Mis amigos me tienen por una gran lectora, y sin embargo no creo serlo: me falta muchísimo por leer, sobre todo libros de base, clásicos, novelas de toda la vida que a todo buen lector se le dan por supuestas. Así que, bueno, poco a poco habrá que ir enmendando este despropósito y, con esa intención, aquí vengo con el primer libro que leo de Julio Verne: Cinco semanas en globo.
(A decir verdad, hace unos años intenté leerme Veinte mil leguas de viaje submarino, pero tuve que abandonar la lectura porque se me ocurrió comprármelo en francés, me pareció dificilísimo y apenas pude seguir la trama...)
Londres, 1862. Estamos en la era de las grandes exploraciones y África es el continente desconocido. Samuel Fergusson, un notable científico, planea un viaje de descubrimiento que le llevará a cruzar el continente africano desde Zanzíbar hasta Senegal en cinco semanas con un único medio de transporte: un globo aerostático. Irá tan solo acompañado de un buen amigo, el cazador escocés Dick Kennedy, de su criado Joe y de un buen acopio de provisiones. Y así empieza su aventura, en la que tendrán que vérselas con leones, tribus caníbales, brujos hechiceros, aves rapaces que pretenden perforar el globo, desiertos inacabables que acaban con sus provisiones de agua... Por supuesto a los tres amigos no les faltan anécdotas trepidantes y momentos inciertos, y al final el lector llega a dudar de que sean capaces de llegar a buen término, los tres juntos y en buen estado.
Es una novela que se lee rápido, entretiene un montón, te da una cierta dosis de pseudociencia (con las explicaciones sobre cómo funciona el aerostato) y se empatiza enseguida con los tres protagonistas, con los que el lector se embarca en un viaje trepidante. Es cierto que algunos pasajes pueden parecer algo pasados de moda por el ligero racismo que destilan, pero como novela para jóvenes es totalmente recomendable. Como no podía ser de otro modo: ¡estamos hablando de Julio Verne!
Lo que sí aconsejaría a quienes quieran acercarse a la obra de Verne es hacerse con varias traducciones y compararlas: la cosa cambia sobremanera y hay algunas que dejan mucho que desear. Yo me leí esta de aquí al lado, de Sopena, en una edición de 1957 (no pone el nombre del traductor). Es cierto que esa traducción tiene muchos años y el texto transmite un cierto sabor añejo por el lenguaje y los giros empleados, pero es una de las mejores que pude consultar. Lo encontré en uno de los puestos de la Cuesta de Moyano de Madrid.
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