7 de noviembre de 2014

El hombre del traje gris

Este libro se publicó en la década de 1950 e inmediatamente definió a toda una generación y acuñó una expresión que se sigue usando hoy: la de los hombres del traje gris, con su trabajo medio, su esposa e hijos, su vida en una casita en las afueras, y sus preocupaciones cotidianas por ascender en el escalafón y llegar a fin de mes.

El de Tom y Betsy es un matrimonio muy normal y que en apariencia lo tiene todo: una gran casa en un buen barrio, tres hijos sanos y alegres y un buen trabajo que da para mantenerlo todo (sin alharacas). Más de uno se sentirá identificado, ¿verdad? Pues el problema de este matrimonio era tan común en 1950 como lo es hoy: la insatisfacción. Ambos desean una vida mejor, exactamente eso que nos vende continuamente la publicidad, sin estar del todo seguros siquiera de en qué consiste esa vida mejor que anhelan y si eso es lo que les dará la ansiada felicidad.

En el ínterin, unos determinados hechos del pasado vuelven a llamar a la puerta de Tom y acaban poniéndolo entre la espada y la pared. Así, junto con Tom viviremos las angustias, los anhelos, las insatisfacciones y los miedos de una persona de clase media que podría ser cualquiera de nosotros. Y ahí radica la fuerza de este libro.

Me atraía este libro porque había oído muy buenas críticas, pero, no sé por qué, me esperaba un libro gris como su título, tirando a aburrido; por eso me sorprendieron los giros de la trama, muy logrados, que me mantuvieron enganchada hasta el final. Además conseguí la edición de la foto; la traducción tenía ya unos años y me encantó el sabor añejo que destilaba. Una muy buena lectura, en definitiva.



Mientras guiaba el viejo coche, de regreso a Westport, Tom se decía que él había vivido en cuatro mundos completamente separados. Uno era el mundo loco, poblado de fantasmas, de su abuela y de sus difuntos padres. Otro, el mundo aislado, del cual era mejor no acordarse, en el que había actuado de paracaidista. Otro, el mundo materialista con edificios de tabiques de cristal opaco como la United Broadcasting Corporation y la Schanenhanser Foundation. Y por fin el mundo completamente distinto de Betsy y Haney y Bárbara y Pete, el único de los cuatro que valía un ardite. Tom se dijo que había de existir alguna conexión entre aquellos cuatro mundos; pero era mucho más cómodo pensar en ellos como si estuvieran enteramente divorciados uno de otro.

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