27 de mayo de 2013

Happy Kids y la «mis lit»

Con la experiencia de haber acogido a más de cincuenta niños en su casa y ser madre de tres (dos biológicos y una adoptada), Cathy Glass expone en este libro una serie de consejos dirigidos a crear un entorno familiar sano y estable para que los pequeños de la casa crezcan felices y equilibrados. Este manual práctico se centra en los casos más difíciles de rebeldía o desobediencia, de manera que resulta apropiado para aquellos padres que sienten que deben empezar a imponer un poco de disciplina antes de que las fierecillas se hagan con las riendas del hogar. Está escrito de manera muy clara y ordenada, su estilo es impecable y la edición es muy buena, en mi opinión.

Pese a que me ha gustado esta lectura, con lo que de verdad disfruto es con los libros de Cathy Glass en los que cuenta sus experiencias reales como madre de acogida. Glass, que escribe bajo seudónimo para proteger la privacidad de estos casos reales con los que trabaja, lleva 25 años siendo madre de acogida, es decir, cuidando niños que no pueden ser atendidos por sus padres a cambio de una prestación económica. Su otra gran pasión es escribir, actividad a la que dedica los pocos ratos libres con los que cuenta (en su web dice que, en ocasiones, se levantaba a las 4.30 h de la mañana porque era el momento del día más tranquilo para escribir). Pese a esta larga trayectoria y a haber publicado algún artículo sobre salud y asuntos sociales en periódicos tan relevantes como The Guardian y Evening Standard, su primer libro se publicó hace solo seis años, en el 2007. Damaged narra la cruda historia (un caso real, recordemos) de una niña que había sido víctima de abusos. El libro básicamente cuenta el día a día de la estancia de la niña en casa de Cathy Glass, cómo funciona el engranaje de la acogida en el Reino Unido y cómo organiza la autora su día a día para reeducar a un niño con problemas de conducta y desarrollo al tiempo que cuida su vida familiar. Este primer libro cosechó un tremendo éxito y llegó al número uno de la lista de ventas del Sunday Times.

Como se suele decir, el resto es historia: lleva 16 libros publicados y ha vendido 1,4 millones de ejemplares en todo el mundo (aunque no están traducidos al español). Como curiosidad, este tipo de libros se han criticado en ocasiones porque pertenecen al género llamado misery lit o mis lit: un tipo de literatura biográfica que suele girar en torno a un trauma o abuso, a menudo narrado en primera persona, y que el protagonista suele superar con éxito. Se escribe a modo de terapia o de enseñanza, al tiempo que se sacan a la superficie temas –como el maltrato infantil– que antes tendían a esconderse debajo de la alfombra. No obstante, también se dice que el éxito de este tipo de literatura radica en el morbo que proporciona al sumergir al lector en las miserias ajenas. Voyeurismo puro y duro, vamos.

Aquí en en Reino Unido este tipo de literatura es bastante popular y yo debo admitir que, aunque apenas he leído unas pocas novelas (tengo estas de Cathy Glass, y esta de otro autor reseñadas en el blog), me resultan ciertamente entretenidas, aunque uno debe estar algo predispuesto a pasar unos días sumido en historias tremendamente tristes y conmovedoras.

Para acabar, dejo un par de fotos a modo de curiosidades: la sección de mis lit de la biblioteca de mi barrio (en un pueblo cerca de Londres), para que se vea este tipo de literatura es frecuente hasta el punto de contar con su propia sección destacada (nótese que todas las portadas tienen un estilo muy característico; son calcadas, vamos), y un trocito de la estantería de cuatro baldas que la cadena W H Smith dedica a este género (esta la tomé también en mi barrio, en un local que no es especialmente grande). También son libros facilísimos de encontrar en los aeropuertos, a menudo con ofertas de dos por uno, y la verdad es que con uno de ellos entre las manos la jornada de viaje se pasa en un suspiro.




16 de mayo de 2013

Panteón

Me temo que no me voy a sentir muy cómoda escribiendo la reseña de hoy. La situación es la siguiente: hace unos meses descubro una novela que me entusiasma (tanto, que declaro que es el mejor libro que he leído en el 2012; hablo de La hora del mar); conecto con el autor por las redes sociales y resulta ser amabilísimo, inteligente, encantador; compro ávida su siguiente novela con ganas de devorarla y... ¡ay! Esa novela no me gusta en absoluto. ¡Menudo batacazo! Así pues, escribo esta reseña con la intención de ser sincera pero también con cierto reparo, pues lo que menos pretendo es echar por tierra el trabajo o el esfuerzo de un escritor al que sigo admirando. Ese trabajo que conlleva escribir una novela es lo primero que valoro y lo que le agradezco a Carlos Sisí. La reseña no pretende en absoluto ser destructiva, pero también he querido enfocarla con total neutralidad, sin tener en cuenta el flechazo que sentí con su novela anterior. Vamos allá, pues, y empiezo con el resumen que figura en la contra:

La Tierra, el planeta original, explotó hace algo más de diez mil años. Por aquel entonces el hombre ya había iniciado su periplo por el espacio. En esta nueva Era, la guerra y la paz son elementos de una misma balanza que se equilibran cuidadosamente desde La Colonia, el enclave científico por excelencia. Desde allí, la controladora Maralda Tardes detecta actividad bélica en un planeta alejado de cualquier ruta comercial, y decide iniciar un protocolo estándar de inspección. 

Mientras tanto, Ferdinard y Malhereux, dos jóvenes chatarreros, esperan pacientemente en el subsuelo de dicho planeta a que acabe la guerra en la superficie para saquear los restos del combate y extraer un suculento beneficio. Entre los restos de la batalla encuentran un extraño artefacto que parece pertenecer a una civilización antigua y desconocida y tras el que van los atroces mercenarios sarlab y los científicos de La Colonia por igual. Poco se imaginan Mal y Fer que lo que tienen en su poder podría ser la llave para liberar una amenaza más antigua que la galaxia.

Confieso que no fue un amor a primera vista. Apenas he leído ciencia ficción y tampoco he visto las películas más representativas del género (ni las menos), pero sí diría que empecé la lectura con una mente abierta, dispuesta a sumergirme entre las páginas de esta novela ambientada en el espacio en un futuro muy lejano. Sin embargo, pasaba las páginas y veía que no me convencía. La hora del mar me conquistó porque Carlos Sisí supo tejer su tela de araña lentamente desde el principio de la novela. Se tomó su tiempo en ir construyendo todo el entramado sobre el que se asentaría después la acción. Para cuando esta empezó, yo ya estaba irremediablemente enganchada.

En Panteón, sin embargo, el autor parece que tiene prisa por que empiecen a pasar cosas. Pone al corriente al lector a toda velocidad de lo que hay que saber, y venga: acción, acción, acción. Antes de que la trama haya conseguido atraparme ya hay que andar corriendo detrás de los personajes, y confieso que he avanzado por la historia como de mala gana, como una niña a la que su madre coge de la mano para que camine más rápido y tiene que ir medio arrastrándola.

Desde el primer momento la trama me pareció poco creíble. En primer lugar por los diálogos, por el vocabulario utilizado. El autor no puede llamar la atención sobre este punto poniendo en boca de los protagonistas interjecciones como "¡Sagrada Tierra!" o "por los Nueve...", como adaptándose a lo que se dirá dentro de diez mil años, para alternarlas con un "¡coño!" o un "¡pringados!", que te trasladan de golpe, qué sé yo, al Madrid de Malasaña (por no mencionar palabras tan contemporáneas como "¡bingo!", "tronco" o "yuyu"). ¿En serio dentro de diez mil años la gente dirá "le tocaría bastante los cojones que aquella estúpida zorrita le sobreviviera" o "esa pava me estará apuntando desde arriba"?  No digo que el autor tuviera que haberse inventado un lenguaje nuevo, evidentemente, pero si no va a meterse en ese jardín, mejor no atraer la atención sobre el tema poniendo cuatro expresiones aquí y allá que lo único que consiguen es resultar cansinas a fuerza de repetirse y de codearse con expresiones demasiado contemporáneas. Creo que lo idóneo hubiera sido buscar un lenguaje más atemporal, uno que no llamara la atención en un escenario tan futurista. Y que conste que la idea era buena, que, evidentemente, detrás de ese "¡Sagrada Tierra!" está el hecho de que, en ese futuro lejano, la gente cuando maldice ya no invoca a Dios, pero, como digo, creo que el recurso queda cojo. Por cierto, no dirán "¡Dios mío!", pero sí que sueltan algún "¡Jesús!"...

Siguiendo con el lenguaje, aparte de que hay más erratas de lo que sería deseable (pero esto es más culpa de la edición, supongo), Sisí vuelve a escribir muchas expresiones que suenan a malas traducciones (esto ya lo comenté en La hora del mar). Ejemplos –extraídos del libro– como "Esa cosa… ¡es jodidamente pesada!" o "¡Sólo sácalo!" me parece a mí que solo las dicen en malas traducciones del inglés. Vamos, nadie está trabajando tranquilamente al ordenador, levanta de repente la vista y espeta: "Este texto... ¡es jodidamente enrevesado!", ¿no? De esas hay a montones y, sinceramente, me decepciona verlas en un original en español.

Por otra parte, muchos aspectos de la trama me sonaban terriblemente contemporáneos. Por ejemplo, en una escena determinada se describe una sala de ordenadores que parecen haber montado rápidamente y de manera un poco improvisada, y se describen unos "cables colgando de esos ganchos rudimentarios". ¿En serio que dentro de diez milenios los ordenadores, si los hay, seguirán teniendo cables, y se seguirán haciendo apaños agrupándolos en ganchos? Y como estas me he encontrado unas cuantas. 

En cuanto a los personajes, me pareció que Sisí los perfiló mejor en La hora del mar. En este libro no he acabado de sentir empatía por ninguno de los protagonistas. Por ejemplo, no he sabido distinguir en ningún momento entre Mal y Fer; nunca sabía quién era quién. Creo que en las primeras páginas se dan unas pinceladas de los rasgos del carácter de cada uno, pero no se retoman más adelante y, en mi opinión, en ocasiones los dos parecen la misma persona. En cuanto a Maralda, ¿de verdad había que señalar lo sexy que es y lo mucho que el traje espacial le marca el culo? (En forma de corazón invertido, por cierto; esto lo habrán sacado de Nueve semanas y media.) A las lectoras nos podrían haber recreado con el culo de Tarven For, digo yo, o, en su defecto, con una mínima descripción física de los personajes masculinos… El único en el que el autor se recrea es en Jebediah, y por exigencias del guión. (Vale, lo del culo de Maralda sé que es un detalle puntual y que tampoco tiene más importancia, pero igualmente ¿por qué no se describe el físico de Mal y Fer en ningún momento? Creo que es al final del libro cuando me entero de que uno de ellos tiene los ojos claros...)

En las últimas páginas, se suceden escenas cada vez más increíbles. Por comentar solo una, uno de los protagonistas (no digo el nombre, pero ojo, podría ser un spoiler) «… aún respiraba, aún era capaz de sentir. Quizá estuviera al borde de un coma o algo peor, pero aún no se había ido». Sin embargo ¡alehop!, en la página siguiente este protagonista «ya se había puesto en pie» (sin ningún motivo aparente; más que nada porque la trama dictaba que había que huir de los malos).

En resumen, el problema para mí es que, cuando a un libro le falla el andamiaje, la historia en sí de repente pasa a un segundo plano. A Panteón se le ve el entramado y con ello la magia de la ficción se desmorona un poco. Debo de ser una lectora jodidamente puñetera, porque me fijo muchísimo en detalles como los que he comentado en párrafos anteriores y con eso, para mí, las tripas de la novela quedan al descubierto. Así pues, hacia la página 45 ya me había olvidado de la trama y me estaba cuestionando si se sostenía todo lo que iba leyendo o si pegaba utilizar tal o cual expresión. 

No obstante, hey, acabemos con dos notas positivas: este libro ha ganado el premio Minotauro de este año (que se otorga a la mejor novela inédita de ciencia ficción, terror o fantasía), y la gran mayoría de las reseñas que he leído por la red alaban entusiasmadas el Panteón de Carlos Sisí, así que, como suelo decir, recomiendo leerla y que cada cual juzgue por sí mismo.




3 de mayo de 2013

El jardín secreto

No sé si es que últimamente estoy más nostálgica, pero no hago más que encontrarme libros que de pequeña me habrían encantado. Desde bien cría me gustaba mucho releer los libros que tenía en casa; por una parte disfrutaba sumergiéndome de nuevo en aquellas aventuras que conocía tan bien, pero por otra volvía a ellos porque no sabía muy bien qué libros nuevos me podrían gustar. Además, recuerdo que era demasiado tímida para preguntar en las librerías o en la biblioteca. Pues bien, con esta novela sé que habría pasado unos ratos entretenidísimos. ¡Qué pena no haber descubierto entonces este clásico inglés!

Mary es una niña nacida en la India, hija de unos padres británicos muy adinerados pero egoístas, que nunca quisieron a la pequeña. Crece rodeada de sirvientes que le conceden todos sus caprichos y aguantan estoicos sus rabietas, pero sin darle un ápice de cariño. Así, Mary se convirtió en una niña tremendamente malcriada, enfermiza, en absoluto afectuosa y acostumbrada a tratar con desdén a todo el mundo. Cuando contaba 10 años, una epidemia de cólera mata a sus padres y a todos los sirvientes; sola en el mundo, es enviada a Yorkshire (Inglaterra), a vivir con un tío suyo a quien no conoce, a un caserón enorme perdido en medio de un inclemente páramo.

"Are you a ghost?"
Al principio Mary trata con desdén a todo el mundo y no le gustan ni el caserón ni el páramo, húmedo y gris a finales del invierno. Debe permanecer confinada en dos habitaciones de la casa y entretenerse sola, pues nadie está muy dispuesto a ocuparse de ella, por lo que empieza a vagar por la casa y los terrenos circundantes en busca de entretenimiento. Un día descubre la existencia de un jardín que lleva cerrado una década y donde está prohibido entrar. Es así como la pequeña Mary, por quien nadie se preocupa y quien tampoco ha aprendido a querer a los demás, resuelve volcar todo su afecto en ese jardín secreto, dispuesta a devolverlo a la vida y a hacerlo florecer de nuevo.

Para ello contará con la ayuda de Dickon, un chico alegre, amable y un poco «encantador de serpientes», pues tiene un don especial que le lleva a entenderse con los animales como si fuera uno más de ellos. Dickon se acompaña de zorros, cuervos, ardillas, corderos y petirrojos, que casi son tan protagonistas de la historia como él mismo. También es protagonista otro niño que no mencionaré para no destripar la trama.

Y así, mientras el jardín florece de nuevo gracias al empeño de Mary, las vidas de todas las personas que giran a su alrededor se verán irremediablemente alteradas también.

El jardín secreto es un libro sencillo, pero que transmite a la perfección la inocencia con la que se ve el mundo con 10 años, lo poco que necesita un niño para ser feliz (quizá solo el contacto con la naturaleza, sentirse querido, y reír, correr y jugar con otros niños...). Curiosamente, hacia el final de la historia, la autora aprovecha para hacer todo un alegato a la magia del pensamiento positivo.

"A crow cased loudly."
En cierto modo este libro me recordó a las aventuras de Enid Blyton, a la camaradería que se establecía entre niños y animales, a los días de aventuras pasados en plena naturaleza, compartiendo secretos de los que ningún adulto debe enterarse bajo ningún concepto, con madres afables que preparan una buena cesta de picnic que los niños devoran con apetito... ese tipo de historias que muchos leímos entusiasmados de pequeños. Desde luego, en más de una ocasión me dieron ganas de volver a ser niña otra vez y salir corriendo puerta afuera a jugar en la naturaleza.

"A shall live for ever and ever."
De este libro se han hecho ediciones preciosas, algunas muy indicadas para que los niños se sientan irremediablemente atraídos por esta historia. La portada que incluyo es la de la edición que he leído yo (2 libras me costó), pero debo decir que es casi la más fea que he visto, más adecuada para el público adulto al que se dirige la colección de Penguin que para el sector infantil.

Las otras imágenes que incluyo en esta entrada son de Inga Moore, que ha ilustrado la historia entera; además son láminas que se pueden consultar y comprar en el siguiente enlace:

Inga Moore