Seis personas se sientan a la mesa en la casa de Mike Schofield, un corredor de bolsa londinense: Mike, su esposa e hija, un narrador sin nombre y su esposa, y un famoso gastrónomo, Richard Pratt. Pratt suele hacer pequeñas apuestas con Schofield con el fin de adivinar el vino que se está sirviendo en la mesa, pero esta noche la apuesta será mayor… Cuando Schofield sirve el segundo vino de la cena comenta que será imposible adivinar cuál es, lo que Pratt toma como un reto.
Roald Dahl se desenvuelve especialmente bien en los relatos: sabe mantener el ritmo y da a las historias un toque perverso que hace que esperes el final con aprensión. Aún me acuerdo de un libro que leí hace veinte años, Kiss Kiss, que recoge varios relatos cortos de Dahl: uno de ellos, con el inocente título de William and Mary, me caló tanto que aún me vienen a la memoria de vez en cuando retazos de «la historia aquella que va de un cerebro».
De todas formas, Dahl también escribió relatos más amables, como este que traigo hoy. Lo vi anunciado en su día en las redes de la editorial Nórdica y hace poco me lo encontré en la biblioteca. Pese a que llevo una temporada que no he tenido tiempo de leer nada, vi que era un libro muy cortito y decidí llevármelo.
El narrador nos cuenta una velada que pasó en casa de un corredor de bolsa londinense, Mike, donde también era un invitado habitual el gastrónomo Richard Pratt, un hombre desagradable que enseguida se gana la animadversión de los presentes (y del lector). En esas veladas Mike y Richard suelen hacer pequeñas apuestas sin importancia con el fin de adivinar el vino que el anfitrión sirve en la mesa, pero esa noche la apuesta parece ir un poco más allá. El lector asiste impotente y con inquietud al curso de los acontecimientos sin saber en qué terminará la loca apuesta...
Esta lectura ágil, breve y con el ritmo inconfundible de Dahl es redonda, y además viene acompañada de un contrapunto perfecto: las magníficas ilustraciones de Iban Barrenetxea, que ayudan a poner en contexto al lector perfectamente y están cargadas de un fino sentido del humor. La impecable traducción la firma Íñigo Jáuregui.
En definitiva, un libro que se lee en un suspiro firmado por uno de los maestros de la literatura inglesa y que, dada su brevedad, conquistará incluso a los lectores más reticentes. Además gira en torno al vino, por lo que también constituye un regalo ideal para enólogos y aficionados. Yo tuve que devolverlo a la biblioteca, pero no descarto hacerme con él en esta próxima feria del libro de Madrid. Por cierto, se lo recomendé a mi madre (en un momento en el que no tiene el ánimo para centrarse en lecturas, la pobre) y le gustó muchísimo, tanto la historia como las imágenes. En definitiva, ¡este libro es un acierto seguro!
Ya me había fijado en este libro, que es un autor que me gusta mucho. Tu reseña me confirma que lo tengo que leer.
ResponderEliminarBesotes!!!
Es verdad, ¡con Roald Dahl es difícil no acertar! Sus libros infantiles también son buenísimos. ¡Besos!
EliminarEste lo tengo esperando turno!
ResponderEliminarBesotes
¡Pues se lee en una sentada, este es de los que no dan pereza!
EliminarBesotes.