25 de marzo de 2021

Tierras de niebla y miel (Marta Abelló)

Hoy nos remontamos a finales del siglo XIX y viajaremos a tierras andaluzas, al triángulo comprendido entre Cádiz, Antequera y Málaga, de la mano de Marta Abelló y su novela Tierras de niebla y miel. ¿Os venís?


La novela se inicia en el vapor Montevideo, que parte de Nueva Orleans rumbo a Cádiz con una joven a bordo que pretende romper con su pasado: Martina de Icaza huye de un matrimonio precipitado que resultó no ser tan bueno como parecía. De hecho la primera frase del libro es contundente:

Decidió marcharse el día del eclipse, bajo el influjo de la luna roja. Compró un nombre falso, fingió su muerte y con el miedo en las entrañas huyó de Nueva Orleans. A sus veintitrés años y quebrando su destino, Martina de Icaza regresaba a Cádiz.

Sin embargo, al llegar descubre que sus padres han fallecido y la casa familiar está en manos de su aún esposo, que la cree muerta. Así las cosas, Martina acaba en La Gaviota, la pensión de su tía Balbina, donde se pone a trabajar tratando de discurrir cuáles serán sus siguientes pasos. Pero una persona cercana desaparece y, siguiendo su pista, Martina acaba como institutriz en la hacienda de Alejandro Baena, donde nada es como parece. Por el camino, secuestros de bandoleros, asesinatos de muchachas pelirrojas, una monja sin vocación que escapa a su destino, ritos masones, señoritos de campo, un sacamantecas, un ama de llaves a la altura de la señora Danvers y el inesperado protagonismo del dolmen de Menga. 

Cuento esto y, no obstante, me da la impresión de que no consigo hacerle justicia del todo al libro, porque esta novela me ha parecido extraordinaria en muchos aspectos: por un lado, la capacidad de Marta Abelló de tejer una novela tan compleja, con tantas capas y tantísimos personajes, y dotar a cada uno de ellos con una voz tan singular, por ejemplo Dorita cantando «La Taraaara, sí; la Taraaara, no...», o Gaspar con su característica forma de hablar, que la edición del libro reproduce a la perfección: «Uno, do, tre ¡y cuatro! ¡La curiosidá mató ar gato!». La autora utiliza recursos nada habituales que confieren un carácter muy particular a la novela, que me ha conquistado totalmente. Como digo, cada personaje tiene una forma de hablar característica (no me gustan esos libros en los que todo el mundo habla igual, sin importar el origen social, la edad o el carácter que tengan), pero no solo eso, sino que tanto las descripciones como las costumbres de los personajes y el vocabulario que utilizan consiguen transportarte a finales del siglo XIX, y eso me ha parecido un recurso logradísimo.

Todos los personajes me han parecido memorables, desde las entrañables Erlinda y Milagros, con la que me partía de la risa, hasta los villanos (Simona, Conrado y el singular personaje que es Gaspar). Y el peso de la novela lo lleva sin problemas un personaje fuerte y vulnerable a la vez como es Martina de Icaza, una mujer que luchó por librarse del maltrato en una época en que las mujeres de cierta posición no eran sino complementos («jarrones» las llegan a llamar en la novela) del marido.  

—Sabes que tienes mucho que perder, querida —continuó diciendo—. Este es un mundo de hombres en el que rige una justicia hecha también por hombres.

Sin embargo, Martina no se deja doblegar pese a lo difícil de su posición, y cita unas palabras de Juana Eyre (me encanta que utilice el nombre traducido, como era muchas veces costumbre en las primeras traducciones publicadas de esa novela):

«No soy un pájaro y ninguna red me atrapa.»

También me ha gustado cómo la autora describe el lacerante contraste entre los señoritos que toman champán en copas de cristal y el té en tacitas con cucharas de plata, y los jornaleros, que comen gachas en cuencos de madera. Esta diferencia de clases es protagonista a lo largo de toda la novela y me ha parecido muy bien descrita.   

Como digo, la novela tiene multitud de personajes y subtramas y en ocasiones reconozco que andaba perdida en ese «quién es quién», pero pese a ello la novela, estructurada en capítulos muy cortos y nada menos que 36 partes, no se lee sino que se devora. Quizá me hubiera gustado que los personajes fueran menos, para evitar esa sensación de ir un poco perdido en algunas partes de la trama, y también creo que hay escenas que podrían haberse suprimido sin afectar al ritmo general de la novela, pero son dos temas menores. Es una novela que se disfruta mucho y con la que he aprendido un montón acerca de una zona tan desconocida para mí como es el Torcal de Antequera. Los escenarios de esta novela son muchos y muy variados, y la autora consigue dejarte con ganas de saber más y más acerca de todos ellos.

El Cortijo Jurado, la casa en la que se inspiró Marta Abelló para crear su Casa Baena, la «casa blanca de las flores negras»

Una escena real en el Cortijo Jurado, con mujeres que parecen haber inspirado más de una escena de esta novela

En definitiva, una novela que no voy a dudar en recomendar, con dosis de aventura, misterio, historia, amor y desamor, al tiempo que retrata magníficamente una época que no nos queda tan lejana y que incluso cuenta con algún que otro personaje que existió en la realidad. A ver si sabéis quién es...

Esta reseña participa en la iniciativa:


Apartado: Made in Spain.

La víctima o el asesino pertenecen a la clase baja o marginal.


11 de marzo de 2021

Spiculus (Juan Tranche)

En su primera novela, Juan Tranche nos propone un vertiginoso e instructivo viaje por la Pompeya del siglo I d. C., ¡y qué viaje! En él confluyen dos historias: por un lado la de Lucio y Ronet, un joven patricio y su esclavo, apasionados por los gladiadores y amigos desde la infancia, cuyos caminos poco a poco se separan a medida que van cumpliendo años, y por otro la del emperador Nerón, en pleno apogeo de su poder, su tiranía y sus excentricidades. Y, como telón de fondo, la Roma imperial y una Pompeya a las puertas de la erupción del volcán que arrasó la ciudad.


El libro empieza con Lucio Valerio, hijo de una importante familia de viticultores de Pompeya que provee al Imperio con los mejores vinos. En la domus se ha criado con él Ronet, hijo de los esclavos de mayor confianza de la familia y responsables de los mejores caldos. Lucio y Ronet siempre han jugado juntos y de hecho Ronet nació en la casa, pero siempre han sido conscientes del rango que ocupa cada uno y esas diferencias poco a poco se van acrecentando. Sin embargo, ambos comparten una pasión: las luchas de gladiadores, y de hecho entrenan juntos de la mano de un experto gladiador. Pero a medida que los años pasan las diferencias entre ambos también se acrecientan: Ronet es un chico sencillo pero valiente, que sabe perfectamente el lugar que ocupa en la casa; por otra parte, se enamora perdidamente cuando una joven esclava egipcia llega a la domus. Lucio, por su parte, empieza a dar muestras de un carácter egoísta y cobarde y solo se preocupa de su propio disfrute. Poco a poco, sus diferencias se van haciendo irreconciliables.

Por otra parte, el emperador Nerón es un personaje más de la novela. Al principio pensé que sus apariciones serían anecdóticas, pero poco a poco vemos que la novela contará su historia en paralelo a la de Lucio y Ronet (y entrecruzándose a menudo con ellos). Este para mí ha sido todo un puntazo de la novela y que no me esperaba (porque, como hago siempre, no había leído el texto de la contra). Desde luego, las vidas de los romanos dan para cien novelas; cada vez que leía una anécdota me iba a Google pensando: «Esto tiene que habérselo inventado el autor; no puede ser cierto». Y no: una tras otra, las anécdotas históricas que cuenta Tranche ocurrieron en la realidad. Así, en este viaje a lo largo de varios años seremos testigos de la prohibición de las luchas de gladiadores en Pompeya después de los disturbios del año 59 d. C. (prohibición que duró años), el terremoto de Pompeya del año 62 d. C., el Gran Incendio de Roma del 64 o la construcción de la Domus Aurea, y por sus páginas desfilan Séneca (como consejero de Nerón), Agripina (la madre del emperador), Octavia y Popea (emperatriz la primera y amante de Nerón la segunda), los apóstoles Pedro y Pablo... Por cierto, el propio Spiculus existió en realidad y fue el gladiador favorito de Nerón, quien lo colmó de lujos y regalos y le ofreció una vida fastuosa. Eso sí que no me lo esperaba, pero es un ejemplo más de que, en la Roma antigua, la realidad está totalmente a la altura de la ficción más imaginativa.

El lector será testigo del poder de Nerón como emperador, que ejercerá de manera despótica, y queda patente su carácter caprichoso e infantil. Veremos la lucha de poder con su madre, Agripina, y sus tiras y afloja con sus dos consejeros, Séneca y Burro. Pese a que el autor indudablemente recurre a la ficción para recrear diálogos y situaciones, es fácil reconocer uno tras otro acontecimientos que sucedieron en la realidad, como el supuesto envenenamiento de Burro o la influencia cada vez mayor que ejercía sobre Nerón su amante, la ambiciosa, vengativa y cruel Popea, que llegó a destronar a la mismísima emperatriz, Octavia.

Un aspecto que destaca es que en el libro se da una cantidad ingente de datos, desde los nombres de la vestimenta de los gladiadores hasta detalles de la trayectoria de Popea o de la historia de la ciudad de Pompeya, y armar una novela de 600 páginas con toda esa información y que salga un resultado coherente y entretenido me parece todo un logro (¡la novela no aburre en ningún momento!).

En definitiva, Spiculus me ha parecido una historia entretenidísima y muy recomendable para los aficionados a la novela histórica en general y las de romanos y gladiadores en particular. Ahora bien, también tengo algunas pequeñas pegas que ponerle al libro. En primer lugar, no tengo claro quién es el protagonista. Supongo que Spiculus, pero en realidad es el malo de la película y no me acaba de cuadrar una persona así como protagonista. En cuanto a Ronet, es un personaje que se me queda un poco cojo; quizá le ha faltado un poco de carisma, no sé. Le agradezco al autor que no haya tirado por la ruta previsible de que los dos amigos se pasen medio libro compitiendo por la chica, pero aun así la historia ha deparado un final con pocas sorpresas.

Y otra pega que le pongo: las escenas violentas, crudas, explícitas. Vale, seguramente refleja la realidad tal cual fue, pero, no sé, Ben-Hur o Espartaco son películas que transcurren más o menos en el mismo periodo y no tienen el mismo enfoque. No digo, por ejemplo, que haya que hablar de sexo como en la famosa escena de Espartaco de las ostras y los caracoles (tampoco nos vayamos al otro extremo), pero sí es verdad que es un libro que no le recomendaría a mi madre, por ejemplo, porque sé que ella prefiere no leer según qué pasajes. Por cierto, yo creo que las escenas de las violaciones son prescindibles. No sé qué opinaréis quienes lo habéis leído.

De todas formas, en este libro los puntos positivos ganan con mucho a los negativos. Si Juan Tranche ha sido capaz de pergeñar una primera novela como esta, estoy segura de que nos ofrecerá grandes historias en un futuro. Se nota que sabe muchísimo de gladiadores y esa pasión se transmite en cada página. Un autor a quien, desde luego, habrá que seguir la pista. ¿Os animáis a asistir a una lucha de gladiadores en la Roma de Nerón...?

Cada golpe te hace más fuerte, cada dolor que sufres te vuelve más inmune, cada gota de sudor debe servir para convertirte en mejor luchador. Nunca te preguntes por qué estás en este lugar, olvida tu pasado y quién eres, olvida qué te trajo hasta aquí y centra todos tus esfuerzos en la victoria y en creer únicamente en ti. Entrena cada día más fuerte. ¿Estás dando todo lo que puedes? Recupera el aliento. La grandeza de un gladiador está más allá de la arena. Déjate el alma, la vida y el corazón y alcanzarás la gloria.

Gracias a Edición Anticipada y a Suma de Letras por el ejemplar.


Esta reseña participa en la iniciativa:


Apartado: Ocurrió en Europa.

Una novela de un escritor/a italiano o que transcurra en Italia.

Si la novela va de gladiadores e interviene Nerón en la trama, no diré que muere hasta el apuntador, pero casi. :)

7 de marzo de 2021

Cuentos a los cuarenta (Laura Freixas)

¿Qué le dirías a tu yo de hace veinte años? A aquella mujer dispuesta a arrasar con todo y todos, o a la niña que no puede sospechar aún las dimensiones de su libertad. ¿Y cómo enfrentar ahora lo que ya no puede ser? ¿Y lo que sí puede? Solo el humor, la magia de la imaginación y las armas que brinda el tiempo pueden librarnos del engaño.

Recuperamos estos nueve relatos de Laura Freixas, en los que la autora juega con la realidad y las contradicciones entre la madurez y la inexperiencia, el deseo y la resignación.


Con veinte años, yo creo que todos pensábamos que nos íbamos a comer el mundo. Y es ahora, llegados los cuarenta, cuando en ocasiones tenemos que reajustar las expectativas y nos damos cuenta de que quizá las cosas no salieron como habíamos soñado. Antes una siempre tenía la esperanza de que eso llegaría en un futuro, y ahora nos damos cuenta de que ya no hay tiempo ni ganas de seguir esperando.

Ahora tienes cuarenta años y empiezas a sospechar que no me encontrarás. ¿El qué no encontrarás? ¿Quién soy? ¿Qué buscas?

Yo soy esa aura que rodeaba todas las cosas que soñabas. (Pág. 62)

Las mujeres de este compendio de relatos tenían grandes sueños de juventud y, ya cumplidos los cuarenta años, se toparon con una realidad mediocre en la que nunca pensaron que se verían envueltas. Y debo decir que aquí me he sentido bastante reflejada.

Yo soñaba con un gran amor, y lo que tengo es un matrimonio. Soñaba con una gran pasión y encontré algunas horas de sexo para matar el rato. Soñaba con viajes y aventuras y... Pero para qué le voy a seguir contando, si todo es tan banal. Eso es lo que menos soporto, ¿sabe? La previsibilidad. Me humilla que me haya ocurrido lo que le ocurre a todo el mundo, lo que los mayores siempre nos advirtieron que nos ocurriría y nosotros, yo por lo menos, nunca nos lo creímos... [...] Pero cuando recuerdo cómo era yo a los quince, a los veinte años, y me veo ahora, me dan ganas de llorar. (Pág. 57)

Ante esta realidad insoportable, muchas de las mujeres de estos relatos se escapan a un mundo onírico que Laura Freixas refleja de manera literal, y eso es algo que puedo entender como recurso literario, pero me ha dejado bastante perpleja durante la lectura, porque los viajes oníricos que plantea Freixas son tremendamente disparatados. Digamos que se volvían tan abstractos que me hacían desconectar un poco de la lectura, y ese es quizá el aspecto que menos me ha gustado (pese a que reconozco que es original).

El libro lo conforman nueve relatos y los que para mí han destacado son «Las puertas», «La oficina» y «La noche», que empieza y termina de manera totalmente onírica y me pareció que no era para mí, pero acabé subrayando prácticamente todas las reflexiones de la protagonista (como el fragmento que copio arriba de la página 57).

Puede parecer esta una reseña un poco desesperanzada, pero no quiero verlo así... Son cosas sobre las que he reflexionado alguna vez y me ha alegrado verlas ahí plasmadas en el papel de forma para mí tan certera. Supongo que consuela saber que no soy la única que las siente de vez en cuando. 

Por cierto, esta es una reedición de Tres Hermanas, pero la edición original se publicó en el 2001. Y leo que Laura Freixas estuvo casada desde 1985 hasta el 2003, así que supongo que en cierto modo el día a día de una Freixas desilusionada en aquella época se cuela entre las páginas (Un día una se da cuenta de que vive con un señor al que le unen cosas como la declaración conjunta, el piso que hemos ido pagando y decorando a lo largo de quince años, o la costumbre, muy agradable, no digo que no, de ir todos los viernes a escuchar un concierto de música clásica...). Se divorció, tiene una nueva pareja y parece muy feliz, así que imagino que terminó encontrando «esa aura». Y, a medida que he ido escribiendo esta reseña, me he dado cuenta de que quizá no es el mío un caso tan perdido como creía, porque, pese a la monotonía de algunos días iguales, aún sueño con cosas rodeadas de un aura. :)

Gracias a la editorial Tres Hermanas y a Masa Crítica de Babelio por el ejemplar. Por cierto, mención aparte para Tres Hermanas, una editorial que he descubierto con este libro, que hace ediciones muy limpitas y que me parece que tiene auténticas joyas en su catálogo (esa edición ilustrada de Cumbres borrascosas, por favor...).