31 de marzo de 2022

Ella y su gato ( Makoto Shinkai y Naruki Nagakawa)

El Marzo Asiático llega a su fin y yo lo hago con el libro de la última lectura conjunta de LakyDuomo Ediciones. La iniciativa consiste en dedicar el mes de marzo a leer literatura asiática y es la primera vez que participo. Empecé leyendo La dependienta, también de Duomo, y he seguido con este libro, que ya os puedo adelantar que me ha gustado mucho. Os cuento.

Ella y su gato se divide en cuatro historias independientes pero con un hilo conductor. Como bien dice el título, en todas las historias los protagonistas son una mujer y un gato. Y tiene otra particularidad: el gato tiene voz propia y se intercalan las narraciones desde el punto de vista de la mujer y el del gato. El resultado es una narración muy tierna: todos los que hemos tenido mascotas seguramente nos hemos preguntado qué estará pensando el animalito en un momento dado y qué «opinión» tiene de nosotros. Pues bien, este libro da voz a los animales y el resultado es todo lo emotivo que cabría esperar.


Gustará mucho a los amantes de los gatos. Además de que se les da voz en esta novela, la trama refleja muchas situaciones en las que las protagonistas se ven reconfortadas por la sola presencia del animalito. La soledad, la excesiva confianza en una misma que solo esconde un sentimiento de inseguridad, una chica sumida en la depresión tras perder a alguien... todas las protagonistas acaban encontrando su mayor pilar en un gato, que a su vez también estaba desamparado y en busca de dueña.

Los cuatro relatos tienen otra cosa en común, y es que transcurren de una manera muy tranquila, contando costumbres diarias de sus protagonistas, sus idas y venidas, lo que comen, dónde trabajan. Al principio me pareció que no había apenas trama, pero poco a poco van surgiendo las preocupaciones de las protagonistas, que es donde el lector se ve más reflejado, y así los personajes te van calando. Y otra cosa que interconecta las historias es que los protagonistas (tanto los humanos como los gatos) de unas historias aparecen en las demás, aunque sea en pequeñas escenas, con lo que da la sensación de que al final el libro refleja un mundo que es un gran prisma que vemos desde diferentes ángulos.

Me llamó la atención que el libro está basado en la historia de otro autor, Makoto Shinkai, un reconocido director de cine de animación de quien debo decir que no había oído hablar nunca. La historia en la que se basa este libro es un corto en blanco y negro que hizo en 1999, uno de sus primeros trabajos, que ganó diversos premios. Desde entonces, no ha hecho más que recibir un galardón tras otro (las imágenes de abajo son dos fotogramas de este corto en el que se basa Ella y su gato).




Es un libro ideal para cuando uno necesita descansar entre dos lecturas más densas y gustará sin duda a los amantes de los animales. Cuenta historias cotidianas, cuajadas de reflexiones aquí y allá que acaban de hacer redonda una lectura en apariencia sencilla. En definitiva, un libro estupendo que cierra mi Marzo Asiático y que me deja con muy buen sabor de boca. Había leído muy poca literatura japonesa y sin duda La dependienta y Ella y su gato han hecho que me quede con ganas de repetir.


24 de marzo de 2022

La planta carnívora (Andrea Mayo)

 

A partir de ahora contaré toda la verdad. A partir de ahora todo lo que cuente será verdad. Me diréis, no me lo creo.

Qué fácil sería no tragarse el horror o pensar que solo puede afectar a los otros.

Eso a mí no me pasaría.

Yo no lo aguantaría.

Cómo puedes permitir que alguien te haga algo así.

Yo me encontraba entre vosotros, antes, en el grupo que desprecia a los débiles. En el que los considera culpables. Cómplices.

¿Qué es la debilidad?

¿Y por qué tengo que contar ahora la verdad? ¿Por qué no antes?

No tenéis ni idea de lo que es el miedo a que alguien te persiga. No habéis tenido que cambiar de nombre, de país, de idioma. No sois yo, aunque yo sí era una de las vuestras. 

¿Qué tiene una planta carnívora que no tengan las demás?

Pensad.

Es más vistosa.

Más difícil de cultivar.

Pensad.

La planta carnívora tiene movimiento propio. Deglute. Atrapa presas vivas. Cuando hacen contacto, activa la trampa. Y las encierra en su interior si están el tiempo suficiente a su alcance.


Esta es la primera página del libro y recuerdo que estaba en la calle esperando a alguien cuando la leí. Me quedé cautivada, enganchada, y ya no deseé otra cosa que llegar a casa y seguir leyendo compulsivamente este librito.

La planta carnívora habla de una relación de abusos y maltratos entre dos mujeres desde el punto de vista de la víctima, Andrea, a manos de su pareja, Ibana. La autora hace una analogía con una planta carnívora para explicar cómo se vio atrapada en una relación así: al principio te ves atraída por sus llamativos colores. Enseguida, antes de que te des cuenta, la planta se ha cerrado a tu alrededor, sus zarcillos te han atrapado y te ve envuelta en sus jugos digestivos. Cuando la planta te ha digerido, espera tranquilamente a su próxima presa. Así se siente Andrea.

Cuando pensamos en una relación tóxica nos viene a la cabeza el maltrato físico, y sin embargo este libro deja patente que todo empieza mucho antes, con el maltrato psicológico: pequeños desprecios, silencios, plantones, comentarios que van minando tu seguridad, aislamiento del entorno. Llega un momento en que solo quieres evitar el conflicto a toda costa, un conflicto que se cierne sobre ti igualmente, porque eso es lo que la maltratadora quiere: imponer esa relación de poder, dominación y sumisión sobre la otra. Y qué bien lo refleja esta lectura.

Es un libro muy breve formado por una red de capítulos también cortos, de apenas un par de páginas, y todos llevan el mismo número: el I, para reforzar esa sensación de laberinto, de que no se avanza y es imposible salir de ahí, de que una es una presa. Y en los relatos se narran episodios del día a día, sobre todo aquellos que llevaban a la inevitable tormenta y que casi siempre empiezan con un comentario nimio, casual, que para Andrea ya no es tan casual porque sabe que cualquier cosa que diga jugará en su contra. Al principio cuesta un pelín meterse en la historia porque la narradora va contando sus recuerdos tal cual, intercalando las conversaciones de una y otra directamente, tal como las recuerda, sin rayas de diálogo ni nada.

La verdad es que no tengo hambre.

Tarde de películas ante la chimenea. No me dejaba leer. Estás ausente cuando lees, me decía. De manera que cine. Tenía el estómago cerrado, sin ganas de cenar. Recuerdo mi miedo a la hora de expresar la falta de hambre. Recuerdo mi miedo.

No lo sé, quizá he comido demasiado al mediodía.

O sea, que tengo que cenar sola. No comerás nada porque no quieres y no podemos tener una tarde de domingo completa y en paz porque resulta que la señora dice que no le apetece cenar.

Pero si igual estoy aquí, pendiente de ti.

Lo haces para fastidiarme.

Por favor, Ibana, no empecemos, déjame respirar.

¿Que te deje respirar? Mira cómo te dejo respirar ahora mismo. Todo tu aire de mierda te vas a quedar.

Es un libro que se lee con el corazón encogido porque describe con mucho acierto esas pequeñas situaciones cotidianas que de un modo u otro todos podemos reconocer, incide mucho en el tema de la culpa y también habla del «espectador», esas personas que lo ven desde fuera y piensan que nunca les pasará a ellos. «Yo no lo aguantaría». Ese es precisamente el tema, que uno se ve involucrado en una relación así y sin hallar la salida de la forma más casual; le puede pasar a cualquiera.

Todo es fragmento. No hay orden. En la prisión se pierde la noción del tiempo. Todo es igual. Pero cuando llegamos al tercer año supe que me encontraba justo en el momento anterior a ser devorada.

Eso es el terror. Y el terror te paraliza.

El libro lo escribe Flavia Company bajo el heterónimo de Andrea Mayo, uno de los muchos personajes creados por la autora. Está tan bien contado que, durante la lectura, me daba la impresión de que la autora hablaba en primera persona, aunque lo cierto es que esta novela no es autobiográfica.

Una cosa más que destaca de este libro es que oculta nueve microrrelatos independientes, detrás de sendas ilustraciones, que giran en torno a las diferentes fases del maltrato (crueldad, ira, abuso, violencia, aislamiento...). Una lectura que no es fácil, sobre todo cuando captas escenas aquí y allá en las que te ves reflejada, pero que considero totalmente necesaria. Uno solo quiere leer y leer para ver si finalmente Andrea logra salir del laberinto. La empatía hacia Andrea es brutal, solo a la altura del odio que una llega a sentir hacia Ibana, la iguana que te devora.

Gracias a la Editorial Comba y a Masa Crítica de Babelio por el ejemplar.

La autora, Andrea Mayo / Flavia Company.


17 de marzo de 2022

La dependienta (Sayaka Murata)

Keiko Furukura tiene 36 años, está soltera y nunca ha tenido novio. Siempre ha sentido que era diferente, que no encajaba en la sociedad, desde que aquella vez, siendo niña, intentó parar la pelea de dos compañeros de colegio atizándoles con una pala en la cabeza. En aquel momento no entendió por qué se montó tal alboroto... El caso es que Keiko tiene problemas para interpretar los sentimientos de los demás y a menudo no entiende cómo funciona el mundo que la rodea. 

No tenía ni idea de cómo ser una persona normal en un lugar sin manual de instrucciones.

Por eso se siente tan a gusto en su puesto de trabajo: lleva 18 años como dependienta por horas en un Smile Mart, un supermercado japonés o konbini abierto las 24 horas del día. Allí su mundo es totalmente predecible; sabe lo que tiene que hacer a cada momento gracias a un manual que le dice cómo actuar y qué decir. Cuando se le plantea una situación nueva, copia las expresiones físicas y verbales de sus compañeras de trabajo. 

Un Smile Mart con su dependienta, que podría ser nuestra Keiko.

Así Keiko consigue algo parecido a una normalidad, y ella es muy feliz así; no necesita nada más. Sin embargo, si antes la sociedad le reclamaba que llevara una especie de normalidad, ahora que la ha alcanzado esa sociedad le pide algo más: conseguir un trabajo fijo y «serio» o casarse y tener hijos. Sin una de esas dos premisas, los demás siguen viendo que no encaja, que no se adapta a los cánones lógicos. En una konbini nadie trabaja más de un par de años, y con treinta y tantos lo «normal» es estar ya emparejado y pensando en tener hijos. La sociedad japonesa es implacable en ese sentido. Así que, un día, a Keiko se le ocurre una idea (no muy brillante) para intentar cumplir las reglas de «normalidad» que la sociedad le exige.



Para celebrar este Marzo Asiático, Laky y Duomo Ediciones organizaron unos sorteos y fue así como conseguí este libro. Con apenas 160 páginas y un estilo sencillo, apenas me duró un par de tardes, y es una pena, porque me habría gustado perderme en el mundo de Kaiko durante 500 páginas más. El libro nos transporta directos a Tokio, a una tienda de brillantes colores y los sonidos más diversos:

Las konbini están llenas de sonidos. La campanilla que suena cuando entra un cliente o la voz del cantante de moda que anuncia un nuevo producto por megafonía. las voces de los dependientes que saludan a los clientes, el escáner de códigos de barras. las cestas de la compra que se llenan, alguien que coge una bolsa de pan o unos tacones que recorren los pasillos. Esta amalgama de sonidos forma el «ruido de la tienda» que cada día me bombardea los tímpanos sin cesar.

Y, sin embargo, este «ruido de la tienda» es territorio seguro para Kaiko: allí sabe qué reglas seguir, allí se encuentra cómoda. De hecho, este ruido la acompaña incluso cuando está en su casa, la acuna a la hora de dormir; Keiko sabe que debe comer y descansar para que su cuerpo esté listo para trabajar de nuevo por la mañana. El territorio desconocido es precisamente el mundo exterior, el de la socialización, las amistades, las preguntas incómodas que a menudo no sabe cómo contestar, ese mundo que no tiene claras reglas de juego. Pero es un mundo al que también debe enfrentarse, aunque a veces le falten herramientas para ello. La sociedad le exige que busque un trabajo «adulto», que siga los convencionalismos y encuentre por fin una pareja con quien tener hijos. Al fin y al cabo, con 36 años «se le va a pasar el arroz»... Este libro pone el dedo en la llaga de lo que se considera «normal» hoy en día y lo que no, y cómo a menudo el problema no radica en uno mismo, sino en las expectativas de los demás, como Kaiko por fin logra demostrarse a sí misma.

Y un pequeño apunte: ¿no os ha parecido que en algún momento del libro puede interpretarse que Keiko es un pelín psicópata? Yo creo que sí puede serlo, una psicópata controlada y perfectamente integrada en la sociedad, pero un poco piradilla al fin y al cabo (como demuestra la escena en la que está con su hermana y el bebé). Es algo que se deja caer como quien no quiere la cosa y enseguida se cambia de tema, que creo que ha sido un gran puntazo en este libro. ¿Os llevasteis la misma impresión? 

Estos detalles aparte, me ha gustado mucho la voz narradora, es un libro que conmueve y te hace pensar (yo admito que en muchos pasajes he analizado hasta qué punto yo misma me guío por convencionalismos), con pasajes emotivos, otros graciosos y otros casi surrealistas. En definitiva, una lectura que no dudo en recomendaros para conocer algo más de la literatura de Japón. A mí, desde luego, me ha encantado.

Gracias a Laky y a Duomo Ediciones por el ejemplar. Si queréis sumaros al Marzo Asiático, este libro puede ser una buenísima propuesta para empezar.

Sayaka Murata, la autora de este libro, en un Smile Mart de Tokio.

La portada de una edición del libro en inglés, que también me ha gustado mucho.


12 de marzo de 2022

Arena negra (Cristina Cassar Scalia)

Hoy traigo un libro que pude leer gracias a Laky y a Duomo Ediciones, que hace unas semanas organizaron uno de sus habituales sorteos y lectura conjunta. Y, como soy muy fácil de tentar, participé y tuve la suerte de que me tocara, así que hoy os cuento mis impresiones.

Arena negra nos transporta a Catania, en la isla italiana de Sicilia, y nuestra protagonista es la subcomisaria de la Policía Judicial Giovanna Vanina Garrasi. El caso que acaba de llegarle no es de los más habituales: en la casa de una importante familia de la zona, que lleva décadas cerrada, unas humedades y un derrumbe llevan a encontrar el cadáver momificado de una mujer. Calculan que lleva allí al menos cincuenta años, y se dan cuenta además de otro detalle importante: en aquel entonces, otro crimen ocurrió en la casa, y todo apunta a que ambos están relacionados. Pero claro, ha pasado tanto tiempo que apenas hay pruebas en el lugar del crimen, la autopsia va a arrojar pocas pistas y es difícil hablar con los posibles testigos, pues muchos de ellos han fallecido ya. Desde luego, el equipo de Vanina no lo tendrá nada fácil. Y menos cuando se dan cuenta de que los crímenes del pasado pueden arrastrar sus tentáculos hasta el presente...


Es un libro que empecé con muchas ganas: llevaba unas semanas sin leer novela policíaca y me apetecía, y la atractiva portada que nos ofrece Duomo, con esos colores tostados, verdes y negros no hacía más que llamarme desde la mesilla. Sin embargo, reconozco que me costó meterme en la historia. Aparecen muchos personajes, hasta el punto de que por momentos me costaba distinguirlos (a lo que no ayudaban los apellidos italianos, que veía todos iguales), y es una trama que se toma su tiempo para arrancar. Sin embargo, pasadas unas decenas de páginas te metes en el ritmo y en los escenarios de la historia. Además, es entonces cuando se incorpora un personaje que me ha parecido un puntazo, un comisario jubilado, Biagio Patanè, que se encargó de la investigación del primer crimen cometido en la casa, el de 1957. El buen hombre parece deseoso de romper su rutina y abraza con entusiasmo la incorporación (siempre de manera extraoficial) en la investigación; algo por otra parte inevitable dado que hay tan pocos hilos de los que tirar. El tándem Vanina Garrasi y Biagio Patanè me ha parecido fantástico.

Lo primero que resulta diferente de la novela es, pues, el hecho de que estamos ante un crimen que ocurrió en 1957. Mucha arena negra ha caído desde entonces, por lo que Vanina Garrasi en principio no tiene que correr para atrapar a los culpables. Habrá que sumergirse en los expedientes de la época y tratar de encontrar a algún testigo que siga vivo y en sus cabales, lo que imprime a la narración un ritmo más bien tranquilo. Otra cosa que para mí destaca en esta novela es cómo te transporta a Catani, Sciara y otros escenarios de Sicilia. De verdad que dan ganas de ir anotando sitios para visitarlos luego. Además, da pinceladas aquí y allá de las costumbres de la zona.
—Perdona, jefa, pero... ¿adónde vamos? —se atrevió a preguntar Marta.
—A ver a la vieja. La señora Burrano.
—¿A estas horas? —preguntó, perpleja.
Desde hacía un año, todo el mundo le repetía que en Sicilia ni se llama por teléfono ni se visita a la gente antes de una hora determinada. No eran ni las cuatro y media.
—Sí, a estas horas.
—¿Y la señora no estará descansando?
—Pues entonces la despertaremos.
Y no se puede hablar de Sicilia sin mencionar el Etna, que en este libro tiene una presencia constante y silenciosa: la lluvia de arena negra procedente del volcán que cae continuamente y hay que limpiar de aceras, coches, mesas de cafetería... Aquí por suerte no detiene la vida de los sicilianos (como ocurrió con La Palma, en unas imágenes que todos tenemos grabadas en la retina), sino que los acompaña en sus tareas diarias y a la que ya están acostumbrados. Me ha encantado este pequeño hilo conductor de la novela, presente en muchas de las escenas.

Y, también en esta línea, otra cosa que destaca es el recorrido gastronómico que hace la novela por las exquisiteces de la zona. Vanina hace tiempo que tiró la dieta por la borda, y francamente me solidarizo con ella en este sentido.
Los cafés se convirtieron en dos granizados de almendra con café y el correspondiente bollo caliente que la subcomisaria tenía que probar sí o sí porque, como dijo el inspector, bollos así no los hacían en ninguna otra parte.
Esta es la primera de cinco novelas que ha publicado Cristina Cassar Scalia sobre la subcomisaria Vanina Garrasi y ha cosechado tal éxito en su Italia natal que incluso van a hacer una serie para la televisión. Desde luego, a mí me ha dejado con ganas de leer el resto. No es uno de esos thrillers de ritmo endiablado y detalles morbosos. No, aquí la subcomisaria tiene tiempo de enroscarse en el sofá de su casa rodeada de árboles frutales en un pueblito siciliano, aunque sea para leer un antiguo expediente durante toda la noche. Además, Vanina es un personaje que me ha gustado. Es un poco loba solitaria, pero no tiene ese punto asocial de otros detectives de ficción; todos sus compañeros la aprecian y reconocen su valía. Sí que esconde un hecho doloroso del pasado que poco a poco iremos descubriendo, pero este hecho no domina la narración, cosa que es de agradecer. 

Por cierto, un detalle curioso es que el nombre de la subcomisaria en la edición original en italiano es Vanina Guarrasi, y en español ha pasado a apellidarse Garrasi. Totalmente comprensible este cambio, ¿verdad? Un Guarrasi en la novela habría distraído demasiado y le quita un poco de glamour a la pobre Vanina, así que muy bien pensado el cambio por parte de la editorial. O quizá fue sugerencia de la traductora, que es Montse Triviño.


—¡Joder, Nunnari! No nos hemos chocado por un pelo.
—¡Perdone, jefa! Justo iba a verla —farfulló, más por la vergüenza de haber estado a punto de atropellar a su superiora, cosa que en las películas estadounidenses no pasaba, que por el esfuerzo de haber corrido los cinco metros que lo separaban de aquella puerta.
—A ver si lo adivino: ¿has descubierto al asesino de la mujer momificada y estabas yendo a buscarlo a alguna residencia de ancianos? ¿O al cementerio Tre Cancelli a llevarle unos cuantos crisantemos? —se burló ella. 
En definitiva, una novela policíaca siciliana de corte clásico, un poco diferente de los libros del género que había leído últimamente por su ritmo pausado y agradable (un cambio positivo), que tiene muchos ingredientes para gustar y que no dudo en recomendaros.


Esta reseña participa en la iniciativa «Escenarios de novela negra»:



Nivel "LiteViajero Casual" (2): Catania, Sicilia (Italia).

5 de marzo de 2022

Las modernas (Ruth Prada)

Catalina es una joven de familia bien en La Villa, un pueblecito del Bierzo, en la década de 1920. Sus días transcurren sin emoción, de misa a casa y observando cómo su conservadora madre elige por ella entre una serie de anodinos pretendientes. Pero ella tiene otras inquietudes y un día, leyendo una revista, se da cuenta de lo que de verdad quiere: ir a la universidad a estudiar Farmacia.

Por supuesto, que una mujer quisiera ir «a la capital» a estudiar en la universidad era visto como una tontería, «qué se le habrá metido a esta chiquilla en la cabeza», en una época en la que su principal preocupación debía ser elegir un buen partido, casarse y ocuparse de los hijos. Y, por supuesto, plegarse a lo que el marido mandara. Pero Cata logra convencer a su familia y, como tienen dinero suficiente, logra cumplir su sueño de ir a Madrid a estudiar Farmacia, alojándose en la Residencia de Señoritas, una institución que existió en la realidad y que dirigía María de Maeztu.


Placa en la fachada e imagen de la biblioteca de la Residencia de Señoritas.


La mayor preocupación de Cata es no parecer una pueblerina y estar a la altura de sus nuevas y sofisticadas amistades de Madrid. Se corta el pelo al más puro estilo Louise Brooks y empieza a frecuentar los lugares más distinguidos de la ciudad: el Lyceum Club, el Hipódromo de la Castellana, la Ópera. Entonces conoce a Álvaro, un galán clavado a Gary Cooper por quien suspiran todas las muchachas, pero que solo tiene ojos para ella. Si la vieran entonces las amigas de su madre, paseando con un hombre guapísimo por el Hipódromo, sentada cerca de las Infantas, se morirían de envidia...

La actriz de Hollywood Louise Brooks.


Es verdad que al principio Cata no cae bien. Se ve deslumbrada por su nueva vida en la gran ciudad y mira con ojos demasiado críticos a sus compañeras de la residencia. Pero poco a poco vemos una evolución en ella: en la universidad las mujeres tienen que trabajar el doble que sus compañeros para demostrar que se merecen una plaza, y ella no se amilana. Estudia con ahínco y saca buenísimas notas. Poco a poco conoce mejor a sus amigas de la residencia, que le abren un nuevo mundo: comparten tardes de estudio y de risas, sesiones de camaradería en alguna de las habitaciones, partidos de tenis, excursiones... Cata incluso se involucra en ayudar a unos niños necesitados. No necesita más para ser feliz.

Sin embargo, llega un momento en que su relación con Álvaro se afianza y sus padres y suegros empiezan a trazar planes de boda. Cata se siente confusa: adora a Álvaro con todo su ser, se le eriza la piel solo de pensar en él, pero ¿no estará yendo todo demasiado rápido? ¿Podrá seguir estudiando después de casada? Los acontecimientos se precipitan y no sabemos qué decidirá Cata, si plegarse a un futuro trazado de antemano o rebelarse por seguir estudiando y lograr ser científica.




Me ha gustado mucho la forma de narrar de Ruth Prada, más a golpe de diálogos que de descripciones. Te transporta perfectamente a 1929, utilizando no solo expresiones de la época, sino también las reacciones de los personajes: por ejemplo, cuando una compañera de la residencia le dice a Cata que es atea, a esta le sale del alma un «¡Ave María Purísima!».

Es un libro que empecé sin expectativas y que poco a poco me ha ido conquistando. Es tremendo pensar que apenas han pasado cien años, y sin embargo cuánto debemos a aquellas primeras mujeres que decidieron romper moldes y lucharon por tener una educación. Y todo esto lo vivimos a través de los ojos de Cata, un personaje inocente y confiado a quien vemos madurar a lo largo de la novela. De verdad que es inevitable sufrir con ella y sentir el agobio de ver que toda su vida está trazada con escuadra y cartabón, cómo en ocasiones se asfixia y siente que no puede luchar ella sola...

Una lectura que, de verdad, os recomiendo muchísimo. Es imposible dejar de leerlo, quieres acompañar en todo momento a Cata y sus amigas y sufres en ese último tercio del libro, hasta llegar a un final que me encantaría comentar con vosotros pero no puedo: tenéis que descubrirlo sin spoilers. Solo puedo decir que no podía haber imaginado un cierre más adecuado para este libro. Y ahí lo dejo (aaaargh, ¡cómo me encantaría discutirlo con vosotros!). De verdad, haceos con este libro, es una lectura de diez.

Gracias a Edición Anticipada, a Ruth Prada y a Plaza & Janés por el ejemplar, que por cierto está muy muy bien editado. La acertada ilustración de la cubierta, de estética años veinte y con una chica a lo Louise Brooks que sujeta un libro de Botánica entre las manos, es de Sandra Suy.


A veces se armaban de paciencia para hacerles entender a esos compañeros que las chicas se merecían una educación para poder llegar a ser autosuficientes, pero ellos les decían que lo que deberían estar haciendo era aprender a cocinar, que a los hombres se los gana por el estómago, y que ellas se iban a quedar para vestir santos, y cuando fueran unas solteronas se iban a acordar de estos consejos.