Pues bien, este libro narra una historia de ese tipo, pero con un punto de vista muy original: el de ese niño que ha crecido en una habitación y solo conoce el mundo «de fuera» por una televisión y por lo que le cuenta su madre. El relato que construye Emma Donoghue reproduce muy bien no solo cómo deben de ser las condiciones de vida en un sitio así (aunque estoy segura de que la realidad supera mil veces a esta ficción), sino el modo de hablar de un niño de cinco años. En varias partes del libro se hace un relato exhaustivo del día a día de Jack y de su mamá (de la que en ningún momento sabemos su nombre; en la versión inglesa es simplemente «Ma»): de cómo tienen que contar el número de cereales que se toman en el desayuno (sus provisiones son frugales), de los juegos que la mamá se inventa para que Jack no crezca atrofiado y ejercite no solo los músculos sino también la vista o la inteligencia, y de las mil cosas que hacen para pasar su día a día lo mejor posible y también para intentar lanzar alguna señal de su existencia al mundo exterior. Jack también nos da cuenta de las visitas que reciben algunas noches a las nueve en punto por parte de Old Nick, de quien tenemos pocos datos, pero son suficientes para saber su papel en la historia. Finalmente, la madre se da cuenta de que a la larga sus vidas corren peligro y trata de idear un plan para escapar de su celda. Lo malo es que, si fallan, podría costarles la vida a los dos, y eso aterra a la madre del pequeño Jack. ¿Lo conseguirán?Esta historia me ha gustado muchísimo, en primer lugar por lo bien escrita que está, por cómo la autora ha logrado capturar ese pequeño universo de una madre y su hijo retenidos durante años en una pequeña habitación. En muchos momentos resulta enternecedora la inocencia de Jack y en otros, nos cuenta algunos hechos que él no entiende todavía pero que el lector sí puede adivinar con horror. Resulta conmovedor cómo la madre no ve en esa habitación más que una prisión y anhela recuperar su vida pasada, pero para Jack, nacido en el mismo suelo que pisa cada día, no se trata de una cárcel, sino de su hogar, el único hogar que conoce: este contrapunto está muy bien conseguido en la narración.
Sí que le pondría un pero a la historia: en algunas partes del libro se hace un poco pesado el relato pormenorizado que hace Jack de su día a día —sobre todo teniendo en cuenta su peculiar modo de expresarse—, y creo que el ritmo de la novela se mantiene mucho mejor en la primera parte que en la segunda, que no desvelaré pero que yo habría hecho mucho más corta. Pese a ello, recomiendo esta lectura sin ambages y otras personas ya me han comentado que les entusiasmó.
También lo tenéis disponible en español: el libro ya lo ha publicado Alfaguara (la traductora es Eugenia Vázquez Nacarino) y la verdad es que me gustaría echarle un vistazo para ver cómo ha capturado el particular lenguaje de Jack.
Un último apunte: a veces digo que, desde que soy mamá, hay temas que me tocan demasiado la fibra y leer sobre ellos me ha hecho pasar un mal rato (con otros libros, directamente no me he atrevido a abordar la lectura porque sé que no la disfrutaría). Pues bien, este libro es difícil, pero no me ha hecho sufrir como pensé que lo haría. Los que tengáis el mismo «problema» que yo os podéis quedar tranquilos, porque en este sentido la historia está contada con mucha sensibilidad (porque no se narra desde el punto de vista de una madre sufridora y aterrada, sino desde la inocencia de un niño pequeño a quien su terrible día a día le parece el más normal del mundo).



