15 de junio de 2020

La casa embrujada (Ed y Lorraine Warren)

Hace un tiempo emitían en la tele un programa sobre fenómenos paranormales que me tenía totalmente enganchada: Paranormal Witness. Dieron otros del mismo estilo, pero ninguno captura las historias con tanto gancho y tantos visos de veracidad como este programa:

ParanormalWitness.png

Además es de los pocos programas que he visto en los que se muestran fotografías y vídeos de los fenómenos «reales» según los tomaron los testigos, y a lo mejor peco de ingenua, pero no parecen estar trucados. El caso es que cada programa me tenía enganchada a la tele y me gustaba más que el anterior. Cuando Babelio ofreció este libro en su iniciativa de Masa Crítica decidí pedirlo porque me pareció que era lo más parecido que podía encontrar en versión novela. Y no me equivocaba: desde las primeras páginas, leer este libro es como ver un episodio de Paranormal Witness.

Los Smurl eran la típica familia norteamericana: en 1973, Jack y Janet Smurl se mudaron a un dúplex en el 330 de Chase Street en Pittston (Pensilvania) junto con los padres de Jack (que vivían en el adosado de al lado) y sus cuatro hijas adolescentes. Eran una familia trabajadora, religiosa y a todas luces feliz.

No obstante, ya en 1974 comenzaron a notar que ocurrían cosas raras: una mancha en la alfombra que aparece una y otra vez aunque se limpie a conciencia, una televisión que empieza a arder sin previo aviso, problemas inexplicables de fontanería, aparatos de radio que se ponen en marcha a todo volumen pese a estar desconectados de la electricidad... Un día, Janet estaba en el cuarto de la lavadora cuando oyó cómo alguien la llamaba claramente por su nombre una y otra vez, pese a estar sola en casa, y notó una presencia junto a ella que le erizó la piel. Ese día supieron que allí estaba ocurriendo algo que escapaba a toda explicación racional.

Poco a poco los fenómenos fueron aumentando tanto en frecuencia como en intensidad, hasta que en 1985 (¡casi diez años después!) la situación se volvió insoportable, pues incluso habían empezado a sufrir agresiones físicas por parte de los demonios que habitaban la casa. Por esa época los Smurl dieron con Ed y Lorraine Warren, «el demonólogo y la médium más famosos del mundo», quienes trataron de guiar a la familia en su lucha contra el mismo Diablo. Se oían continuos golpes en las paredes (en grupos de tres, el número del Diablo), los cimientos de la casa temblaban, los colchones se movían violentamente, Jack y Janet veían horribles monstruos que intentaban atacarles, e incluso sufrieron intentos de estrangulamiento y violaciones. Estaban al límite de sus fuerzas, su salud se había visto debilitada y tenían los nervios a flor de piel. Temían que el acoso terminara en una posesión que acabara con la vida de Jack, de Janet o, lo que es peor, de alguna de las hijas del matrimonio.

El libro termina en 1987, después del tercer exorcismo realizado en la casa. Tras unas semanas de calma en las que la familia respiró aliviada, los fenómenos volvieron a repetirse. El libro original fue publicado en 1988, así que una de las últimas frases del libro está pronunciada en un tono de desesperanza: «Actualmente, la infestación continúa».

De hecho, esa es la única pega que puedo ponerle al libro: como el original se publicó en 1988, cuando los fenómenos paranormales de la casa de los Smurl no habían llegado a su fin, el libro queda un poco inconcluso, se ve desactualizado, aunque en las últimas páginas la editorial ha añadido un par de líneas que cuentan lo que pasó al final.

He tenido que irme a internet para leer con más detalle cómo acabó la historia: en 1988 los Smurl se mudaron a otra casa y allí dejaron de experimentar los horribles fenómenos paranormales (pese a que anteriormente las presencias aterradoras los habían perseguido incluso cuando se fueron de vacaciones). La siguiente persona que se mudó al 330 de Chase Street tampoco vivió ninguna de las experiencias demoníacas que narraron los Smurl. La verdad es que durante la lectura me creí todo lo que vivió esta familia (y confieso que anoche, después de cerrar el libro, miré inquieta la oscuridad del pasillo), pero la opinión que parece imperar en internet es que no había muchos visos de realidad en estos fenómenos. Os invito a leer el libro para formaros una opinión. A mí, pese a que me ha dejado con la duda, la lectura de este libro me ha resultado de lo más entretenida y aterradora a partes iguales.




En este enlace de la editorial Obelisco podéis leer el primer capítulo. La traducción la firma Daniel Aldea y me ha parecido muy conseguida.

Gracias a Ediciones Obelisco y a Babelio por el ejemplar.

8 de junio de 2020

El monje (Matthew Gregory Lewis)

Jóvenes encantadoras que cubren su hermoso rostro tras un tupido velo, caballeros inflamados de amor ante la sola visión de una mano nívea y unos rizos rubios, reverendos solemnes y adorados que se ven sometidos a las mayores tentaciones, monjes que ocultan inmensos secretos bajo sus capuchas, una monja ensangrentada que se aparece cual terrorífico espectro cada 5 años, traiciones en una posada en medio de un bosque desierto, exorcistas, monjas que planean su fuga del convento en secreto, visitas a cementerios a medianoche, enterramiento de huesos insepultos, rituales de hechicería a medianoche en la cripta de un cementerio, la Santa Inquisición... y todo ello con el saborcillo de las Leyendas de Bécquer que tanto me gustaban en mi adolescencia. 

Hacía tiempo que no disfrutaba tantísimo con un libro, y encima ocurrió lo que más me gusta: llegó a mis manos de casualidad, y comencé a leer sin saber nada de la historia. Imaginaos cómo se me estiró el colmillo al leer este primer párrafo: 

Apenas llevaba sonando la campana del convento cinco minutos, y ya se encontraba la iglesia de los capuchinos abarrotada de oyentes. No creáis que la multitud acudía movida por la devoción o el deseo de instruirse. A muy pocos les impulsaban tales motivos; en una ciudad como Madrid, donde reina la superstición con tan despótica pujanza, buscar la devoción sincera habría sido empresa vana. El público congregado en la iglesia capuchina acudía por causas diversas, todas ellas ajenas al motivo ostensible. Las mujeres venían a exhibirse, y los hombres a ver a las mujeres; a algunos les atraía la curiosidad de escuchar a un orador afamado; a otros el no tener otro medio de matar el tiempo hasta que empezase el teatro; a otros, el habérseles asegurado que era imposible encontrar sitio en la iglesia; y la mitad de Madrid acudía allí esperando encontrarse con la otra mitad. Las únicas personas verdaderamente deseosas de oír al predicador eran unas cuantas viejas beatas y media docena de oradores rivales, dispuestos a encontrar defectos y a ridiculizar el discurso. En cuanto al resto del auditorio, de haberse suprimido totalmente el sermón, nadie se habría sentido defraudado, y muy probablemente ni habrían notado la omisión.

Y a partir de aquí se inicia una desenfrenada aventura en la que convergen todos los temas que he mencionado al principio, y que he disfrutado como una enana. ¿Y cómo es que nunca había oído yo hablar de este libro? El monje, una de las obras cumbre de la novela gótica, vio la luz en 1796, y su autor la escribió a la tierna edad de 19 años (hay pasajes que se nota que han sido escritos por un adolescente, jajaja). Lewis era inglés —me sorprendió ver que esta novela está ambientada en Madrid— y escribió esta novela en diez semanas, mientras estaba muerto de aburrimiento trabajando en la embajada británica en La Haya. ¿No es maravilloso? 

En definitiva, una lectura trepidante que te engancha desde las primeras páginas, en la que aparecen multitud de protagonistas y por un momento no sabes bien por dónde te va a llevar la historia, pero de repente convergen todas las tramas y a cada nuevo giro me iba quedando más alucinada. Yo me imaginaba que todo giraba en torno al monje Ambrosio, que era un personaje fuerte, carismático, noble, que debe enfrentarse a mil pruebas, un poco como Guillermo de Baskerville en El nombre de la rosa. Pero no, no van por ahí los tiros. Y ese final apoteósico... En fin, un libro que no solo se coloca directo entre los mejores de este año (junto con Crimen y castigo, que no me ha dado tiempo de reseñar pero me ha parecido un novelón), sino que pasa a formar parte de los libros de mi vida, ahí, sin ambages. Lo único que me da pena es no haberlo descubierto antes, porque mi yo de 16 años habría disfrutado tanto, pero tanto con este libro...

La maravillosa edición es de la colección gótica de Valdemar y firma la traducción Francisco Torres Oliver.

El monje (Matthew G. Lewis)