—Yo me crié en San Juan. En la ladera alta. Por allí había un perrillo chico abandonado. Un pequinés que dormía debajo de los coches y estaba siempre lleno de mugre. Alguna vieja del barrio le ponía de comer.
—¿Y eso a qué viene? —le escupió Cora.
Tito alzó las palmas de las manos, pidiéndole tranquilidad.
—Espera. Espérate un momento y escúchame. Por el barrio había perros grandes. Estaba de moda que la gente tuviera dóberman, presas canarios, pastores alemanes y todo eso. ¿Tú sabes lo que hacía el jodido pequinés? En cuanto veía que había algún perrazo cerca, en vez de salir corriendo, se le enfrentaba, ladrando. Y, si el grande se despistaba, se le colgaba de los huevos o del cuello. Así fue como sobrevivió un montón de años.
—Pero ¿qué me intentas decir?
—Te intento decir que Júnior será un buen perro de presa, pero que, en un caso como este, es mejor adoptar la estrategia del pequinés: dar el primer paso, plantar cara y, si puede ser, meterle una buena chascada en los cojones.
La estrategia del pequinés, pág. 173.
A Alexis Ravelo su fama de escritor de novela negra le precede, pero cuando empecé esta novela lo hice con mucha cautela, porque me he llevado muchas decepciones últimamente. Sin embargo, no era necesaria tal cautela porque esta es una novela negra magnífica cuya calidad se percibe ya desde las primeras páginas.
La trama nos presenta a una serie de cincuentones que dejaron de delinquir hace años, pero que se ven tentados por un último golpe que les solucionaría la vida (el Rubio tiene a su esposa enferma y quiere los mejores tratamientos para ella, Tito sueña con abrir un bar, y Cora sospecha que ya le queda poco para seguir viviendo de sus encantos). Así las cosas, Júnior, un distribuidor local de cocaína, trama con ellos un plan para atracar al testaferro de sus jefes en Gran Canaria. Sin embargo, el plan implica atacar directamente a los perros grandes de la isla, y está por ver si la estrategia del pequinés es tan sólida como desean.
Este libro, no muy largo, reúne todo lo que se le puede pedir a una novela negra: la historia, original y sólida, está muy bien planteada y desarrollada y te transporta de inmediato a las Canarias. Incluso yo, que no he estado nunca, he sentido casi casi como si conociera las islas. Los personajes cobran vida bajo la pluma de Ravelo y enseguida es inevitable empatizar con ellos y sufrir a medida que avanza la lectura y se complica la trama. El ritmo está muy bien conseguido, pues la acción no decae pero también tiene momentos tranquilos y reflexivos que dan un respiro (me suelen dar pereza esos libros de acción frenética desde la página 3 y este por fortuna no cae en eso).
En definitiva, un merecidísimo premio Dashiell Hammett en el 2014 que da ganas de seguir descubriendo la obra de este escritor de Las Palmas. ¡Le seguiremos la pista a Alexis Ravelo!
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