A priori, pues, pintaba bien, y si un libro así está bien ejecutado es de los que se disfrutan y se devoran en un par de días. Además, consulté Goodreads y tiene un montón de buenas puntuaciones, por lo que emprendí la lectura con ganas.
El libro gira por completo en torno a la maternidad, a la presión que sienten muchas madres de que tienen que hacerlo todo perfecto, no solo en lo relativo al bebé, sino que también deben recuperar el cuerpo de antes del embarazo, no tener ojeras, llevar una relación marital completamente satisfactoria y volver al trabajo sin rechistar cuando toca (que en Estados Unidos es prontísimo). Así pues, si la maternidad no interesa, este es un libro que no recomiendo, porque además llega a hacerse cansino con el tema. De principio a fin no habla de otra cosa más que de los agobios de unas madres primerizas y prácticamente no refleja nada de los aspectos positivos de tener un bebé, con lo que después de 300 páginas uno está deseando pasar a otra cosa.
Las madres me han parecido todas un poco plastas, y ya cuando empiezan a jugar a ser detectives me daban ganas de decirles lo mismo que dice un policía en un momento determinado de la trama: «Señora, váyase a casa y deje de molestar». Además se parecen mucho unas a otras y resulta difícil saber quién es quién; muchos de los personajes responden a clichés y acaban siendo un poco caricaturescos. Y, cuando al final se desvela lo que pasó, tampoco acaba de cuadrar mucho, yo sentí como que era en cierto modo un engaño, y con la sensación de que tenía que volver a leer ciertas partes para terminar de entender.
Durante la lectura, también pensé que quizá el problema de que la trama no me enganchara estaba en la edición en español. El libro tiene algunas faltas sonrojantes (como un «coje») y algunas expresiones han sido traducidas de forma rara. El libro habla, por ejemplo, de «recipientes de Tic Tac», cuando se está refiriendo a los caramelos, que vienen en cajitas. O «pega fuerte las palmas a la taza de café que tiene entre las manos»; creo que un estilo más elegante habría sido decir «se aferró a la taza que tenía entre las manos», o algo así... No digo que sea culpa del traductor, pero quizá el proceso de corrección sí que podría haber sido más esmerado...
En fin, que de nuevo he terminado la lectura con la sensación de haber leído un libro muy comercial, pensado para devorarse en dos días pero que apenas ofrece nada a cambio y que se olvida en cuanto se llega a la última página.
Para que no se diga, aprovecho para recomendar dos obras maestras que giran en torno a la maternidad y que se leen con el corazón encogido de principio a fin: La semilla del diablo y Tenemos que hablar de Kevin.
Gracias a Edición Anticipada por el ejemplar.