A estas alturas de mi vida lectora, sigo teniendo una larga lista de autores megaconocidos con los que no me he estrenado todavía. Hoy tacho de mi lista de pendientes a un autor con una carrera tan dilatada y prolífica como John Grisham, y estoy segura de que esta no será la última novela que lea de él. ¡La he disfrutado como una enana!
Cullen Post es un sacerdote y abogado al frente del Ministerio de los Guardianes, una pequeña organización sin ánimo de lucro que lucha contra sentencias injustas y recorre el país tratando de reabrir los casos de los olvidados del sistema, esas personas que llevan décadas en prisión e incluso en el corredor de la muerte pese a que son inocentes.
Su último caso le lleva hasta Quincy Miller, que está en la cárcel desde hace 23 años cumpliendo una cadena perpetua. Quincy en teoría mató a Keith Russo, un abogado de Seabrook (Florida). Sin embargo, las pruebas fueron amañadas y los testigos estaban comprados por la policía. Miller fue solo un negro en un estado sureño de EE. UU. que usaron como cabeza de turco. Pero, a medida que escarba en el pasado, Post se da cuenta de que el caso de Miller va a sumergirlo en un mundo peligroso: quienes mataron a Keith Russo eran personas con mucho poder, y no quieren que Quincy Miller sea liberado de la cárcel y, con él, salga a la luz lo que hicieron.
Leo por ahí que la trama no es la más original, pero yo me he sentido atraída por la historia desde la primera página. Me ha gustado muchísimo el protagonista, Cullen Post, magníficamente perfilado: una persona diligente y dedicada, que trabaja incansable por limpiar el nombre de sus representados (no digo clientes porque Post no les cobra por sus servicios). Todos los personajes secundarios son también magníficos: Vicky, Mazy, Frankie, Quincy... Vamos, Grisham ya tiene el armazón montado para seguir publicando libros con las aventuras del Ministerio de los Guardianes. ¡Espero que tengamos otra novela con más casos de Cullen Post!
Me ha gustado mucho la forma de narrar de Grisham, aunque recomiendo tener al lado un papelito donde apuntar quién es quién porque no es este un narrador paternalista que te explique cincuenta veces quién es cada personaje nuevo que aparece (y se agradece). Pese a que entra en la historia en detalle, este es un libro de esos que no puedes soltar, pues el lector enseguida siente el dilema de Quincy Miller y Cullen Post, la impotencia por los que han sido condenados injustamente y la sensación de que hay que actuar rápido para que esa persona no pase ni un solo día más en la cárcel. Además ha habido escenas graciosas que no me esperaba para nada y son más que bienvenidas en un libro de este tipo, como esa en la que Cullen y su colaborador Frankie entran en una casa aparentemente encantada.
Los Guardianes es uno de esos libros que te dejan pensando en la gente inocente que hay tras las rejas, condenada en juicios por crímenes que no cometieron. ¿Cuántas de esas personas se verían libres hoy en día gracias a pruebas de ADN? ¿Y quién se tomaría el tiempo de demostrar su inocencia? Para el sistema esas personas están olvidadas, ya hubo un juicio y se encontró un culpable décadas atrás, por lo que no hay mucha gente dispuesta a defender su causa. El lector se verá sopesando estas cuestiones tiempo después de terminar el libro.
La inspiración de Grisham para escribir este libro proviene de dos fuentes: el personaje de Cullen Post está basado en Jim McClosky, de los Centurion Ministries de Nueva Jersey (el propio Grisham forma parte de esa asociación), y la trama de Los Guardianes se basó en la historia real de Joe Bryan, que fue acusado injustamente de matar a su mujer en Texas en 1985.
En fin, dicen que este libro es Grisham en su mejor forma. Si buscáis un buen libro para regalar estas Navidades, con entretenimiento a raudales y su dosis de crítica a la sociedad, Los Guardianes es una apuesta segura.