28 de marzo de 2020

Agnes Grey (Anne Brontë)

Todas las historias verídicas encierran una enseñanza, aunque en algunos casos es posible que cueste encontrar el tesoro y, al hallarlo, puede resultar tan minúsculo que ese fruto seco y marchito apenas compensa el esfuerzo empleado en romper la cáscara. Sin embargo, no creo que yo sea la persona más adecuada para juzgar si ese es el caso de mi historia o no. A veces pienso que mi relato podría resultar de utilidad a algunas personas y entretenido a otras, pero será el mundo quien lo juzgue. No me asusta contarlo protegida por mi propio anonimato, el paso de los años y algunos nombres inventados, y compartiré con el público muy sinceramente lo que no le confesaría ni a mi amiga más íntima.

Así comienza Agnes Grey, la primera novela que escribió la pequeña de las Brontë. Con un inicio tal, me dije que esta es una lectura que me resultaría muy agradable y, con bastante tiempo por delante por esto del coronavirus, emprendí la lectura totalmente enfrascada.

Las primeras páginas me gustaron muchísimo, sobre todo por la voz de la narradora, Agnes Grey, una muchacha que decide irse de su casa para ganarse la vida trabajando de institutriz pese a su juventud e inexperiencia. En los primeros capítulos relata su procedencia, los apuros económicos en los que se vio sumida su familia debido a la mala fortuna en los negocios y la primera familia a la que fue destinada como institutriz. La verdad es que Agnes tuvo mala pata, porque los niños que le cayeron en suerte eran unos tremendos maleducados y sus padres, adinerados y obtusos, no le dejaban imponer disciplina.

Tras dos o tres capítulos en los que se narran los desdichados episodios que le suceden a Agnes Grey con esta familia que tan mal la trata, uno empieza a preguntarse si la trama lleva a algún lado o si solo vamos a saber de sus infortunios. Por suerte, pronto cambia de familia y una espera que ahí el ritmo de la lectura cambie también un poco, pero lo cierto es que es más de lo mismo.

Agnes Grey es una novela de marcado carácter autobiográfico en la que Anne Brontë refleja los sinsabores que le depararon sus experiencias como institutriz a lo largo de su corta vida. En efecto, en esta novela no vemos la experiencia positiva que tuvo Jane Eyre (la protagonista de la novela que escribió su hermana Charlotte) en un puesto similar, con una pupila un poco superficial y mimada pero nada maleducada. Agnes Grey tiene un carácter más realista y una intención didáctica, y solo aparece una historia de amor muy en segundo plano.

Tampoco hay giros inesperados en la trama, como ocurre en Jane Eyre, ni los elementos góticos que caracterizan la novela de Charlotte Brontë (mansiones oscuras, elementos sobrenaturales, naturaleza amenazante, ruinas, la cárcel simbolizada en la habitación roja y el orfanato, el terror que produce oír unas risas siniestras en medio de la noche...).

Como digo, nada de esto ocurre en Agnes Grey, y tampoco creo que fuera la intención de la autora. Sin embargo, si la intención era escribir una novela realista en torno a la figura de una institutriz victoriana, creo que ese personaje central debería ser muy potente; de lo contrario la novela no se sustenta. Y ese creo que ha sido el fallo para mí: Agnes Grey es una protagonista muy poco memorable. Da la impresión de que, para que Agnes destaque, la autora ha tenido que crear a todo un elenco de personajes desagradables a su alrededor, pero son todos tan malos que parecen caricaturas. Sus reacciones y sus diálogos me han parecido muy exagerados, todos pensados para que Agnes Grey se erija en mártir. Además en cada escena parece que Agnes juzga a todo el mundo de manera implacable, con arrogancia y aires de superioridad, y cargada de moralinas. He aquí un ejemplo de esto:

Como ser irracional, Matilda era estupenda, una muchacha llena de vida, vigor y energía; como ser racional, era terriblemente ignorante, intratable, despreocupada e ilógica, y, en consecuencia, resultaba agotadora para la persona encargada de cultivar su inteligencia y reformar su conducta [...] Moralmente, Matilda era insensata, obstinada, violenta y poco razonable. Una prueba de su lamentable estado mental era el hecho de que, siguiendo el ejemplo de su padre, había aprendido a blasfemar como un carretero. 

También debo decir una cosa: mientras duró la lectura estuve enganchadísima, porque es un libro que se lee muy fácil y tiene su inevitable historia de amor (un poco sosaina, a la altura de la prota, pero la verdad es que me ha gustado). Además deja entrever que no todas las institutrices tienen una experiencia tan positiva como la de Jane Eyre; las malas experiencias que pasa Agnes probablemente tenían muchos más visos de realidad. En conjunto puedo decir que la lectura ha estado bien, pero no es una novela que plantee giros emocionantes ni personajes carismáticos que la hagan memorable. Aun así, la recomiendo.

Por cierto, me encanta la portada que ha elegido Alba para su edición. Refleja muy bien muchas de las escenas de la novela, en las que Agnes acababa hasta el moño de la tropa de energúmenos que tenía como pupilos, jeje...



16 de marzo de 2020

The Carrousel (Rosamunde Pilcher)

Las primeras tres cuartas partes de esta breve novela son justo lo que esperaba encontrar: una evocadora historia ambientada en los paisajes de Cornualles, en los que las inclemencias del tiempo juegan un papel importante (a menudo los personajes se ven azotados por vientos o aguaceros, para después disfrutar de un sol cegador). Destacan algunos personajes entrañables, sobre todo Phoebe, la artista bohemia de sesenta años que vive en una pequeña casita junto a la costa y siempre tiene las puertas abiertas para acoger a los suyos. Pero Phoebe se ha roto un brazo, así que su sobrina Prue acude para pasar unos días con ella y ayudarla en las tareas cotidianas. Estando allí, Prue conoce a Daniel, un misterioso artista amigo de Phoebe que ha estado ausente durante diez años. La afinidad de Daniel y Prue es inmediata, pero ella ha dejado a un noviete en Londres y él parece un artista atormentado con pájaros en la cabeza. ¿Podrá surgir algo entre ellos? Y en medio de todo esto surge un personaje inesperado: Charlotte, una niña de diez años con aire desvalido a quien la vida no está tratando muy bien. ¿Cómo encaja ella en todo esto?



(Ojo, pequeños spoilers.)

Como digo, las primeras tres cuartas partes de la novela me gustaron mucho por la capacidad que tiene Pilcher de describir paisajes y situaciones. Me encantan las moradas en las que viven sus protagonistas: la típica casita inglesa un poco vieja y desvencijada, pero llena de toques personales que contribuyen a darle calidez. Y me gusta también que suele haber muchas escenas en las que los protagonistas se reúnen en torno a un reconfortante té con scones. Otra cosa que creo que Pilcher hace muy bien es describir personajes, y sin embargo en esta novela ha fallado un poco. Para mi gusto Daniel es solo un bosquejo, no se desarrolla su carácter lo suficiente, por lo que no llegué a sentir mucha simpatía por él. Daniel resulta ser una persona poco confiable, que huye de sus problemas. Y, cuando la novela ya termina, su carácter cambia por completo para poder ofrecernos el final de cuento de hadas, y claro, a mí como lectora eso no me ha cuadrado para nada.

Por otra parte, la chica, Prue, tampoco es un personaje muy memorable, aunque creo que habría tenido un pase si la trama hubiera estado un poco más desarrollada y mejor resuelta.

Por último, todo el tema de Charlotte, la niña de 10 años, me ha parecido un poco cuestionable, da ganas de llamar a los servicios sociales, y sin embargo parece que se resuelve con una amigable charla en un despacho. Ahí se nota un poco que hace cuarenta años que se escribió este libro...

Resumiendo, este libro es en esencia Rosamunde Pilcher, es decir, una lectura que te atrapa desde la primera página, muy agradable de leer, de esos libros que invitan a sentarte en el sofá con un té y una manta y leer durante horas. Sin embargo, el final no está bien resuelto para mi gusto. Me ha hecho añorar a esos escritores valientes que no temen rematar un libro sin el esperado final feliz, consiguiendo una lectura no menos satisfactoria por ello.

1 de marzo de 2020

El manual del silencio (Miguel Hurtado)

A los dieciséis años, Miguel Hurtado se apuntó al grupo de scouts de Monserrat por recomendación de una amiga de su madre. Miguel, que acababa de empezar a aceptar su homosexualidad y que lidiaba, día a día, con los eslabones oxidados de una familia disfuncional, se apoyó en esos momentos tan delicados en el germà Andreu, el monje de sesenta años que había fundado el grupo scout, un hombre querido y respetado por la comunidad. Creyéndose a salvo en Monserrat, Miguel confesó al germà su identidad sexual y este, bajo el pretexto de «ayudarle a curarse», abusó sexualmente de él.

Este libro relata la historia real de Hurtado, de su familia y de su camino para sobrevivir como víctima de abusos sexuales en una sociedad en la que la Iglesia católica todavía tiene un poder desmesurado. Y lo que es más importante: nos cuenta cómo, de adulto, Miguel se ha convertido en uno de los activistas más relevantes en la lucha contra los abusos en la Iglesia católica, en alguien que mantiene la esperanza de una sociedad que destierre para siempre ese «manual de silencio» que, desde siempre, ha servido para encubrir a los pederastas.


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A diferencia de algún que otro libro que he leído sobre el tema de los abusos sexuales, para mí este destaca porque el autor disecciona el cúmulo de sentimientos a los que se enfrenta a raíz del abuso y explica, uno a uno, los motivos por los que después, a lo largo de su vida, él se comporta como lo hace. Incluso varias décadas después, es probable que sus reacciones vengan motivadas por lo que ocurrió en su infancia. Por ejemplo, habían pasado veinte años desde los abusos cuando el autor se dio cuenta de que todos estos comportamientos suyos estaban motivados por los abusos:

alteraciones en la percepción de uno mismo (vergüenza, culpa, impotencia, estigma), alteraciones en la relación con otros (desconfianza, aislamiento), alteraciones en la percepción del agresor (aceptación del sistema de creencias del agresor, atribuirle más poder del que tiene), alteraciones en el sistema de creencias (desesperanza, pérdida de la fe), alteraciones en la regulación emocional (sexualidad compulsiva, irritabilidad, explosiones de ira) y alteraciones del estado de conciencia (revivir continuamente la experiencia mediante pensamientos obsesivos).

Desde mi punto de vista, en el libro hay dos narrativas principales: en una el autor nos cuenta su biografía desde que era pequeño hasta la actualidad para que comprendamos en qué punto se encontraba antes de los abusos y la huella que estos dejaron en su persona. Además, Miguel Hurtado estudió Medicina y se hizo psiquiatra, y la verdad es que se percibe, pues a lo largo del libro analiza por qué en cada episodio de su vida se comportó como lo hizo. Estas partes se alternan con otras de estilo más periodístico, en las que narra los casos más sangrantes de abuso en el seno de la Iglesia, los pasos que dio él para enfrentarse a una institución que cierra filas para proteger a sus curas, y cómo su historia le llevó a hacerse activista para que los casos de pederastia no prescriban. Y también apunta lo que fue más doloroso para él en esta frase extraída de una entrevista a Libertad digital:

Lo más doloroso, en mi caso, no fueron los abusos sino el encubrimiento. Cuando abusan de ti, abusa una persona, te traiciona una persona; pero cuando hay un encubrimiento, te está traicionando una institución y una comunidad. Mi agresor era un depredador sexual que debería haber entrado en prisión. Sin embargo, murió siendo un religioso de pleno derecho.

Así, lo que Miguel pretende con este libro no es denunciar su caso particular (que también), sino llamar la atención sobre lo que es un problema endémico de la Iglesia: la existencia de curas pederastas entre sus filas y el encubrimiento sistemático del problema, hecho que el autor respalda con abundantes cifras.

En mi opinión, el libro transmite muy bien el devenir de una persona que ha sufrido abusos sexuales (es decir, cómo un hecho así afecta no solo al resto de tu vida, sino que impacta también en el núcleo familiar y el círculo de amigos y laboral de la persona) y cuál es el pasado y el panorama actual en relación con los abusos en la Iglesia. Como libro confieso que en muchos pasajes se me ha hecho cuesta arriba: en ocasiones me parecía estar leyendo un informe psiquiátrico. Otras veces era como leer un artículo de El País Semanal, con cifras, fechas y datos sobre los casos más clamorosos del abuso sexual por parte de curas. No sé, no he logrado conectar del todo con la voz del narrador, a veces me daba la impresión de que este libro es un currículum interminable. De todas formas aplaudo su valentía, porque Miguel Hurtado no duda en exponer las partes más «oscuras» de su carácter para que se entienda cuánto le han afectado los abusos en todos los aspectos de su vida, y eso seguro que no fue nada fácil.

Sobre todo, creo que este libro puede resultar interesante para víctimas de abuso sexual y sus familiares y amigos: seguro que más de un pasaje les arroja luz sobre algún determinado comportamiento que no llegan a entender del todo. En ese sentido el análisis es concienzudo y muy esclarecedor.

Espero que la lucha de Miguel Hurtado por que los abusos sexuales cometidos por curas no prescriban llegue a dar sus frutos. Un tema que nos concierne a todos.

Gracias a Babelio – Masa Crítica y a Planeta por el ejemplar.