21 de noviembre de 2018

Un velo de libertad (Laila R. Monge)

Imagínate que tienes doce años, vives en un pueblo y sientes que no encajas... Tras un tiempo de preguntas, de búsqueda y de diálogo interior, descubres que lo que más te atrae es el islam y haces todo lo posible por acercarte a esa cultura. Huelga decir que el camino que tienes por delante no va a ser nada fácil...


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Esta es la propuesta que traigo hoy: un libro autobiográfico en el que Raquel, su protagonista, nos cuenta lo que la llevó a convertirse al islam. El relato arranca cuando Raquel tenía 12 años, y conoceremos a una niña totalmente normal, estudiosa, aplicada y de ir a misa los domingos con su abuela Cloti, a quien unía un estrecho vínculo. Cuando Cloti muere, Raquel se siente perdida, empieza a alejarse de la religión católica y busca otros referentes. Sin saber muy bien ni cómo, se siente atraída por la cultura islámica, y en este libro nos cuenta la lucha que tuvo por delante a partir de ese momento: se enfrenta primero a sus propias dudas (Raquel intentará seguir caminos más «convencionales»), y luego a las de su entorno, pues sus padres no entienden ese cambio que se está produciendo en su hija, y la gente del pueblo aún menos. Su curiosidad natural hace que se sienta muy atraída por la comunidad marroquí del pueblo, pero tampoco parece fácil adentrarse en su cultura a una edad tan temprana y a menudo Raquel no sabe a quién recurrir para hallar respuesta a todas las dudas que la acucian (por ejemplo, cómo se hace el Ramadán o cómo ponerse el velo).


Raquel (que más tarde pasaría a llamarse Laila) nos cuenta de una forma sencilla, natural y sincera no solo cómo se convirtió al islam, sino cómo fue su proceso personal de entrada al mundo adulto, venciendo sus propias dudas y superando las dificultades que se interponían en su camino, pero siempre con la idea clara de que no iba a dejarse seducir por seguir caminos quizá más fáciles, pero con los que no se sentía identificada. Llama la atención el hecho de que se mantuviera tan firme en unos años —los de la adolescencia— en los que nos afecta tanto la opinión de los demás y por encima de todo queremos no destacar. Raquel supo mantener su personalidad y tuvo claro que no iba a renunciar a sus convicciones, que cada vez sentía más fuertes en su interior, por adaptarse a unos determinados convencionalismos.

La única pega que le pondría es la distancia que la autora parece poner con su propia historia. Me habría gustado quizá algo más de calidez, algún cambio de ritmo, un punto emocionante al final de la historia que me ayudara a acabar de conectar con ella. Da la impresión de ser una persona muy seria, y sin embargo creo que no es así, al menos por lo que he podido ir viendo en las redes. De todas formas, para ser una primera novela es un texto muy bien escrito y que, por cierto, ha sido revisado con meticulosidad, cosa que se agradece, pues la corrección final es un tema que a menudo pasan por alto los libros autopublicados. Esto no pasa en Un velo de libertad, una novela cortita muy recomendable que se lee fácilmente en un suspiro.

16 de noviembre de 2018

Cómo volé sobre el nido del cuco (Sydney Bristow)

Publicar hoy una novela no tiene nada que ver con lo que era hace unos años. En la actualidad las redes sociales son las protagonistas y, si no tienes una fuerte presencia en ellas, es probable que pases bastante desapercibido. Lo que traigo hoy es algo así, pero llevado al extremo: este libro fue subido por capítulos a ForoCoches, donde su autora era forera asidua, y lo escribió entero desde su móvil (hago una pausa dramática porque este dato me parece digno de admiración). Se generó un hilo que atrajo nada menos que 200.000 visitas y 6.000 comentarios (estas cifras probablemente sean ya más altas) y hubo una editorial muy avispada que se dijo que tenía que aprovechar ese tirón y publicar el libro en formato físico.

¿Y qué es lo que cuenta esta chica para haber atraído una atención así? Pues lo que ocurrió los 37 días que Ana/Sydney, una abogada de 32 años, pasó ingresada en una planta psiquiátrica tras haber intentado suicidarse tirándose de un puente. Cuando le dieron el alta en el hospital y vio que no se iba a casa, sino que la metían en un psiquiátrico, pensó que tenía ante sí los peores días de su vida. Sin embargo, lo que encontró fueron risas, locuras (claro), empatía, ternura y nuevas amistades de vínculos inquebrantables.

Es un libro que se devora no solo por lo que cuenta (saber anécdotas de un psiquiátrico siempre despierta curiosidad...), sino por la voz particular de la narradora: prosa muy ágil, mucho sentido del humor y un lenguaje tremendamente forocochero. De hecho, esa es una de las pocas pegas que puedo ponerle al libro: no sé hasta qué punto va a envejecer bien: me partía cada vez que Sydney terminaba una frase con Hulio, pero ¿se entenderá el chascarrillo dentro de cinco años? Mi madre se perdería montones de referencias, ¿disfrutará ella de este libro igual que lo he hecho yo?

Por un momento, temí que la autora se escudara demasiado en el sentido del humor y tendiera a frivolizar tanto su estancia como el tema de las enfermedades mentales, pero pasados los primeros capítulos vemos que no es así: al contrario, la autora logra un buen equilibrio entre narrar estos temas con sensibilidad y contarlo de una forma que enganche al lector. También es muy valiente cómo Sydney se abre por completo en este libro, cuenta sus problemas del pasado (la relación con su madre me pareció desgarradora) y confiesa sus enfermedades y recaídas, al tiempo que afronta con valentía el futuro.

A medida que avanzamos en la lectura es inevitable tomar cariño a los personajes del libro, tanto a las enfermeras (como Alicia) que realizan bien su trabajo y son un tremendo apoyo para los pacientes, como a los enfermos de la planta: Lolo, Chema, Nati, Naiala... Para algunos la historia termina bien, para otros no tanto, pero todos reflejan la lucha titánica que es tener una enfermedad mental y que, detrás de eso, en realidad son personas como cualquiera de nosotros. Este creo que es uno de los puntos principales que pretendía esta novela: desestigmatizar las enfermedades mentales, hacernos ver que detrás de los enfermos hay personas que ríen, lloran y sienten, y que en definitiva son de carne y hueso.

Una lectura que recomiendo muchísimo, con la que lloraréis y reiréis a partes iguales. Haceos con esta novela si podéis: todos los personajes se harán un huequito en vuestro corazón.

Y a la autora le mando un fuerte abrazo y le envío mis mejores deseos.