imágenes en blanco y negro... y luego lo más importante, y es que la narración de Rayne King está a la altura. Enseguida te transporta a los bosques del valle de Hudson, en el estado de Nueva York, con baños en un arroyo y paseos hasta la cima de las cumbres que te rodean, cuando parece que el tiempo se para cuando estás en compañía de ese amor adolescente. King también es muy bueno a la hora de perfilar a los personajes. Es muy fácil empatizar con Wiley, sus inseguridades por provenir de un hogar roto, sus reflexiones sobre la chica de la que se enamora, su espíritu solitario, su amor por la naturaleza, la dinámica destructiva en la que cae sin que apenas le importe...
Un arroyo del valle de Hudson (Nueva York), donde transcurre la novela. |
King va aumentando la tensión a medida que pasamos las páginas. Conocemos al padre de Ruby, que resulta ser el líder de la secta, y a Eleanor, una anciana decrépita que dice ver el futuro con su ojo ciego y predice que el fin está cerca. Wiley no se siente a gusto en esta comunidad sectaria, pero todo le da igual mientras esté con Ruby, y así se adentra en una dinámica de sexo y drogas psicodélicas que, como ya podemos imaginar, no terminará del todo bien.
En fin, un libro que os recomiendo mucho (de momento solo disponible en inglés) por su capacidad de dibujar escenarios, de crear caracteres con los que uno puede identificarse, con una prosa salpicada de reflexiones interesantes y un ritmo muy conseguido. Lo que menos me ha gustado es quizá que no ha habido grandes sorpresas al final ni tampoco muchas escenas de terror. En ese sentido, el libro no ha sido lo que esperaba, pero me ha dado otras cosas diferentes...
Y por si esto que os comento fuera poco, este librito incluye otro relato llamado Husk (algo así como «cáscara», «vaina», «coraza»), que por momentos recordaba a La bruja de Blair pero que al final no tiene nada que ver. Bastante breve, muy recomendable y más terrorífico que el anterior, por momentos casi divertido. De cómo uno no debe fiarse de misteriosos mapas del tesoro que se ganan en una partida de póker...
Le seguiremos la pista a Rayne King.
Os dejo el primer párrafo de The Creek, a ver si os tienta:
The warmer months always bring Ruby back to me, even if now she only exists in my memories. I think back on that doomed summer and wonder if I could've done anything to alter the trajectory of our lives. She once told me that fate is inescapable, that our paths in life are preordained. I think about that often. But nonetheless, I can't help myself from revisiting the days we spent together, leading up to the very last one. It's a form of self-inflicted torture, but I can't help myself - remorse stays strapped to me like to a harness. Before I'm aware that I'm even doing it, I find myself rearranging the memories in my head, like pieces of an old puzzle, wondering if they could've aligned differently, but they never do. Similar to fate, they can only fit one way.