Ya iba siendo hora de saldar deudas con Barbara Pym, a quien todavía no había leído, y me he estrenado con una de sus obras principales: Mujeres excelentes. Esta escritora retrató como pocas la clase media inglesa de mediados del siglo pasado con un fino sentido del humor y una gran capacidad de observación con los que reflejaba sobre todo el día a día de los personajes más cotidianos. Sin embargo, pese a toda la fama que precede a esta novela, me he quedado un poco desinflada al terminar la lectura.
Mujeres excelentes nos transporta al Londres de la posguerra, donde seguimos las andanzas de Mildred Lathbury, una treintañera solterona que empieza a sentir la presión de su entorno de buscar pronto un marido. Sus días transcurren entre ir a la iglesia, hacer buenas obras, organizar mercadillos de beneficencia para obtener fondos para la parroquia, beber té (muchísimo té, a todas horas) y comer con apatía tristes almuerzos de lechuga y queso. Cuando una pareja se muda al piso de abajo, quizá la vida de Mildred se vea sacudida por algún cambio que trastoque por completo su día a día...
En la novela hay dos o tres personajes masculinos que uno se figura que quizá marquen el destino de nuestra protagonista. No digo que la solución a toda solterona sea introducir un par de caracteres masculinos interesantes y que un final solo es feliz si ella acaba emparejada, pero... no sé, yo esperaba que pasara... ¡algo! Pero es que en este libro no pasa nada, aparte de mercadillos, una taza de té detrás de otra, montones de salidas a restaurantes (sería la posguerra, pero imagino que les salía barato, porque si no no entiendo tanto comer fuera), curiosear mucho en la vida de los demás y preguntarse si este o aquel personaje masculino estaría pensando en pedirle matrimonio... pero esto último lo dice de una manera tan desapasionada, tan apática, tan todo me da igual, que al lector no le extraña que la pobre siga solterona. Mildred admite que ninguno de los hombres que la rodean le gusta demasiado, pero se pregunta continuamente si este o aquel le pedirán matrimonio, como si es algo que le vendría impuesto y ella no tuviera voz ni voto en ese asunto.
Se supone que la prosa tiene un fino y británico sentido del humor, pero no acabé de pillarlo. La protagonista se me antojó tan peñazo que no me extraña que lleve una vida tan monótona y aburrida. Por otra parte, yo creo que este libro se lee con la esperanza de que, en un momento dado, Mildred pegue un puñetazo sobre la mesa y demuestre que no pueden tratarla como a un felpudo, pero ese momento nunca llega. Al revés, al llegar a la última página no me podía creer que esta novela fuera a terminar así...
En fin, que este libro no ha sido para mí. Creo que esperaba encontrar algo en la línea de El gran día de la señorita Pettigrew, un libro también británico y con una solterona de protagonista que para mi gusto acierta mucho más a la hora de desarrollar la historia.
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